La doble moral del cándido Lalo y su aliado desalmado

Arturo Luna Silva

Todas las mañanas, Eduardo Rivera Pérez se levanta de la cama y sale a hacer campaña con un solo objetivo: pasar, a los ojos de los poblanos, como el “niño bueno” de la política.

El que no rompe un plato.

El que no se mancha las manos.

El que es capaz de cruzar el pantano sin ensuciar su plumaje.

El que es más bueno que la Madre Teresa de Calcuta.

El que nos viene a redimir y a regresar al “buen camino”.

Pero todo es una bonita puesta en escena.

Porque, en esencia, Lalo Rivera es como cualquier hombre seducido por el poder y el dinero.

En otras palabras: un mortal de la política.

Un animal del negocio de mandar.

Tan o más pragmático que un priísta, un perredista o cualquier ista.

Capaz de pactar hasta con el Diablo con tal de seguir viviendo del presupuesto.

Y es que en corto, y en largo, el candidato de la coalición “Compromiso por Puebla” a la presidencia municipal no deja de presumir su Santa Alianza con uno de los hombres históricamente más nefastos para los capitalinos.

Me refiero al señor Israel Pacheco, sedicente dirigente sindical del ayuntamiento.

¿Cómo el cándido Lalo fue capaz de irse a poner a sus pies?

¿Cómo pudo venderle su alma?

¿Cuándo, a qué hora, este aplicado hijo de El Yunque cambió a Santo Tomás Aquino por Sun Tzu?

¿Tan desesperado está por ganar?

¿Acaso sabe a quién ya le escrituró el gobierno que pretende encabezar?

Parece que no.

Porque todo mundo conoce la clase de “joya” que es Israel Pacheco.

Varios ejemplos:

Realiza prácticas agiotistas: presta dinero en efectivo a los agremiados a su sindicato con 10 por ciento de interés.

Les prohíbe acudir a las ceremonias o fiestas organizadas por el ayuntamiento, sólo porque trae pleito casado con Blanca Alcalá, quien a diferencia de Mario Marín, Luis Paredes, Enrique Doger y –ya se ve- Eduardo Rivera, se negó a ser su rehén.

Si alguien desobedece y acude a esos eventos, sufre amenazas y represalias, como reclamar el pago inmediato del dinero prestado sea cual sea el plazo convenido o ser agredido físicamente.

Trata a las “naranjitas” (las encargadas de limpiar y barrer las calles desde temprana hora) peor que a animales; se refiere a ellas como las “mugrosas”, las “apestosas” y las “muertas de hambre”.

Las intimida diciendo que si no se alinean a sus indicaciones y prohibiciones, las correrá de su trabajo.

Por si fuera poco lo anterior, les ha prohibido la firma de pólizas de seguros de vida; aquellas que firmaron, están siendo amagadas con el despido por no haber acatado la orden del “señor”.

Además, no pueden recibir los beneficios que les ofrece el ayuntamiento, como chalecos, sombreros, servicios generales de salud, exámenes de la vista o alfabetización, pues la instrucción es castigar con el látigo del desprecio a la presidenta municipal.

Sí, ése salvaje es el gran aliado de Eduardo Rivera Pérez.

Un sujeto inhumano y más que eso: gansteril y corrupto, que ya se agarró a su tonto útil para seguir otros tres años más haciendo lo que se le venga en gana con el ayuntamiento.

¿Con esos tipos quiere gobernar a los poblanos?

¡Qué Dios nos agarre confesados!

Porque el trienio estará lleno de emociones.

Y emociones fuertes, como la que hace unos meses vivió el empresario Gustavo Ponce de León, presidente de la Asociación Poblana de Hoteles y Moteles.

El mismo que hasta tuvo que ir a la PGJ a presentar una denuncia penal en contra de Israel Pacheco por las amenazas de muerte que recibió por parte de este individuo sólo por el hecho de expresar su simpatía hacia Blanca Alcalá.

¿O acaso de eso tampoco se enteró el (falso) “niño bueno” del PAN?

A ver si esto le ayuda a recobrar la memoria:

denuncia-vs-pacheco0001

gar_pro@hotmail.com

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