EL CASO LÓPEZ ZAVALA Y NUEVOS APUNTES SOBRE EL PODER

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Qué tiene el poder, especialmente en Puebla y señaladamente en los últimos tiempos, que termina envolviendo a sus protagonistas en casos criminales o finales trágicos, que parecieran ser producto de una especie de locura. La aprehensión este mediodía de lunes del ex candidato del PRI a gobernador, Javier López Zavala, tiene elementos que confirman esa hipótesis de que el poder obnubila, al grado de generar una especie de demencia.

Personajes que hace poco más de una década vivían los excesos y la embriaguez que dan los cargos y el dinero, hoy están en la cárcel o en el panteón.

Suena durísimo, pero es literal.

De esto hablamos el 26 de abril del año pasado.

La lista, entonces era ya abultada.

Rafael Moreno Valle y Martha Erika Alonso, muertos.

Eukid Castañón, el temible operador del morenovallismo, preso.

El ex gobernador Mario Marín Torres también encarcelado.

El ex diputado de Morena Saúl Huerta Corona, preso por ser un presunto depredador sexual.

Y tantos otros exiliados, retirados o tratando de actuar bajo las sombras.

Hoy se sumó a la lista López Zavala.

El caso es gravísimo y destapará una terrible historia.

De apasionamientos y bajas pasiones.

De abusos y de excesos.

Javier López Zavala ya no estaba en el círculo de poder.

Desde el morenovallismo, cuando se convirtió en un delator de sus compañeros priístas y en un facilitador del gobernador que lo venció en las urnas, se extinguió su influencia.

Regresó a ser “Zavalita”.

Luego coqueteó con irse a la Cuarta Transformación (4T).

No tuvo éxito.

Su relación personal con la penalista Cecilia Monzón se remonta a sus días de poder, de gran poder, como secretario de Gobernación del marinismo.

Como candidato del PRI -partido que hoy se deslindó de él- a la gubernatura en 2010.

La mano poderosa, entonces, de Zavala, movía muchas cosas.

Definía muchos destinos.

De resultar que es responsable intelectual de crimen de su ex pareja, supondríamos que algo de esas reminiscencias del poderoso había todavía en su mente.

Del influyente.

De quien cree que el poder es para siempre y que nunca lo podrá alcanzar la justicia o la ley, porque es “especial”.

De quien estuvo a un milímetro -literal- de gobernar Puebla.

Por cierto, se iba a casar nuevamente en unos días.

Javier López Zavala vivía como si siguiera en el poder.

Como si su tiempo, que fue tan efímero, fuera eterno.

Hace más de un año escribí (me disculpará la chocantería de la cita propia, pero es ilustrativa):

“¿Es el poder una maldición?

“¿Una maldición para los hombres y las mujeres que lo tienen o tuvieron a manos llenas y acaso creen o creyeron que duraría para siempre?

“¿Qué tiene que ver con todo esto la soberbia, acaso el peor pecado -o al menos el que más penaliza- a corto y mediano plazo?

“¿Se creen eternos?

“¿Infalibles?

“Peor: ¿intocables?

“¿Dioses en el poder?”.

Hasta aquí la referencia a la columna “Apuntes sobre el poder (a propósito de Saúl Huerta y otros horrorosos casos)”, del 26 de abril de 2021.

Algo les pasa a esos personajes.

Algo que se parece a la locura.

A una que es incurable.

Como las enfermedades de las que no se ha encontrado una cura.

Hoy tristemente el caso López Zavala es otro, el enésimo capítulo de una película de terror que, no por repetida, por recurrente, deja de sorprender e impactar a propios y extraños.

Ay, el poder, esa arma de doble filo, que se ejerce tanto como se padece.

gar_pro@hotmail.com

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