Moreno Valle: Proyecto Los Pinos (Un Perfil)

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En su imagen pública, hay poco margen para la improvisación. Mide muy bien sus palabras y gestos. Sabe cómo vestir, cómo actuar, cómo colocarse, cómo posar. Nunca pierde de vista cómo se visualizará. Dedica mucho tiempo, esfuerzo y dinero, sobre todo dinero, a la comunicación.

Posee una enorme habilidad para sacar provecho de cualquier asunto, incluso los que le son desfavorables. Siempre está en el lugar y momento adecuados. Aunque se le ha caracterizado, y con razón, como un gobernante de mano dura y autoritario incluso, se ha dotado también de un halo de eficiencia administrativa, que acompaña con jornadas laborales de más de 15 horas y que suelen terminar de madrugada.

Pragmático, con una enorme vocación de poder, con una suerte endemoniada, permanece fiel a su estilo, a su forma de hacer política y a su proyecto. Un proyecto que quiere lo conduzca a Los Pinos en el (ni tan lejano) 2018.

Rafael Moreno Valle en ningún momento ha quitado la vista de su real objetivo. De diputado local, diputado federal, senador y actual gobernador del estado de Puebla a presidente de México, un camino no exento de turbulencias.

Aliado –para algunos entregado- a Televisa y TV Azteca, los órganos de propaganda e información más influyentes del país y a quienes tan sólo en 2011 dio contratos por 112 millones de pesos, todos los días Moreno Valle va acumulando minutos de presencia en la pantalla hasta convertirlas en alud de horas para promover su imagen, en una estrategia similar, si no es que idéntica, a la que en su momento llevó a cabo Enrique Peña Nieto, el “telecandidato” que ganó con amplio margen las elecciones federales de 2012.

Con el presidente electo de México comparte hasta los asesores (TV Promo y Radar Servicios Especializados) y algo más: el afán por conseguir que su nombre se grabe en el inconsciente colectivo a través de miles de spots promocionando su obra de gobierno, la grande, la mediana y hasta la pequeña.

Algunos datos duros ilustran la estrategia morenovallista: en su primer año de gobierno, Moreno Valle gastó 40.6 porciento más de dinero en publicidad para difundir su imagen y programas de gobierno que el propio Peña Nieto en su último año al frente del estado de México. Tan sólo para promocionar su primer informe, el poblano invirtió 56 millones de pesos, lo que incluyó la compra de 3 mil 266 “cineminutos”, es decir, 54 horas y 43 minutos, transmitidos entre el 6 y del 19 de enero en 164 complejos cinematográficos del territorio nacional, omitiendo paradójicamente un solo estado: Puebla.

Motivos para posicionarse a nivel nacional como un personaje político que aspira a las grandes ligas no le han faltado: una fiesta con motivo de una fecha histórica como el 5 de mayo, acompañada de una muy útil campaña de branding gubernamental, no sólo consiguió que Puebla retomara el lugar y el prestigio que había perdido a raíz del escándalo internacional de derechos humanos, abuso de poder y pederastia que fue conocido como el Lydigate y que sumió a la entidad en un sexenio de tinieblas.

También ayudó a proyectar masivamente la imagen del hombre detrás del logro: una encuesta reciente del Gabinete de Comunicación Estratégica, reveló que 7 de cada 10 poblanos cree que Moreno Valle ha cumplido sus promesas y 48% considera que ha logrado más que cualquiera de sus antecesores.

Gobernador de alternancia, que terminó contra todo pronóstico con la hegemonía del PRI en el poder local, gracias a la efeméride del 5 de mayo pudo asociar su imagen a las de Ximena Navarrete, Miss Universo 2010 y vocera del 150 aniversario de la célebre batalla en que los mexicanos derrotaron al poderoso Ejército francés; Alondra de la Parra; artistas internacionales como Chayanne y Marc Antonhy, y hasta intelectuales como Carlos Fuentes (QEPD), Jean Meyer, Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze.

El resultado no ha tenido desperdicio: al tiempo que logró que Puebla se revalorara como marca y que tuviera un nuevo posicionamiento a ojos del mundo, Moreno Valle se proyectó en lo personal como un gobernante moderno, lo que confirmó a finales de 2012 que la firma alemana Audi escogiera al estado como sede de su única planta en América Latina, lo que representa una inversión de mil 300 millones de dólares, un hecho sin precedentes en casi medio siglo de historia.

