Los Nervios de Enrique Agüera

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Fue a finales del año pasado cuando Enrique Agüera Ibáñez pidió una cita urgente a uno de los más importantes operadores políticos del gobernador Rafael Moreno Valle.

El ex rector de la BUAP no quería expresar, como podría pensarse, sus mejores deseos con motivo de la Navidad y el inicio de 2014; en realidad, buscaba saber qué opinarían en Casa Puebla en caso de que se le designara como el nuevo presidente del PRI en el estado, en sustitución de Pablito Fernández del Campo, como se lo prometió su protectora, la secretaria general del CEN, Ivonne Ortega.


Fuentes del Comité Ejecutivo Nacional, al tanto de los detalles de esta historia, cuentan que la reunión sí se efectuó -en un sitio privado, claro- y que tremendo chasco se llevó el frustrado candidato a la alcaldía capitalina durante la misma.

Y es que le dijeron, con toda claridad, que ni lo intentara y que mejor bajara su perfil político y público, pues nadie en el morenovallismo vería con buenos ojos que ahora quisiera dirigir el PRI, un partido que durante dos años se puso a las órdenes del gobernador y que ahora, al recuperar la memoria –que no la dignidad-, pretendiera jugar a ser “oposición”, movido más por la venganza por la derrota de 2013 que por una resurrección como opción de poder.

No eres confiable”, respondieron a Agüera cuando, extremadamente nervioso, tragando amargo, se atrevió a preguntar por las razones de tanta animadversión. “Debes ganarte la confianza nuevamente, enviar señales de amor y ya el tiempo dirá…”.

Cosa de revisar un poco el pasado reciente: no una, ni dos, hasta tres veces, en el 2013, fue advertido por importantes emisarios de lo que pasaría en la jornada electoral del 7 de julio. Le dijeron que mejor no se metiera, que Moreno Valle no iba a permitirse perder su elección intermedia. Que Tony Gali iba a ganar o a ganar. Que lo más viable era que se quedara en la BUAP y que buscara trascender como el mejor rector de la historia. Hasta le ofrecieron un salvoconducto: lo nombrarían integrante del gabinete. Pero Agüera dijo no y eligió ir a la guerra, una guerra en la que nunca tuvo una sola oportunidad y de la que –como todos saben- salió derrotado, exhibido en sus limitaciones y desprestigiado.

Las fuentes del CEN señalan que el anunciado relevo en el PRI estatal se atoró, en parte, debido a esa reunión de finales de año entre Agüera y el influyente operador morenovallista.

Y es que, ante la contundencia del mensaje, el ex candidato a alcalde desapareció, efectivamente, de la escena pública, enmudeciendo y dejando “colgados de la brocha” a quienes ya daban por hecho que a inicios de enero sería el relevo de Pablito Fernández.

Hoy, como es natural, Agüera está dedicado a su familia y a sus negocios, que no son pocos.

Pretende volver por sus fueros en 2015, con una candidatura a diputado federal bajo el brazo, pero por la vía plurinominal, para evitar ser arrollado, otra vez.

Sabe que será muy, muy difícil que recupere aquello que perdió por ambición, por terquedad, por ceguera o por las tres razones: la confianza de Moreno Valle, un producto que en la política poblana vale oro y que, por ser no renovable, no se compra precisamente en la tienda de la esquina.

gar_pro@hotmail.com

@ALunaSilva

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