1. Metido en su juego reeleccionista, el presidente de la CNDH, Raúl Plascencia, intentó quedar bien con todos y con nadie: por un lado apuntó sus misiles al secretario de Seguridad Pública, Facundo Rosas Rosas, y al procurador general de Justicia, Víctor Carrancá, a quienes culpó prácticamente de la muerte del menor de Chalchihuapan José Luis Tehuatlie Tamayo, y complació así a quienes clamaban por “sangre” y “justicia”; por el otro, sin embargo, dejó a salvo de cualquier responsabilidad al gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, a quien además se la puso fácil, pues éste no tenía más que anunciar –como ya anunció- que aceptaba sus recomendaciones para evaporar la supuesta “amenaza” de llevarlo a juicio político, previa comparecencia ante el Senado. En su circo de varias pistas, el doctor Plascencia cree haber salido victorioso, ganado la partida de ajedrez y quedado bien con todos… y con nadie. Juego perfecto a nombre de los sacrosantos Derechos Humanos.
2. La política y el afán de permanecer por un periodo más al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, no otra cosa, fue lo guió de principio a fin el comportamiento del ombudsman en el caso de “violaciones graves” en Puebla. Muestra de lo anterior es que, para llegar a sus conclusiones y recomendaciones, prefirió minimizar e incluso desestimar dictámenes claros de la División Científica de la Policía Federal, los cuales comprobaron sin margen de error que Tehuatlie murió lamentablemente a causa de una onda expansiva a consecuencia del estallido de un cohetón lanzado por los propios vecinos de Chalchihuapan, para en su lugar ceder ante los grupos de presión que le exigían otra versión, una más creíble y más cercana a sus verdades a medias y mentiras completas: el “Niño Héroe de Chalchihuapan” murió, dijo Plascencia, por un proyectil lanzado por la Policía de Puebla; ni bala de goma, como quería La Liga de la Justicia, ni onda expansiva, como se probó hasta la saciedad pero se ignoró porque la percepción le ganó a la realidad y al ombudsman de ninguna forma le convenía acreditar la hipótesis defendida por el gobierno del estado, pues hacerlo lo terminaría de marcar como “cómplice” y “tapadera” de Moreno Valle, algo riesgoso para alguien con aspiraciones como él. Plascencia optó por una decisión intermedia, más salomónica que verdadera, para quedar bien con Dios y con el diablo.
3. En ese sentido es claro, y revelador, el párrafo del comunicado en el que el gobierno del estado anunció que acepta totalmente las 11 recomendaciones de la CNDH: “El dictamen correspondiente, publicado el día de hoy, enriquece la información sobre los lamentables acontecimientos y se suma a las investigaciones sobre el caso, conducidas por la División Científica de la Policía Federal y la Procuraduría General de Justicia del Estado de Puebla, las cuales ofrecen distintas conclusiones sobre la causa directa de la muerte de José Luis Tehuatle Tamayo”, señala el boletín. Es decir: aunque el gobierno acepta y acatará todas y cada una de las recomendaciones de la Comisión, cree que las apreciaciones de la CNDH son incorrectas -pero políticamente útiles para que el ombudsman gane la credibilidad que no tiene- y que las conclusiones de la División Científica de la Policía Federal, que demuestran la teoría de la onda expansiva, son algo más que meras “opiniones”, como dijo el ombudsman. Es muy, muy raro que Plascencia haya privilegiado el testimonio de dos supuestos testigos que juran haber visto cómo a ¡200! metros un policía lanzaba un cilindro de gas lacrimógeno golpeando a José Luis Tehuatlie, en lugar de retomar y avalar los sendos dictámenes de la mismísima Policía Federal, publicados una y otra vez, y jamás desmentidos, por diversos medios de comunicación, pese a la profusión de peritajes, videos y fotografías. Por supuesto que pesaron más las consideraciones de carácter político en la CNDH que el afán de llegar a la verdad. Es evidente que hay imprecisiones y contradicciones, que dejan muy mal parado al organismo “defensor” de los derechos humanos, pues terminó por crear una verdad a modo, una verdad conveniente, una verdad política de coyuntura, y que provocan más dudas que certezas.
