AMLO, EL JEFE DE CAMPAÑA EN GUAYABERA

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Con una caída de 15 puntos en su aprobación en un año y con Morena en un déficit de hasta 20 por cierto en su potencial de voto, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha tomado en sus manos la jefatura de campaña de su causa hacia el proceso electoral federal de 2021, ante el que se ve en un alto riesgo de perder la mayoría en la Cámara de Diputados.

Eso le complicaría el ejercicio unipersonal del poder que, con sus bancadas aliadas, ejerce.

A pesar de los graves problemas y pendientes del país, el tabasqueño ya se subió al templete proselitista.

La pandemia y la peor caída histórica del Producto Interno Bruto (PIB), de 18.7 por cierto, ya no están en su agenda.

En sus spots con pretexto de su Segundo Informe de Gobierno formal -porque ha dado otros tantos- ha vuelto a la retórica de “primero los pobres” y “hagamos historia”.

Las frases fuerza de propaganda electoral que le funcionaron tan bien en 2018 son hoy su principal línea discursiva.

Sus esfuerzos electoreros, sin embargo, podrían tener poco efecto, pues es un presidente al que muchos de sus simpatizantes le han dado la espalda.

Como ningún otro en tan poco tiempo.

Los candidatos de la que será una suerte reedición de la alianza lopezobradorista de hace dos años (Morena, PT y ahora posiblemente el PVEM) ya no pueden encomendarse sólo a San Andrés.

En Puebla, ese escenario se suma a las guerrillas internas del Movimiento Regeneración Nacional (Morena).

Como a nivel nacional, hay una indefinición de más de ocho meses en su dirigencia y las amargas pugnas internas complican el arribo de acuerdos.

El horizonte hacia el próximo año no es halagüeño.

La lucha en las urnas será difícil y no el día de campo que, para algunos que ni en su casa conocían, fue en 2018.

Ya advirtió el gobernador Miguel Barbosa que Morena no ha sabido aprovechar el momento, su condición de “partido en el poder”, para lograr su consolidación.

Morena tuvo que haberse consolidado institucionalmente para haber sido un partido en el poder a nivel nacional y a nivel estatal y no lo hizo. No incide en la conformación de los hechos políticos, como tales”, lamentó -y no sin razón- hace unos días.

López Obrador, como jefe de campaña, como fetiche y estandarte electorales, ya no garantiza triunfos.

Los números así lo muestran, pues apenas 58 del 73 por ciento que lo apoyaba hace un año, hoy lo respalda.

Ahora, Morena y el régimen lopezobradoristas también dependen de la selección de candidatos y de buenas estrategias.

De ahí que López Obrador se haya puesto la gorra de campaña, de manera irresponsable y adelantada.

La guayabera de candidato.

Será sin serlo.

Él está ya en el templete.

Y que el país ruede como pueda.

gar_pro@hotmail.com

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