Riesgos (y costos) de la transición poblana

Arturo Luna Silva

El 18 de septiembre de 2000, el diario Reforma publicaba que dentro del equipo del por entonces presidente electo de México, Vicente Fox –el primero de oposición en la historia del país-, asesores y futuros secretarios de Estado ya habían cobrado cada uno poco más de 85 mil pesos de salario.

Sí, de salario.

Fue un momento clave –y decepcionante- del nuevo proceso democrático que vivían los mexicanos, pues lamentablemente la opacidad y la discrecionalidad marcarían desde ese preciso momento, y a partir de ese suceso, el manejo de los recursos públicos por parte de quien había agitado en campaña la bandera del “cambio”.

Recursos públicos gestionados en lo oscurito por el foxismo tras el triunfo electoral y avalados, también en lo oscurito, por Ernesto Zedillo, por supuesto sin preguntar ni rendir cuentas a nadie.

Daniel Moreno, reportero entonces de ese diario, revelaba que los sueldos eran cubiertos directamente por Hacienda. Aquella frase de que sus colaboradores no cobrarían un solo peso “por amor a México”, pronunciada por Fox cuando presentó en público a su equipo de trabajo en el hotel Fiesta Americana del D.F., se convertiría en un bumerán que, a la vuelta de unas cuantas semanas, le golpearía directo en la cabeza.

Como recuerda Daniel Lizárraga en su obra “La corrupción azul. El despilfarro en las transiciones presidenciales” –libro, por cierto, ganador del Premio Debate de Libro Reportaje 2008-, Hacienda ciertamente había autorizado la primera de seis remesas de “donativos” al fideicomiso privado de Vicente Fox por un monto de 8.5 millones de pesos desde la última semana de agosto de 2000, es decir, tan sólo un mes después de su victoria en las urnas.

“Aun estaba en circulación la edición del Reforma, la noche de ese martes (18 de septiembre de 2000) negro para Fox, cuando Hacienda emitió un inédito comunicado de prensa –número 118/00- que dividió en tres partes: Una aclaración y dos puntualizaciones.

“En el primer párrafo confesaron que el “Presidente Electo, Sr. Lic. Vicente Fox Quesada” fue quien solicitó al “Presidente Dr. Ernesto Zedillo” un fondo para la transición. Así, de manera, escueta y sencilla, endosaron públicamente al panista la responsabilidad del barullo” (sic).

La historia es larga y conocida por todos.

El escándalo continuó por semanas, semanas que se hicieron meses, entre otras cosas porque las explicaciones y/o justificaciones resultaron insuficientes.

¿Había necesidad de pagar salarios a los héroes del “cambio”?

¿Se justificaba?

¿Había congruencia?

A la postre, el caso constituiría la primera señal de lo que vendría después al transcurrir el inefable sexenio foxista: desorden, derroche, abuso y frivolidad, todo ello, claro, a costa del dinero de los mexicanos.

Y es que lo que empieza mal, dicen, termina peor.

Ojalá nada de eso pase en Puebla, donde se vive una transición muy parecida a la de 2000 y donde hay ya, inevitablemente, focos rojos acerca de la viabilidad de autorizar sueldos o gratificaciones a los (hasta hoy) desconocidos integrantes del equipo de transición del gobernador electo, Rafael Moreno Valle.

En una nota de Lesly Mellado y Dalia Patiño, Puebla On Line informó ayer que “el gobernador electo de Puebla, Rafael Moreno Valle, ya pidió salarios de nivel de secretarios estatales para 16 de sus colaboradores que lo apoyarán en la entrega-recepción; además solicitó al gobierno estatal oficinas en las Secretarías estatales para que desde ahí operen.

“La idea del panista es realizar una transición al estilo Vicente Fox, crear un gabinete que empiece a trabajar y a cobrar ya, y que se legalice en febrero cuando tome posesión como gobernador.

“Las peticiones hechas a través de Fernando Manzanilla, quien fuera su coordinador de campaña, aun no han sido aceptadas por el Ejecutivo, quien a través del secretario de Gobernación, Valentín Meneses, ofreció 5 plazas para “secretarios alternos”, quienes empezarían a cobrar salarios a partir de septiembre.

“Trascendió que la oferta es crear 5 puestos para las Secretarías más importantes como Finanzas y Obras Públicas.

“El propio gobernador Mario Marín lo declaró en entrevista con El Heraldo, hay un presupuesto para la entrega-recepción y se usará como lo decida su sucesor: “Meneses y Manzanilla dialogan sobre el presupuesto. Corre por nuestra cuenta, pero será Moreno Valle Rosas el que lo ejerza. Se hará como él lo pida”. (sic).

Este mismo lunes, el gobierno marinista, a través del secretario de Gobernación, Valentín Meneses, rechazó que se haya presentado tal solicitud pero, al mismo tiempo, sorprendentemente, dejó abierta la posibilidad de analizarla y valorarla en caso de que Moreno Valle la presente.

Es decir: sí pero no, no pero sí y lo más seguro es que quién sabe.

¡Por supuesto que ambas partes saben de la existencia de un planteamiento de esa naturaleza!

Y que, a pesar de no quieran o puedan aceptarlo, el delicado tema está bajo análisis en la mesa de las negociaciones, ésas que encabezan, por el momento, Meneses y Manzanilla.

Tanto secretismo huele mal.

Son, sí, como diría cualquiera, los riesgos y costos de la transición, pero ojalá a la larga no se conviertan en algo más grave: una primera mala señal de que, en el fondo, el cambio de huéspedes en Casa Puebla sólo consistirá -con perdón de Di Lampedusca- en que todo cambie para que todo siga igual.

Tal y como pasó, en su tiempo y momento, con el decepcionante –y desquiciante- Vicente Fox.

Ya lo veremos.

gar_pro@hotmail.com

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