UNA BOLSA DE HIELO EN LA CABEZA

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Dicen, y dicen muy bien, que en política no hay casualidades ni hechos fortuitos. Es, de hecho, desde esa óptica que debe leerse la sorprendente presencia de Melquiades Morales Flores en la gira que el pasado martes realizó Rafael Moreno Valle por Santa Catarina Los Reyes, lugar de origen del ex gobernador y jefe de un clan político con enorme poder e influencia en la Puebla de nuestros días, con ascendencia moral en muchos de actuales protagonistas de la salvaje vida pública local.

El mandatario estatal invitó a quien fue su mentor -en varios sentidos- a la inauguración de la planta de tratamiento de aguas residuales del pueblo del municipio de Esperanza que vio nacer al ex delegado del PRI en Oaxaca y actual presidente de la Fundación BUAP, un viejo lobo de mar que hace política desde que amanece hasta que anochece, un priísta notable que con la edad se va volviendo más sabio y por el que ha pasado buena parte de la historia contemporánea de Puebla. Un político olvidado por quienes no ayudó pero odiado y menospreciado, paradójicamente, por aquellos a los que dio todo, tan ingrata e injusta es la vida y sin duda la política.

Melquiades Morales representa un mensaje en sí mismo: por más que tenga detractores, por más que haya cometido errores durante su sexenio, por más que se le adjudique tal o cual exceso o abuso en el ejercicio del poder –del que ha gozado tanto como padecido-, es uno de los pocos ex gobernadores que puede darse el lujo de pasear tranquilo por las calles del Centro Histórico.

Es, además, el poblano más cercano sin duda a uno de los más acérrimos y peligrosos enemigos de Moreno Valle: el diputado Manlio Fabio Beltrones, operador de varios de los ataques directos o indirectos so pretexto el caso Chalchihuapan y la lamentable muerte del menor José Luis Alberto Tehuatlie Tamayo, de la que penosamente se sigue lucrando las 24 horas del día bajo disfraces tales como el de la “justicia”, la “libertad de expresión” y/o el periodismo “puro” y “crítico”. Como este miércoles que se pusieron en la boca del presidente de la CNDH, Raúl Plascencia, palabras que no dijo para hacerlo decir que va a “enjuiciar políticamente” al gobernador, algo más falso que un billete de 10 mil pesos y que ni siquiera sugirió el ombudsman como se desprende del audio original.

Melquiades Morales fue, pues, invitado especial a la gira por Santa Catarina Los Reyes, toda una declaración de intenciones.

En especial cuando Moreno Valle, en un claro ejercicio de humildad y gratitud, reconoció la trayectoria de quien, dijo, representa la cultura de la superación y de quien aprendió que “todos los poblanos somos iguales ante la ley”.

Y es que, ciertamente, durante su gobierno Melquiades Morales fue un ejemplo en la materia; tanto que a cada ataque, a cada golpe, a cada sobresalto, siempre respondió con serenidad y paciencia.

Con más inteligencia que hígado.

Tanto que acuñó una frase ya célebre y que aplicó siempre, sin falta, ante toda clase de contingencia: hay, decía, que ponerse “una bolsa de hielo en la cabeza”.

Algo que hoy tal vez muchos deberían hacer.

Muchos que borrachos de protagonismo, sedientos de venganza, queriendo pasar como los más listos o los más valientes, se extraviaron en el camino de la estridencia, hundidos en su propia bilis (véase el caso, por ejemplo, de Ana Teresa Aranda, un curso intensivo y práctico de resentimiento e hipocrecía).

Y es que ya ni siquiera disimulan sus verdaderas intenciones.

Son burdos.

Perdieron el estilo.

Van al bulto.

Al descontón.

A la diatriba.

A la farsa vestida de propaganda.

A la falsificación y patológica manipulación de lo evidente.

Y es que se entiende que en esa maravillosa herramienta de comunicación llamada Twitter –también un buen identificador de idiotas y egocéntricos- se lean descalificaciones de una bajeza imperdonable, que por supuesto no sostendrían de ninguna manera en un cara a cara. Pero lo que no se entiende ni se justifica es que esas mismas barbaridades, nacidas por lo común de lo más bajo del ser humano –como los complejos, las envidias o los resentimientos-, aparezcan al día siguiente en las portadas de los periódicos.

Sí, Melquiades Morales –él mismo víctima de la traición, y sobre todo de la traición periodística, y de la ingratitud- representa un mensaje en sí mismo.

Ojalá que esta vez sí se le escuche.

Tirios y Troyanos.

Buenos y Malos.

“Morenovallistas” y “antimorenovallistas”.

Blancos y negros.

Urge que todos se pongan –nos pongamos- “una bolsa de hielo en la cabeza”.

Por el bien de Puebla.

gar_pro@hotmail.com

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