Los Wallace de Puebla

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Inventos sexenales van y vienen, pero la duda permanece: ¿personajes socialmente aceptados y reconocidos son electoralmente eficaces?

El tema viene a cuento porque actualmente, con insistencia, en los partidos políticos se manejan perfiles especiales como potenciales aspirantes a la presidencia municipal de Puebla en 2013, la de 4 años y 8 meses.

Todos, todas, son empresarios o personajes exitosos, con inquietudes políticas, una base social lo suficientemente sólida y virtudes y talentos que los colocan en la pelea, al lado de políticos de carrera que también aspiran.

En el PRI está, por ejemplo, el joven, pero totalmente inexperto en las lides electorales, José Chedraui Budib, muy, pero muy cercano al próximo presidente de México, Enrique Peña Nieto, y declarado representante de lo que podría denominarse “El Nuevo Tricolor” –cualquier cosa que eso sea-.

En el PAN, Amy Camacho Wardle y Francisco (Franco) Rodríguez Álvarez. Ella, una empresaria triunfadora reconvertida en funcionaria pública con más oscuros que claros, codependiente –incluso emocionalmente- de los designios y vaivenes de Casa Puebla. Él, hombre de negocios, dirigente del CCE con cierta presencia mediática y carta fuerte, casi única, de una facción de El Yunque, la ultraderecha retrógrada y sibilina de nuestros tiempos.

Ambos, como el bisoño y desarticulado José Chedraui, sin ninguna participación en campañas y menos como candidatos a un cargo de elección popular.

Y en la izquierda, Beatriz Gutiérrez Müller, periodista y escritora intelectualmente destacada, esposa de Andrés Manuel López Obrador, promovida a raíz del reciente proceso electoral federal como una opción fresca, inteligente y renovada para el 2013 poblano, principalmente por algunas tribus perredistas.

Se trata, pues, de nombres importantes para el imaginario colectivo local, hombres y mujeres con peso específico y que, bajo determinadas condiciones, representarían alternativas relevantes para el PAN, PRI o PRD en busca de la alcaldía de Puebla.

Sin embargo, las dudas saltan: ¿ser socialmente reconocido es sinónimo de eficacia electoral?

O peor: ¿basta la buena reputación, y una trayectoria más o menos intachable, para ser un buen candidato y no sólo eso: para ganar una elección?

No, a la luz de experiencias como la de Isabel Miranda de Wallace, la muy destacada pedagoga y activista social mexicana, presidenta de la asociación civil “Alto al Secuestro” y ganadora del Premio Nacional de Derechos Humanos 2010 que, habilitada como candidata del PAN a la jefatura de gobierno del DF, resultó un completo fracaso.

El ejemplo sirve, sin duda, para confirmar que sacar conejos de la chistera, no es siempre el truco más exitoso para un partido político.

Que se necesita más, mucho más que ser el más simpático de la cuadra, para llevar los votos a las urnas.

Y que los inventos de ocasión, los inventos sexenales, suelen salir muy, muy caros.

Sí, es cierto:

Sin experiencia real con un proceso electoral.

Sin ningún cara a cara con el rostro más duro de la política.

Con más ganas que argumentos.

Con electores cada vez más exigentes.

Y en medio competencias descarnadas al interior de los partidos políticos, José Chedraui, Amy Camacho, Franco Rodríguez y Beatriz Gutiérrez Müller pueden terminar siendo Los Wallace de Puebla:

Enormes historias personales de éxito que acaban en terribles, dolorosas tragedias políticas colectivas.

gar_pro@hotmail.com

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