El 2012 ya está aquí: ¿regresará el PRI a la Presidencia?

A partir de este momento, con o sin reforma política y electoral, Puebla entera entra de lleno a la inercia del 2012.

Y es que la elección presidencial ya empezó a contaminar todo y, especialmente, a fijar la agenda de los actores políticos locales.

Por el momento, lo nacional es prioridad, y, en esa lógica, cada paso, cada acción, cada palabra se hace, piensa y mide en función de La Guerra por Los Pinos.

Que nadie se extrañe si las pasiones de desatan y las tensiones políticas y sociales suben de tono en la Puebla morenovallista de hoy.

Ayer, la dirigencia nacional del PAN sostuvo un importante cónclave con sus “presidenciables”: Josefina, Cordero, Creel, Lujambio, Lozano y González.

Los efectos de esta reunión seguramente se habrán de sentir en las siguientes horas: la lista se reducirá a tres, tal vez cuatro aspirantes, y entre las bajas hay que anotar desde ahora al protagónico y súper histriónico poblano Lozano Alarcón, quien mejor buscará ser senador por Puebla.

El estado cuyo gobernador se tendrá que definir, y pronto, sobre con quién se la jugará: ¿con el candidato de La Maestra?, ¿con el del Presidente?, ¿o con el carnal Marcelo Ebrard?

Porque con los tres no se puede, ¿o sí?

Por su parte, los priístas –con Peña Nieto a la cabeza- respondieron definiendo con claridad sus tiempos y su circunstancia: según Humberto Moreira, presidente del CEN, en el (ni tan lejano) mes de noviembre ya tendrán a su candidato y éste será de unidad.

En ese contexto, un interesante ejercicio demoscópico de Parametría, dado a conocer este mismo lunes, ha indicado que, en cualquier escenario y ante cualquier rival, Peña Nieto ganará en el 2012.

¿Será?

Apenas el pasado sábado, en un brillante artículo publicado en el diario español El País, el académico, político y diplomático Otto Granados (fue, entre otras cosas, gobernador de Aguascalientes y actualmente dirige el Instituto de Administración Pública del Tecnológico de Monterrey) ofrecía tres poderosos argumentos por los cuales es altamente probable que el PRI, efectivamente, regrese a la Presidencia.

Decía:

“A despecho de quienes entonaron su réquiem en el 2000, el PRI parece haber conseguido hacer de sus debilidades su principal fortaleza.

“A contracorriente de muchas opiniones que le aconsejaban seguir una estrategia rupturista, el PRI se ha desempeñado con eficacia combinando varios ingredientes. Además de su notable instinto de supervivencia, ha sabido evitar escisiones profundas y privilegiar su rodaje pragmático. En segundo lugar, su implantación nacional, ahora fortalecida por el peso de los gobernadores, le ha permitido aprovechar tanto una enorme capacidad de movilización como una poderosa maquinaria electoral en la cual confluyen los residuos del corporativismo que aún simpatiza con el PRI, la militancia histórica (y sociológica) que constituye el núcleo central de su voto duro, y una parte de electores modernos, jóvenes y de zonas urbanas, antes monopolizados por el PAN. Y, por último, ha ejecutado una operación muy hábil para construir, en un México que pasó de la monarquía presidencial al feudalismo regional, una efectiva arquitectura política, presupuestaria y electoral dirigida por los barones del PRI en los Estados.

“Esos factores ayudan a explicar por qué los años en que el PRI perdía en los Estados del norte moderno, rico y cercano a EE UU y del centro católico y conservador, y ganaba solo en los del México rural, pobre, caciquil y atrasado, son cosa del pasado. Hoy el PRI gobierna en 19 Estados de muy variada composición económica, social, urbana y demográfica, y está captando tanto los votos tradicionales de la población rural, adulta, con menor escolaridad e ingresos más bajos, como porciones relevantes de jóvenes más educados y de clases medias urbanas y profesionales. En 2011, por ejemplo, el PRI controla 66 de los 100 Ayuntamientos de las ciudades más pobladas y con mayores niveles de urbanización de México.

“Y la tercera causa de la resurrección del PRI es que, a menos que realicen una gestión muy notable, cosa que evidentemente no ha ocurrido con el PAN, la evidencia sugiere que las nuevas democracias suelen presentar un síndrome que mezcla desconfianza en la política, percepción de ineficacia de los nuevos líderes, bajos niveles de valoración de las instituciones democráticas e insatisfacción con el desempeño de las instituciones representativas, lo que lleva, entre otras cosas, a la abstención o al voto de castigo al partido gobernante, como hoy ocurre en México.

“Más aún: de acuerdo con la experiencia comparada, cuando los regímenes autoritarios fueron más o menos moderados, tuvieron algún éxito económico y sus líderes fueron desplazados de manera democrática y estable, como fue el caso de México en 2000, la sensación de los ciudadanos de que, ante el desencanto con el desempeño del nuevo régimen, el viejo no era tan malo, surge de manera casi espontánea”.

Hasta ahí la cita.

¿Se cumplirá el escenario?

Ya falta poco, muy poco para saberlo.

Mientras tanto, agárrese, porque la verdadera guerra por el poder ya empezó, y Puebla será uno de los escenarios de algunas de sus más importantes batallas.

Al tiempo.

gar_pro@hotmail.com

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