MORENOVALLISMO: PRUEBA (EN GRANDES LIGAS) SUPERADA

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El aplastante, humillante –y cantado- triunfo de Gustavo Madero en la elección para dirigente del PAN deja, como es natural, varios damnificados (los eternos perdedores: Francisco Fraile y Ana Teresa Aranda, a los que hay que sumar a ese falso mito viviente llamado Fernando Manzanilla) y un solo vencedor: el grupo morenovallista, que entre otras cosas demuestra que sí está preparado para jugar en las grandes ligas y que se autoafirma como un nuevo clan de influencia y peso específico entre el panismo nacional. El gobernador Rafael Moreno Valle, (el ya recuperado de su salud) Eukid Castañón, Marcelo García Almaguer, Jorge Aguilar, Blanca Jiménez, Mario Riestra, etcétera, superaron el examen con suficiencia. Acudieron a su primera gran prueba, la primera de máxima exigencia en el ajedrez de la política nacional, y la aprobaron con claridad y contundencia. Cordero y su camarilla, dirían el clásico, “ni las manitas metieron”, y es tal la diferencia, que ni siquiera les alcanzará para impugnar.

Madero ganó por varios factores que solo los más necios se negaron a ver. Aquí algunos:

Porque la continuidad de Madero al frente del panismo representaba una muy buena noticia para el presidente Enrique Peña Nieto, que necesita de un blanquiazul a modo para continuar con su política de alianzas, para legitimar sus programas sociales y para terminar de aterrizar las reformas estructurales, carentes hoy de leyes secundarias.

Porque el radicalismo, la división y el debilitamiento de la izquierda nacional, obligaba al presidente a buscar en el PAN al compañero de viaje que forzosamente va a necesitar en lo que resta de su sexenio. Ese compañero de viaje seguirá siendo Gustavo Madero, un pragmático dispuesto a negociar lo negociable, como en su tiempo lo hizo el PAN con Carlos Salinas, un periodo feliz para el blanquiazul, que ganó más como aliado visagra que como oposición radical.

Porque Ernesto Cordero representaba al calderonismo rancio, caduco, trasnochado y corrupto que nadie quería ver de regreso y menos al frente del PAN.

Porque Madero contó con el apoyo de la mayoría de los gobernadores del PAN: Baja California, Sonora, Oaxaca, Sinaloa y destacadamente Puebla. Solo un norteado Marcos Covarrubias, de Baja California Sur, le apostó a Cordero, y así le fue.

Porque Madero hizo muy serios acuerdos y compromisos de cara al 2015, repartiendo posiciones en el Comité Ejecutivo Nacional, pactando con los gobernadores y perfilando desde ahora a los candidatos a diputados federales. En 2015 también hay elecciones en 15 estados y en todos ellos Madero se arregló y apalabró con los grupos dominantes del PAN, que quedadon satisfechos con la repartición del pastel.

Porque Madero logró una muy importante alianza con Marco Antonio Adame, ex gobernador de Morelos y líder formal de El Yunque, logrando dividir a la vetusta ultraderecha y evitando así que ésta apoyara en bloque, como se esperaba, al corrupto Juan Manuel Oliva, yunquista y compañero de fórmula de Ernesto Cordero.

Porque quienes fueron los principales operadores de la ex candidata presidencial Josefina Vázquez Mota estuvieron trabajando para Madero a lo largo y ancho del país, construyendo una estructura electoral lo suficientemente fuerte como para resistir cualquier terremoto, tanto que desde el inicio lo difícil no era adivinar quien iba a ganar la contienda interna, sino por cuál margen de diferencia lo haría Madero, arropado por los presupuestos y capacidad organizativa de los gobernadores que se le sumaron. Al parecer, ese margen final sera de dos dígitos, una verdadera paliza.

Porque Rafael Moreno Valle resultó determinante en el futuro de Madero. Imagen, discurso, diseño y planeación estratégica y electoral de la campaña, son algunos de los temas que pasaron por el tamiz del huésped de Casa Puebla. También la incorporación de grupos y operadores. Por si fuera poco, la poderosa estructura morenovallista estuvo a cargo de la elección en seis de los estados con más peso del padrón panista, incluido por supuesto Puebla, donde literalmente arrasaron a las huestes corderistas, tanto que la derrota forza el retiro politico de, por ejemplo, un muy hablador Fernando Manzanilla, a quien solo los ilusos le adjudican los triunfos del morenovallismo en 2010 y 2013; nada más absurdo que eso. Volvieron a minimizar a Moreno Valle y este los volvió a aplastar.

Porque la elección en el PAN fue una apuesta arriesgada y terminó por convertirse en un asunto de sobrevivencia para el grupo morenovallista, acostumbrado cada vez más a jugar a vida o muerte, el todo o nada. Cualquier proyecto futuro de Moreno Valle, sea en el 2018 o después, pasaba por el triunfo de Madero y toda la maquinaria se puso a andar para conseguir ese objetivo clave. Una derrota hubiese significado no la muerte, pero sí un severo golpe para Moreno Valle y sus colaboradores y el replanteamiento de todo el 2015, 2016 y 2018 poblanos. Hoy, en cambio, el PAN en Puebla solo tiene un gran elector y el PAN a nivel nacional a un nuevo factótum.

Porque Cordero erró la estrategia, optó por la confrontación a ciegas y nunca logró adueñarse del “cambio” como bandera. Nunca puso desligarse de la carga negativa que representaba caminar bajo la sombra de Felipe Calderón y malbarató su escaso capital politico. Nunca creció. Todo lo descalificó. Y ni siquiera fue capaz de decirle a los panistas por qué él lo haría distinto que Madero. Cordero se convirtió en el “Vázquez Mota del PAN”, marcado como un perdedor nato que se hace acompañar de perdedores natos, como Francisco Fraile y Ana Teresa Aranda en Puebla, quienes tal vez pensaron que ya se había inventado la dirigencia nacional plurinominal y que ahora deberán enfrentar las consecuencias del lodo que lanzaron durante la campaña.

Y porque fue la primera elección interna del PAN en la que el presidente es electo por el voto directo de los militantes, un terreno propio para el que más mañas y billete invirtiera y un escenario en el que Madero y sus aliados se mueven como peces en el agua. Un ingenuo y extraviado Cordero jugó como si se tratase de elegir a la flor más bella del ejido; Madero y sus aliados, en cambio, se prepararon para la guerra y en efecto: una guerra libraron y una guerra ganaron, dejando de lado todas las especulaciones y todo el ruido generado durante las batallas. Porque las elecciones son como las finales de futbol: no se juegan, se ganan.

Y a las evidencias hay que remitirse:

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gar_pro@hotmail.com

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