Déjà Vu

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Fue hasta el mediodía de este miércoles, en pleno informe de gobierno –el tercero-, que se entendió cabalmente por qué Rafael Moreno Valle remodeló y eligió el Auditorio de la Reforma para llevar a cabo la presentación de sus logros a mitad de su sexenio.

De hecho, firmes y atentos como estatuas, no fueron pocos los integrantes de la clase política poblana –en especial los de La Gran Famiglia Priísta y Revolucionaria- que sintieron estar viviendo en ese momento algo ya vivido, algo ya experimentado en el pasado.

Lo que en términos psíquicos se conoce como déja vu.

Eso que Charles Dickens describió perfectamente como esa “experiencia de la sensación, que nos viene ocasionalmente, de que lo que estamos diciendo o haciendo ya lo hemos dicho y hecho antes, en una época remota; de haber estado rodeados, hace tiempo, por las mismas caras, objetos y circunstancias; de que sabemos perfectamente lo que diremos a continuación, ¡como si de pronto lo recordásemos!”.

Fue cuando Moreno Valle expresó, ante sus mil 300 invitados, entre ellos 22 de sus homólogos:

“El 1 de febrero de 1969, en este mismo recinto, rindió protesta como gobernador de Puebla mi abuelo, el general Rafael Moreno Valle, que nos honra con su presencia.

“Por ello, inspirado en el legado de las generaciones que nos antecedieron, he trabajado por el bienestar de los poblanos y el desarrollo del estado”. (sic).

Puede parecer simple, y hasta frívolo, pero no lo es. Tiene mucho mar de fondo.

Quien conoce al actual huésped de Casa Puebla sabe de la fuerte carga simbólica, política y personal, que encierra para él el hecho de estar ahí, en el epicentro del Auditorio de la Reforma, haciendo historia como hace 45 años lo hizo su abuelo.

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Buena parte de la exitosa carrera política de Rafael Moreno Valle -de diputado local a diputado federal, de diputado federal a senador, de senador a gobernador- se explica a partir de lo que fue, y es, su queridísimo abuelo. Incluyendo las virtudes, incluyendo los defectos.

Así explicaba en 2010, por ejemplo, a la revista Quién las razones que lo llevaron a dejar un puesto como vicepresidente del Banco Dresdner -el décimo más grande del mundo-, un sueldo envidiable, una novia con la que ya llevaba tres años y un departamento en la mejor zona de Manhattan, para regresar a la aldea donde nació para convertirse en secretario de Finanzas y Desarrollo Social, a invitación del priísta Melquiades Morales Flores.

“Fue una decisión muy difícil… hubiera deseado que esa oportunidad me llegara cinco años después. Pero también sabía que era única y que no se presentaría más adelante. Aunque el sueldo y el estilo de vida no se parecerían en nada, decidí tomarla motivado por la vocación de servicio que desarrollé desde chico con el ejemplo de mi abuelo, también Rafael Moreno Valle, quien fue gobernador de Puebla de 1969 a 1972.”.

Sí, el general y doctor siempre ha estado presente –y no solo físicamente- en la vida de quien hoy gobierna el estado provocando o admiración o repulsión, cosechando halagos o críticas, pero sin dejar a nadie indiferente, ejerciendo el poder a plenitud.

Sin exagerar: de ahí le viene, incluso, lo mediático, uno de los rasgos más identificables en quien sigue teniendo –para nadie es un secreto- la vista puesta en el 2018 y pavimentando su camino a Los Pinos.

Véanse si no las publicaciones de la época de finales de los sesenta y principios de los setenta, en los que se anunció la retransmisión de la toma de posesión del general Moreno Valle –en radio y TV; ya existía TV3- y la verbena que, con la participación de las estrellas del Circo Tihany, conjuntos musicales, mariachis y orquestas, se realizó con ese mismo motivo: la llegada al poder del abuelo del hoy gobernador.

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¿Ahora se comprenden los despliegues con motivo de la celebración del 150 aniversario de la Batalla del 5 de Mayo, las fiestas de septiembre, el Tianguis Turístico y hasta la inauguración de “La Estrella de Puebla”?

Y es que infancia es destino.

Por eso el Auditorio de la Reforma, que quedó espectacular.

Por eso ahí el tercer informe de gobierno.

Por eso esa experiencia, esa sensación de familiaridad extraña e inexplicable, “que nos viene ocasionalmente, de que lo que estamos diciendo o haciendo ya lo hemos dicho y hecho antes, en una época remota; de haber estado rodeados, hace tiempo, por las mismas caras, objetos y circunstancias; de que sabemos perfectamente lo que diremos a continuación, ¡como si de pronto lo recordásemos”

Un déjá vu en toda regla.

Cualquiera que ha vivido, y que siente amor por los suyos, más allá de fobias y de filias, lo entiende perfectamente.

¿O me equivoco?

gar_pro@hotmail.com

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