APUNTES SOBRE EL PODER (A PROPÓSITO DE SAÚL HUERTA Y OTROS HORROROSOS CASOS)

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Rafael Moreno Valle, muerto.

Martha Erika Alonso, muerta.

Eukid Castañón, preso.

Mario Marín, preso.

Valentín Meneses, preso.

Javier García Ramírez, prófugo.

Luis Maldonado, muerto.

Tony Gali, Luis Banck, Jorge Aguilar, Mario Montero y muchos, muchos más, exiliados o retirados o tratando de actuar bajo las sombras.

José Juan Espinosa, prófugo.

Leoncio Paisano, tras las rejas.

Saúl Huerta, en la picota política y social por… depredador sexual.

¿Es el poder una maldición?

¿Una maldición para los hombres y las mujeres que lo tienen o tuvieron a manos llenas y acaso creen o creyeron que duraría para siempre?

¿Qué tiene que ver con todo esto la soberbia, acaso el peor pecado -o al menos el que más penaliza- a corto y mediano plazo?

¿Por qué los presidentes, gobernadores, alcaldes y diputados olvidan que algún día serán ex presidentes, ex gobernadores, ex alcaldes y ex diputados?

¿Se creen eternos?

¿Infalibles?

Peor: ¿intocables?

¿Dioses en el poder?.

¿Por qué la condición humana es incapaz de entender que un día tienes todo y mañana puedes tener nada, y que el poder –cualquier poder- no es sino temporal porque forzosamente tiene (debe tener) fecha de caducidad?

Ya lo decía Nietzsche:

“El amor al poder es el demonio de los hombres”.

Y vaya que la clase política poblana ha sido pródiga en ejemplos durante al menos los últimos 20 años.

Y es que cuanto mayor es el poder, mayor es el abuso.

Un poder siempre acompañado por la ceguera, la prepotencia, la mentira y la impunidad… hasta que la rueda de la fortuna da una vuelta y, de un golpe, te coloca en tu lugar.

El caso del diputado de Morena Saúl Huerta es sintomático.

Un “Don Nadie” –gris abogado de una notaría dedicada a escriturar terrenos para los dueños de Lomas de Angelópolis- de repente se mete a la política, se monta en la ola López Obrador y, sin saber cómo ni por qué, una mañana despierta empoderado.

Llega a diputado federal y sus padrinos lo convierten en secretario de la poderosa Comisión de Hacienda y Crédito Público.

El modesto ex asesor de impuestos inmobiliarios de la Tesorería de Puebla, el modesto ex secretario de la presidencia auxiliar de San Francisco Totimehuacan, el modesto ex delegado censal en Jolalpan y el modesto ex agente del Ministerio Público entra así, de un día para el otro, a las “grandes ligas“.

Y se vuelve loco.

Literalmente.

El mucho -o poco- poder que tiene, lo transforma, lo obnubila, lo convierte en otra persona.

Llega a pensar, incluso, que puede (y merece) ser presidente municipal; gobernador incluso.

Y, claro, que el mundo no lo merece.

“No necesito a los medios de comunicación“, solía repetir de mesa en mesa, ignorante -paradójicamente- de las claves del poder.

Se cree tan poderoso, tan importante; se cree tan fuerte, tan seguro, que supone que puede desahogar sus instintos, satisfacer sus más profundos placeres sexuales, abusar de menores de edad, drogarlos, violarlos y luego comprarlos con unas cuantas monedas, y que nada, absolutamente nada malo le ocurrirá.

“El fuero es mi escudo protector y nada me pasará”.

Y entonces sucede…

Y sucede tan rápido, y es tan abrupto, que el terremoto acaba con todo: familia, carrera, reputación, tal vez hasta la libertad.

“Si quieres probar el carácter de un hombre, dale poder”, apunta Robert Green.

Un poder que te inhabilita para ver que la caída está ahí, a la vuelta de la esquina, acechándote, lista para cobrarte todas, sin importar quien seas.

Un poder que te hace creer que la dignidad de un menor vale 200 mil pesos.

Un poder que te llena las bolsas de dinero, pero te vacía la mente de razón.

Un poder que te seduce y te confunde y te desquicia y te convierte en un verdadero animal, una bestia irracional.

Un poder que se te mete hasta la médula, hasta borrarte la conciencia, y que te hace pensar que, hagas lo que hagas, digas lo que digas, gozarás de impunidad.

O todavía peor: un poder que te susurra al oído que eres y serás inmortal.

gar_pro@hotmail.com

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