4. A pesar de sus juegos de artificio y de la espectacularidad de algunas de sus cifras (en el choque entre la policía y los habitantes de Chalchihuapan, se dijo, se dispararon ¡478! cartuchos de gas lacrimógeno), así como de algunas verdades irrefutables, como que hubo sin duda uso inadecuado y negligente del armamento por parte de los uniformados y sus jefes inmediatos, el dictamen de Plascencia dejó en medio de una enorme contradicción –o frustración- a los antimorenovallistas de ocasión. Y es que no supieron qué hacer: si celebrar porque en algunas partes, no en las fundamentales, el doctor Plascencia les dio gusto, o lamentarse y ponerse a llorar, pues lo verdaderamente importante y lo que en realidad esperaban, es decir, una condena y censura tácita y directa al gobernador, que prácticamente lo sacara de Casa Puebla y por supuesto del proyecto 2018, no llegó nunca. Para su desgracia, Moreno Valle es y seguirá siendo gobernador hasta el fin de su periodo constitucional y sus aspiraciones presidenciales siguen tan vigentes como hasta antes del 9 de julio, sólo que ahora, por supuesto, con la sombra de este caso en su expediente y doble o triplemente más difícil de aquí en adelante. Moreno Valle no fue “derrocado”, no renunció, no fue “enfermado”, no será enjuiciado políticamente, no “desaparecieron” los poderes, y mucho menos hubo el anunciado “golpe de Estado” técnico que, según algunos loquitos de imaginación febril, iba a operarse desde Los Pinos y el PRI nacional so pretexto el caso Chalchihuapan. Los fundamentalistas podrán festejar lo que suponen una “victoria” del tamaño de su hambre, sus traumas y de sus fobias, victoria pírrica, pero fracasaron, y rotundamente: ni tumbaron al gobernador ni le sacaron el convenio publicitario millonario (¿qué eran: 5 millones?) con que pretendieron chantajearlo usando cínicamente el cadáver ensangrentado de un inocente niño. Ya será para la otra.
5. Más inteligente, y hasta más noble, honesta y digna, que algunos fanáticos y kamikazes de las redes sociales y de algunos pasquines digitales como Central o Cambio, hasta doña Elia Tamayo, la madre de José Luis Tehuatlie (QEPD) y principal víctima de esta tragicomedia a la poblana, fue capaz de advertir las dobles y hasta triples intenciones del presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos: “No se tocó al gobernador”, dijo, entre el enojo y la decepción, tras conocer el dictamen de Plascencia. Y sí, en efecto, no se tocó realmente al mandatario estatal, para pena, y tragedia, de quienes anunciaban el fin del mundo y del surgimiento de una “nueva era” en el estado, como el diputado federal priísta Enrique Doger, quien por cierto va dos veces que se equivoca: la primera, cuando auguró la caída de su actual jefe político, Mario Marín, en el marco del caso conocido como Lydiagate, y la segunda, ahora, so pretexto el caso Chalchihuapan. Ahí está el caso, para completar el cuadro, de aquel seudoperiodista de gruesa piel grasa que mientras le tundía a Moreno Valle con ese fin, vendía literalmente a la novia por 15 mil míseros pesos ante un diputado del PAN, a la vez que extorsionaba al alcalde de Puebla para a río revuelto arrancarle un jugoso contrato de publicidad, pero como éste no quiso entrar al juego, el seudoperiodista perversamente empezó a golpearlo en público para en privado pedirle “x fis” (sic) que entrara en razón, llamarlo “amigo” y decirle que lo estimaba y que “esto no debió pasar” (resic). Tan sólo una de tantas historias de corrupción, hipocresía y mentiras a lo largo de estos días en que hemos asistido más que a una investigación de “violaciones graves” de los derechos humanos, a uno de los primeros grandes capítulos de la lucha por el poder en Puebla, de cara al 2016, y a nivel federal, frente al 2018, guerra absoluta que ya se está librando. Porque ese, no otro, es el tema de fondo y Moreno Valle, tras el caso Chalchihuapan, ya está advertido del tamaño y de los peligros de jugar en las ligas mayores; sabe, también, quienes son sus amigos y quienes sus enemigos; cuáles sus aliados y cuáles sus adversarios; con quienes sí cuenta y con quienes no, con todo lo que ello implica.