Este 2013 volverá a tener la oportunidad de atraer reflectores nacionales e internacionales con motivo de su segundo informe de gobierno –para el cual ha realizado un despliegue propagandístico sin tregua y sobre todo el Tianguis Turístico, por vez primera con sede en la Angelópolis.

Nacido priísta –su abuelo fue gobernador de Puebla en la década de los 60- pero reconvertido panista por mera practicidad;  pupilo de la todopoderosa y muy desprestigiada dirigente magisterial Elba Esther Gordillo, fundamental en su arribo al poder estatal, Moreno Valle ha ido construyendo de forma paralela una serie de alianzas nacionales, que ha sabido utilizar en momentos adecuados para seguir avanzando en su objetivo.

Aunque a nivel local está enfrentado con un amplio e influyente sector de la prensa –al que ha buscado exterminar de muchas formas sin éxito- y con su partido, el PAN, con quien pese a las apariencias mantiene una disputa permanente, ha sabido sortear tempestades y mantener acuerdos con los personajes clave que en 2010 lo arroparon, y adoptaron, como candidato de una extravagante pero funcional coalición de izquierda y derecha.

Joven, casado pero sin hijos, Moreno Valle no tiene una ideología definida y por eso se adapta como un camaleón a todas las circunstancias y a cualquier variable.

Poseedor de un olfato privilegiado, se guía por instinto y a partir de lealtades y deslealtades, que premia o castiga. Y más que a Maquiavelo o Sun Tzu, sigue a Robert Greene, que en “Las 40 Leyes del Poder” recomienda armar espectáculos imponentes –como el del informe de este 15 de enero-, buscar llamar la atención a cualquier precio y manejar el arte de lo impredecible. Precisamente lo que practica todos los días de su vida, en público y en privado.

En Puebla no hay hoja que se mueva sin su permiso, ni ente o actor que le gane una partida. Sin contrapesos ni equilibrios, al viejo estilo priísta, ejerce en los hechos un gobierno controlador –muy similar a los de los tiempos del Avilacamachismo- y autoritario, que gira en torno de la premisa, maniquea, de “o están conmigo o están contra mí”.

Reacio a la crítica, controla todos y cada uno de los organismos autónomos que podrían generar tales equilibrios; maneja a su antojo a los otros dos poderes (Legislativo y Judicial), donde operan sus incondicionales; influye en la mayoría de los partidos políticos, y se ha apoderado de los organismos electorales que se encargarán de la elección local de este año.

“Por las buenas, bueno; por las malas, mejor”, dicen quienes lo conocen de cerca, los mismos que advierten quizá su peor defecto: no supera los agravios, o le cuesta mucho trabajo y tiempo superarlos, lo que le hace perder objetividad y le acarrea nuevos y no pocos enemigos. Enemigos que dado su activismo y promoción, al interior del PRI y PRD pero sobre todo del PAN, ya lo van ubicando como un potencial rival de cuidado de cara al 2018, sobre todo a partir del regreso del tricolor a Los Pinos, un dique obvio y gigantesco para su proyecto presidencial por más que ambas partes cuiden las buenas maneras.

Para Moreno Valle, obstinado y persistente, la razón de todo es el poder y cómo conservarlo y ampliarlo. Por tanto, el fin justifica los medios. Y no caben las distracciones: todo su tiempo y todo su esfuerzo van dirigidos a pavimentar su camino a Los Pinos, con base en una bien pensada estrategia de posicionamiento mediático.

¿Lo logrará? Eso está por verse, sobre todo porque gran parte dependerá de su gran prueba de fuego: los comicios locales de 2013, cuando se juega todo su proyecto político e incluso el futuro de lo que se conoce como morenovallismo.

Algunas veces se le minimiza, y otras tantas se le sobrevalora, según como gire a cada quien la rueda de la fortuna. Sin embargo, respecto a Moreno Valle, una cosa no hay que olvidar nunca: se trata de un animal político en la acepción clásica del término, pero también algo más: un animal político que nunca pierde y cuando pierde, empata.

gar_pro@hotmail.com

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