Divorcio a la poblana

Arturo Luna Silva

 

Conforme pasan los días se hace más evidente el distanciamiento entre el PAN y Rafael Moreno Valle Rosas.

Los recientes plantones del gobernador electo a dos importantes actos de la vida interna panista –los informes de los diputados federales Pablo Rodríguez Regordosa y Valentina Díaz de Rivera, y del dirigente estatal, Juan Carlos Mondragón- , son sólo pequeñas muestras de un problema mayor, de más fondo, que amenaza incluso con terminar en divorcio.

La transición no está pasando por las oficinas de Acción Nacional, se maneja total y exclusivamente en el hotel donde la burbuja morenovallista ajusta cuentas con el pasado, escribe el presente y planea el futuro. Los panistas están irritados porque no sólo han sido ignorados, sino relegados a un penoso papel de meros espectadores. Las cosas están tan mal que la comunicación de Moreno Valle fluye más y mejor con los dirigentes del PANAL y Convergencia que con los del PAN, el partido al que está afiliado.

De ahí que a los panistas –a sus líderes y referentes más importantes- cada vez les queda más claro que Moreno Valle sólo ve y verá por Moreno Valle, y que gobernará con sus amigos. Incorporará, sí, a algunos panistas de renombre, pero serán contados y en todo caso sólo aquellos que se la jugaron con él en las buenas, en las malas y en las muy malas; en esencia, su gobierno no será un gobierno panista propiamente dicho (de hecho, hoy en Puebla el chiste más socorrido en las sobremesas políticas es que el gobierno de Moreno Valle será tan, tan plural que en él hasta podría aparecer uno que otro panista).

Y es que como diría el propio Juan Carlos Mondragón, dirigente del PAN, cuando ha tratado de justificar la ya inocultable distancia que hay con el futuro mandatario: “la agenda del próximo gobierno ha estado por encima de la agenda del partido”, el mismo partido que Moreno Valle usó para ganar el poder.

En el corto plazo han sido tres los puntos que se han vuelto contrapuntos en la relación.

El primero tiene que ver con una discusión que será eterna durante el próximo sexenio: ¿quién ganó el 4 de julio: Moreno Valle o el PAN? Mientras Moreno Valle opina que él ganó solo, con la decisiva participación –claro- del PANAL y el SNTE de Elba Esther Gordillo, el PAN piensa que sin sus siglas y votos, y sin su historia e ideología, Moreno Valle nunca hubiera vencido al PRI.

Hace unos días, en su artículo semanal del periódico digital e-consulta, el diputado del PAN electo por la vía plurinominal Juan Carlos Espina von Roehrich dejó en claro que el que ganó fue el PAN. Escribió: “Particularmente los panistas, como integrantes de la mayor fuerza partidista de la coalición triunfadora, nos sentimos doblemente responsables pues la gente percibe que ganó el PAN –claro, con la ayuda de los otros partidos, pero el PAN a la cabeza- y por lo tanto, en caso de decepción, el mayor costo sin duda será para nosotros”.

El segundo punto de conflicto está relacionado con el veto que Moreno Valle sostiene sobre precisamente Juan Carlos Espina. No lo quiere y menos como coordinador del grupo parlamentario del PAN en la próxima Legislatura. ¿Su pecado? Haberse opuesto en su momento al interior de “El Yunque” –al que pertenece- a que un ex priísta como él fuese el candidato del PAN a la gubernatura. También que en campaña haya hecho evidente que la prioridad del grupo de ultraderecha era el triunfo de Eduardo Rivera Pérez, no el de Moreno Valle. Él mismo que prefiere como coordinador legislativo del PAN a Rafael von Raesfeld –aunque sea un principiante- o a Mario Riestra –aunque sea inexperto en la materia- por encima de Espina, quien ya ha sido diputado local y federal y (por si algo faltara) dirigente estatal del partido.

El tercer punto que ha causado diferencias y hasta encontronazos entre la burbuja morenovallista y Acción Nacional es el máximo órgano de gobierno del poder Legislativo. Moreno Valle y su alter ego, Fernando Manzanilla, quieren que se mantenga la Gran Comisión, pero el PAN dice que no: que esa figura debe ser sustituida por una Junta de Coordinación Política. Y no es un simple cambio de nombre: en varios sentidos, la Gran Comisión le garantiza a Moreno Valle un mayor control de los asuntos del Congreso dados los vínculos y la ascendencia que tiene con y hacia un gran número diputados electos de todos los partidos, incluido el PRI; en contaste, la Junta de Coordinación Política de alguna manera democratizaría y equilibraría las decisiones, que serían colegiadas y no más producto del capricho del gobernador en turno habilitado como “Gran Elector”.

Hay, por supuesto, más problemas entre Moreno Valle y el que formalmente es su partido. La integración del gabinete será un punto de quiebre tan importante como decisivo. Y más cuando los panistas corroboren lo que tanto se les dijo y tanto también se negaron a ver: Moreno Valle no sólo los hará a un lado (de hecho ya lo está haciendo, a meses de asumir el poder), tampoco –al estilo salinista- los verá ni oirá. Fue tan amplia la diferencia con que ganó la elección, que hay la convicción de que le alcanza para eso y para más, mucho más.

¿En qué terminará este divorcio, divorcio a la poblana?

gar_pro@hotmail.com

 

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