EL GRITO, LAS CLAVES DEL PODER Y EL FALSO ARGUMENTO DE LA MISOGINIA

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La todavía presidenta municipal de Puebla capital, Claudia Rivera Vivanco, terminará su mandato como empezó, sin saber leer -ni de cerca ni de lejos- las claves del poder, pero todavía peor, sin autocrítica y sin capacidad para respetar siquiera las reglas de urbanidad. Se irá además lanzando por enésima ocasión falsas acusaciones de “misoginia”, su tan recurrente cantaleta, cuando los argumentos se le han acabado.

Así es ella, genio y figura, hasta el final de su ejercicio, que concluye en el último minuto del 14 de octubre.

El tema para “victimizarse” una vez más y envolverse en la bandera del feminismo -¡otra vez!-, fue que no haya sido invitada a la ceremonia del Grito de Independencia que el gobernador Miguel Barbosa Huerta presidirá en Casa Aguayo.

O que Barbosa Huerta no acuda a Palacio Municipal a cumplir con el ritual patrio.

Pero equivoca completamente la ventanilla.

Tanto, que ni sus aliados, cada vez menos, la secundaron en su despropósito.

Es muy sencillo advertir el por qué es falsa esta acusación.

Es fácil notar que se trata de un abierto berrinche de Rivera Vivanco.

El gobernador Miguel Barbosa sí acudió los 15 de septiembre a Palacio Municipal en los años 2019 y 2020.

Pese a las reiteradas actitudes de falta de respeto de Claudia Rivera, y las conocidas diferencias políticas entre ambos, ahí estuvo con ella en el histórico balcón.

El año pasado, cuando el gobernador se fue, a sus espaldas, la alcaldesa y sus seguidores y funcionarios organizaron su propio “grito”.

Lo hicieron en las escaleras del Palacio.

Fue un obvio y grotesco desafío al Estado.

Se trató de una grosería impropia.

Una que no cometería ningún animal político medianamente enterado de las claves del poder y las reglas de la institucionalidad.

“Viva la autonomía municipal”, arengó a sus huestes, como si fuera algo gracioso.

Este año Barbosa no acudirá al Palacio del Ayuntamiento.

Está en todo su derecho de decidir con quién sí y con quién no se junta.

Es el derecho fundamental de sentirse a gusto con quien con respeto lo trata.

Es un derecho de todos.

Ocurre en los núcleos familiares, tanto como en todos los contextos sociales.

Quien se comporta con urbanidad es bienvenido.

Quien abusa y es grosero, ya no.

¿Por qué habría de ser diferente en la institucionalidad de los poderes?

Además, no es la primera vez que ocurre.

Cuando Manuel Bartlett Díaz, hoy director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), fue gobernador, decidió un 15 de septiembre -de 1998- dar el Grito en Zacapoaxtla.

No quiso juntarse con el alcalde panista de la capital, entonces Gabriel Hinojosa.

¿Bartlett discriminó a Hinojosa? ¿Por razones de género? ¿O sencillamente el gobernador es el gobernador y el grito se da donde él esté o decida, guste o no?

Pero ahora Claudia Rivera se queja.

Patalea.

Aduce que la discriminan.

Que no invitarla es un acto de misoginia.

Y además, se queja porque el gobernador convidó al Grito en Casa Aguayo a Eduardo Rivera.

De paso, la presencia que hará el alcalde electo derrumba el otro falso argumento de Claudia Rivera de que se “invisibiliza al Ayuntamiento”.

Por supuesto que no.

Todo lo contrario.

El Ayuntamiento estará representado en quien será su cabeza y líder los próximos tres años.

Qué mejor.

Es de simple, elemental lectura política.

gar_pro@hotmail.com

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