Incapaces de superar sus añejas afrentas y todavía más torpes para digerir las nuevas diferencias, los panistas poblanos caminan sobre la frágil cuerda de una falsa unidad, justo cuando, con el inminente rompimiento de la alianza con el PRI, están más vulnerables y sin capacidades de competitividad en solitario para 2024.
El reciente episodio, por la supuesta agresión contra la diputada federal y ex presidenta del Comité Directivo Estatal (CDE), Genoveva Huerta Villegas, ha terminado por exhibirlos.
La tarde del lunes, en la Ciudad de México, a gritos, sombrerazos y con ácidas, aunque cómicas, descalificaciones, hicieron un papelón frente a su dirigente nacional, Marko Cortés Mendoza, a quien ya tienen harto con tanto pleito barato.
Un ridículo total, en plena sesión de la Comisión Permanente.
Sin decoro y sin vergüenza.
Eso fue lo anecdótico, aunque también muy sintomático, de lo que ocurre en las filas del Partido Acción Nacional (PAN) en Puebla.
Lo grave y lo de fondo es la ausencia de unidad real.
Los panistas se han convertido en los peores enemigos de los panistas.
Los de Genoveva Huerta contra los de Augusta Díaz de Rivera.
Los de Lalo Rivera contra los alcaldes de la zona metropolitana.
Unos queriendo estar por encima de los otros y las otras.
Los capuletos contra los capulinas.
Eso llevará a la frágil competitividad que tiene el PAN en Puebla a disminuir más.
Y más y más.
Que no se les olvide a los dirigentes, cuadros y militantes que, para ganar la gubernatura, sueño lejano en este momento, son indispensables más de un millón de votos.
El PAN, a solas, sin el impulso que le da el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el interior del estado -mínimo pero al fin y al cabo impulso-, vale solamente 500 mil votos.
Así lo demostraron las elecciones de 2021.
La narración de varios testigos, sobre lo que ocurrió esta semana en la sede del PAN nacional, en la Colonia del Valle de la capital del país, no tiene pierde.
Parece un meme.
Semeja a un capítulo de serie melosa, con sus matices de odio profundo.
Este lunes, al final de la sesión de la Comisión Permanente Nacional, pidió la palabra Genoveva Huerta para quejarse con Marko Cortés del falso episodio de Tlaola, en la que la poblana acusó que fue sacada por la Policía Municipal de la asamblea en que sería elegida consejera.
Dijo que hay falta de congruencia en el PAN de Puebla.
Una falsa unidad.
Todo por el incidente de Tlaola.
Poco le faltó para tirarse al piso, frente al presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) y otros integrantes de éste.
Estaba también el presidente de la Cámara de Diputados, Santiago Creel Miranda.
Tras su discurso acalorado, vino un silencio.
Luego, fue el turno para la actual presidenta del CDE, Augusta Díaz de Rivera.
Le respondió que sí se le permitió participar en la asamblea de Tlaola.
Que fue tal y como correspondía.
Que Marcos Castro, secretario general poblano y a quien responsabilizó Genoveva de haber ordenado que la sacaran, no tiene atribuciones sobre la policía de ese municipio.
Augusta encaró a Genoveva.
Para rematar, le exigió dejar de “ensuciar el proceso”.
Genoveva volvió a arremeter.
Empezó a elevar el tono de voz, ante la molestia y el desconcierto de los asistentes.
Hubo tensión.
Marko sólo veía el reloj.
Después de varios minutos de discusión, Díaz de Rivera terminó por soltar una frase dura:
“A chilidos de marrano, oídos de carnicero”.
Provocó la risa de los consejeros.
Inmediatamente, Marko interrumpió y dio por terminada la reunión.
Se excusó, porque tenía que llegar al aeropuerto.
Vinieron las malas caras, mientras desalojaban el salón de la reunión.
Ojos como puñales.
Silencio como desprecio.
Hemos escuchado y conocemos por redes y un comunicado, la versión de Genoveva Huerta sobre lo que ocurrió el domingo 11 de septiembre en Tlaola.
Hay que conocer la otra versión.
La narrativa de algunos presentes es que Genoveva sí entró a la asamblea.
Que no tuvo ningún problema para ello.
Como era la única propuesta de mujer, iba a salir electa forzosamente.
Repentinamente, Huerta Villegas se paró y salió del salón a hacer la “denuncia” en redes sociales.
Su enojo, aseguran, fue porque un incondicional suyo, Jorge Cardozo, no alcanzó a entrar en la propuesta para consejero.
Es más, el presidente municipal de Tlaola, Jesús Viveros Bobadilla, es cercano a ella.
De ahí que sea poco creíble la versión de que “ordenó” que la sacaran.
Así los panistas.
Con sus chillidos.
Y sus oídos sordos.
La división es palpable.
Severa.
Hay entre los bandos un abismo.
De risa sus desayunos y comidas “de la unidad”, eventos sólo para la foto.
Porque internamente están fracturados, corroídos, divididos y… no se cansan de hacer el ridículo.
¡Qué contentos deben estar en Morena!