6. Por supuesto que desde que se conoció al medio día de este jueves, el dictamen de la CNDH sobre el caso Chalchihuapan ha sido leído e interpretado según los intereses, las fobias, las filias, los compromisos, las convicciones y las intenciones evidentes y ocultas de cada quien, con total y absoluta libertad. Bien dicen que las cosas se ven como quieren verse y como a cada quien le ha ido en la feria. No obstante, el diablo está en los detalles, y en ese sentido, se puede afirmar que el dictamen de Raúl Plascencia contiene algunas aberraciones y no pocas incoherencias que, dentro de una lectura global, le restan credibilidad y seriedad. Veamos tres de ellos:
En la página 127, párrafo 347, quinta línea, del documento, la CNDH reconoce que el dictamen de mecánica de lesiones, gracias al cual se estableció que la lesión al menor de edad fue causada por un cohetón, al haber reproducido la explosión en una cabeza de animal, fue realizado por un perito de la Policía Federal el 12 de agosto de 2014. Sin embargo, en sus conclusiones, cambió la versión y terminó por decir que se trató de una mera “opinión”, una prueba más de la supremacía del criterio político y populista utilizado por el ombudsman para juzgar el caso Chalchihuapan, en coincidencia con su obsesión de reelegirse.
En la página 107, párrafo 280, señala que “derivado de la información proporcionada por la SEDENA y demás investigaciones realizadas por la CNDH, se demostró que las “balas de goma” que supuestamente recogieron los manifestantes el 9 de julio en el lugar de los hechos, no fueron empleadas por los policías estatales.”. Es decir, los manifestantes mintieron, pues tal fue la versión que defendieron hasta el final: que el menor murió por una “bala de goma”, una fantasía en toda regla, producto de elucubraciones y calenturas políticas de gente como la diputada del PRD Roxana Luna, la gran primera manipuladora de la verdad, lo primero que murió aquel día del desalojo en la autopista a Atlixco; no obstante, ello no influyó en el criterio final del ombudsman, quien además por sus pistolas omitió olímpicamente los dictámenes de la Policía Federal, una policía –hasta donde se sabe- seria y profesional.
Y en las páginas 173 y 174, párrafos 508, 509, 510 y 511, la CNDH observa que el presidente auxiliar de San Bernardino Chalchihuapan, Jairo Javier Montes Bautista, no ha comparecido ante la PGJ, no obstante que éste fue citado a declarar y existen evidencias de que incitó a un grupo de personas a cometer diversos delitos, incluyendo lesiones y privación ilegal de la libertad a los policías. Igualmente, la CNDH reconoció que el edil auxiliar mintió, pues estuvo presente en el lugar de los hechos y existen imágenes de él con un bastón de policía (PR-24) que arrebató y utilizó para agredir a un elemento de la Policía Estatal. Pese a ello, Montes Bautista no fue tocado ni con el pétalo de una rosa por el ombudsman, pese a ser el principal instigador de la violencia y por ende, en el fondo, uno de los grandes culpables –no el único- de la muerte del menor de edad. Doble criterio, doble rasero, en una CNDH que presume de objetividad y verticalidad.
7. Finalmente, como lo escribí a finales de julio, sigo pensando que más allá del dictamen de la CNDH y sus criterios políticos, y más allá de la polémica y mal interpretada #LeyBala, que irónicamente buscaba evitar precisamente lo que pasó en la autopista a Atlixco (y hoy, en México, cualquier grupo puede bloquear una vía de comunicación sin que la autoridad pueda intervenir), Facundo Rosas Rosas “debe reconocer que hubo garrafales errores tácticos en el operativo de desalojo, que él fue el responsable directo, directísimo, de lo sucedido pues estaba hasta la cúspide de la cadena de mando en el terreno de los hechos; que ni siquiera se siguió un protocolo y que por eso tiene, como dice la frase popular, que “cargar con el muerto”, uno más a su abultado currículum en la material (…) Por bien suyo y del gobierno al que todavía sirve, el secretario de Seguridad Pública deberá dar un paso al lado, pues su posición, termine como termine esta historia, es total y absolutamente insostenible desde cualquier punto de vista- no sólo desde el político- para lo que resta del sexenio en el que, por alguna razón, se prescindió de los militares para encargarse de la SSP.”.
De hecho, la primera recomendación realizada este jueves por la CNDH, en el sentido de abrir un procedimiento de responsabilidad al titular de la SSP, así como al personal de dicha institución que participó en los acontecimientos del 9 de julio de 2014 en el municipio de Ocoyucan, con motivo de las violaciones graves a los derechos humanos, es la gran oportunidad para, sí, deshacerse de quien, fiel a su origen, leyó mal nuevamente las coordenadas entre el restablecimiento del orden y el uso (o abuso) de la fuerza pública, y en el pecado llevará la penitencia.
Por la salud del morenovallismo, pero sobre todo por el bien de Puebla.