Los Priístas Poblanos y su Pinche Platito de Talavera

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Lo cuenta un experimentado y reconocido militante del PRI, muy cercano por cierto a Enrique Peña Nieto, ex gobernador, ex secretario de Estado y ex senador para más señas, con un largo y fructífero recorrido por las cañerías del partido:

“Cuando fui presidente del CEN, pude percatarme de que todos los priístas de Puebla tenían en común tres cosas”, dice.

Y precisa:

“La primera: todos iban a mi oficina impecablemente arreglados; perfumados y bañados, con sus mejores trajes o vestidos.

“La segunda: todos llegaban con un obsequio: su pinche platito de talavera con dulces poblanos.

“Y la tercera: TODOS, absolutamente TODOS, despotricaban contra TODOS los otros priístas de Puebla; se acusaban de traición o ineptitud, pero sobre todo de una cosa: de estar recibiendo dinero del gobernador (Rafael) Moreno Valle, y a continuación se ofrecían como la ÚNICA opción viable para “rescatar” al partido.”.

¿De risa loca?

¿De pena ajena?

Sí, sin duda.

Pero algo es cierto: las palabras del personaje, quien no hace mucho fue dirigente nacional del Revolucionario Institucional, no sólo están llenas de sabiduría: podría suscribirlas cualquier priísta del país que a ese nivel haya tratado a sus homólogos de Puebla.

Y es que en efecto: desde 2010, cuando el partido se fracturó y como consecuencia perdió por primera vez en la historia la gubernatura, los priístas poblanos no han dejado de comerse unos a los otros; caníbales, antropófagos profesionales.

Incapaces de presentar un frente unido, se devoran entre sí a partir de sus ambiciones personales.

Egoístas.

Amorfos.

Envidiosos.

Lujuriosos.

Hambrientos.

Limitados.

Y hocicones.

Espejo fiel de sus múltiples miserias como políticos y, muchas veces, como personas.

Todavía más grave:

Han sido capaces de soportar toda clase de humillaciones.

De tragarse toda clase de imposiciones.

Y de agachar la cabeza, sin decir una sola palabra, ante toda clase de despropósitos -como por ejemplo la unción de Pablo Fernández del Campo como “líder estatal” y de Fernando Moreno Peña como
“delegado”-.

(Más los que se acumulen las próximas semanas).

Basta sentarse a tomar café con un priísta poblano para escuchar toda clase de historias de sus compañeros de partido, ninguna elogiosa, todas negras y oscuras.

Como dice aquel viejo priísta: TODOS, absolutamente TODOS, despotrican contra TODOS.

Los Zavala.

Los Doger.

Las Alcalá.

Los Lastiri.

Los Márquez.

Los Chedraui.

Los Deloya.

Las Saldaña.

Las Hernández.

Los Morales.

Los Armenta.

Los Giorgana.

Los Leyva.

Los Sánchez.

Los Salomón.

Los Estefan.

Los Agüera.

Los Marín.

Y un largo, largo etcétera…

Es su naturaleza.

Como la del alacrán.

O la de los cangrejos que, amotinados, impiden que el cangrejo más astuto y más rápido logre salir de la cubeta.

Y así no van a ganar una elección más o a regresar a la casa, Casa Puebla, de donde fueron expulsados a patadas en 2010 por Rafael Moreno Valle.

Muy merecido lo tienen.

No, el PRI no levantará cabeza pronto.

Porque ni siquiera ha tocado fondo.

Y César Camacho Quiroz va a necesitar algo más que la “neurocirugía” que anunció este lunes en Santa Fe, en la plenaria de los diputados del PRI y del PVEM, para resucitar al muerto.

Un muerto que camina.

Un muerto que no se ha dado cuenta que está muerto.

Un muerto que regala pinches platitos de talavera.

El PRI de Puebla.

¿O me equivoco?

gar_pro@hotmail.com

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