Urge que Zavala ponga orden

Arturo Luna Silva

Escena 1:

Grotesco, desde la tribuna del Congreso del estado, Víctor Huerta alude a las “preferencias sexuales” de Rafael Moreno Valle y de ello se regodea: “Es que (el tema) está de moda”, dice para justificar su ignorancia y su torpeza. Para rematar, el diputado priísta se pavonea y se declara con orgullo más zavalista que Javier López Zavala.

Escena 2:

Limitado de ideas, hombre sólo de ocurrencias, el diputado del PRI Luis Alberto Arriaga lanza un fino “Ya déjenme de estar chingando” que llega a oídos de sus destinatarios, sus homólogos del PAN. Arriaga es el mismo sujeto que a las puertas del Congreso, y con una sonrisa de oreja a oreja, y la abyección en su punto más alto, recibe a su nuevo patrón, Javier López Zavala, para que éste, en su papel de “Gran Legislador”, le ordene a sus empleados legislativos sacar adelante su iniciativa de eliminar la tenencia.

Escena 3:

Hijo del sistema que lo consiente, Leobardo Soto, diputado federal y líder obrero, no encuentra un mejor “argumento” para librar la guerra política contra Enrique Doger que llamarlo “engendro”. Así, en-gen-dro. Y ni se inmuta. Porque para él, la política es como una pelea de barrio, de callejón. Gana el que insulta mejor.

Escena 4:

Porrista del precandidato único, Mario Ayón simplemente se hace de la vista gorda cuando su hijo, el junior, amenaza con golpear a un diputado del PAN por haberse atrevido a cuestionarlo durante su comparecencia como secretario de Seguridad Pública. El general ni siquiera se toma la molestia de ofrecer la disculpa a que obliga el más mínimo sentido de la decencia y de la educación. Total, que aquí sólo sus chicharrones truenan.

Escena 5:

Coordinador general” de campaña sólo de membrete, Jesús Morales Flores se la cree en serio. Y no sólo eso: corrige y al hacerlo, deja en evidencia a López Zavala, en teoría su jefe. El pasado fin de semana, López Zavala se ocupó con especial interés de hacer saber que a su mitin de inicio de precampaña llegaron “más de 90 mil simpatizantes”. Pero, qué caray, don Jesús dice que no: “En realidad sólo fueron 50 mil”, afirma. De paso, y por si algo faltara, minimiza y ningunea a José Luis Márquez, brazo derecho de López Zavala. “Ah, es ése muchacho que vendía tortillas, ¿no?”, dice y al decirlo, dice todo.

Escena 6:

Dominado por el dios de la ceguera, Darío Carmona toma la bandera del cinismo y se lanza al precipicio sin paracaídas. Les dice a las señoras y señoritas periodistas de Puebla, durante un desayuno, que no, no será él el coordinador general de la precampaña de López Zavala, posición que ya daba por segura, pero que no le hace, porque él promoverá el voto desde la Secretaría de Educación Pública, que encabeza. Secretario y operador electoral al mismo tiempo. Operador electoral y secretario, dualidad esquizofrénica y al límite de la ley, ésa que a quién le importa porque en Puebla no pasa nada y cuando pasa, pues tampoco.

***

Las anteriores son escenas recientes con un denominador común: sus protagonistas son colaboradores, operadores o simplemente allegados de Javier López Zavala.

No sé si el aspirante a Casa Puebla lo esté notando, y si no qué grave, pero en su entorno hay quien se comporta más como su enemigo que como su aliado.

Personajes pequeños que a él lo hacen ver también del mismo tamaño.

Dejemos el desorden (¿quién manda realmente en la precampaña?, ¿dónde está la estrategia?, ¿quién lleva la política de comunicación?, ¿cuándo se hará sentir el cuarto de guerra?) y concentrémonos sólo en las actitudes.

Actitudes que no son sino producto de la soberbia, pecado mortal que castiga sin clemencia.

¿Qué les pasa?

Todavía no llegan al poder y ya se sienten dioses.

Y dioses castigadores, que son de los peores.

¿Sus inteligencias, de haberlas, les alcanzarán para entender que aún no son nada porque aún no han ganado nada?

¿Y que esto apenas empieza y que de aquí al 4 de julio les espera un largo y difícil recorrido, lleno de peligros y potenciales riesgos, que deberán sortear con algo más que insultos, ocurrencias de kínder, desafortunados chistes, poses de diva y prepotencias de pena ajena?

Urge que López Zavala les diga: “No me ayudes compadre”.

Y algo más: que ponga orden y se deshaga de aquellos que hoy sólo le estorban.

No importa cuál sea el costo.

A la larga ganará más de lo que perderá.

Esto, repito, apenas empieza.

Es el mejor momento.

Después puede arrepentirse de no hacerlo.

Puede, incluso, ser la diferencia entre ganar y perder.

Porque a pesar de lo que creen los lambiscones que lo rodean, el 4 de julio no será precisamente un día de campo para el PRI.

gar_pro@hotmail.com

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