AJALPAN: BARBARIE EN TIEMPOS DE REDES SOCIALES

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Que Ajalpan no sea el Ayotzinapa del morenovallismo. Tal es hoy, guardando las proporciones, la ocupación más importante en el gobierno del estado de Puebla, que tarde pero finalmente empezó a aplicar un muy necesario control de daños para recuperar la ofensiva política, legal y mediática, y llenar los vacíos que se estaban creando con la crisis, sobre todo en la nueva ágora virtual: las redes sociales.

Y es que pronto, muy pronto, empezó a extenderse una idea central: si Chalchihuapan representó en los hechos el uso excesivo de la fuerza, en Ajalpan, ante el abominable linchamiento de dos jóvenes inocentes, fue la pasividad policiaca; ganó el “miedo” a repetir los errores del pasado reciente, cuando las cosas se salieron de control y el desalojo en la autopista a Atlixco terminó en auténtico desastre político.

Esta vez, a diferencia de Chalchihuapan, nunca llegó la orden para intervenir y contener a la turba, o llegó demasiado tarde, cuando ya habían sido quemados los hermanos encuestadores, confundidos con secuestradores.

Lo paradójico es que todos los poblanos, sin excepción, coinciden en que si había un momento para aplicar la famosa –y muy polémica- Ley Bala, ese momento era la noche triste -y oscura- en que un pueblo ignorante y cavernícola decidió hacerse justicia por propia mano, y celebrarlo por todo lo alto subiendo a la súper carretera de la información videos, fotos y selfies que retrataron, con toda su crudeza y salvajismo, la fiesta de sangre y cenizas.

Ante la magnitud y dimensión del linchamiento, nadie en su sano juicio habría reprochado al gobierno estatal el uso legítimo, y completamente legal, de la fuerza pública para frenar a como diera lugar lo que terminó siendo una verdadera barbarie, tanto que hasta el término se queda corto ante las imágenes que hemos visto de lo ocurrido.

Sobre todo en redes sociales, el reino del Homo Twitter, asesino de ese viejo Homo Videns que quería Sartori. Ese lugar virtual donde ahora se construye cotidianamente la “ciudadanía” y se definen los “valores” y las pautas sociales.

Y es que si hay algo que las redes sociales respetan es su trato irreverente a todo lo que circula en sus entrañas. El caso del linchamiento en Ajalpan no es la excepción, pues no ha escapado a la ironía y al humor negro de los internautas, incluyendo a personajes de reconocimiento nacional como el monero Antonio Helguera.

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De hecho, ya no son pocos los sucesos donde la realidad supera a la ficción, o en el caso de las redes sociales a los memes. Tal es el caso del tristemente célebre “Capitán Ajalpan”, presumiblemente un habitante de la región que deja escapar media panza debajo de la sudadera del Capitán América -de ahí el mote-, pero sonríe a la cámara –seguramente un Smartphone- mientras los cuerpos de los encuestadores se calcinan. Una escena macabra que resume el baile de las hienas y que, penosamente, nunca se nos va a borrar de nuestra memoria.

Hasta hoy, si uno teclea el nombre del municipio en el buscador de imágenes de Twitter, lo que arroja es un mosaico oscuro con los resplandores de las flamas, pero sin lugar a dudas destaca la escena, esta escena paradigmática que bien evoca a algunas de las peores atrocidades cometidas por los nazis en Europa.

No ha pasado una semana y el “Capitán Ajalpan” ya ostenta dos cuentas en redes sociales: una en Twitter acercándose a la centena de seguidores y otra en Facebook, con apenas un Me Gusta. En su descripción se hace llamar el antihéroe mexicano, icono de la “falta de humanidad y el grado de inconsciencia colectivo en México” (sic).

El dato curioso es que el “Capitán Ajalpan” –que ojalá esté entre los detenidos que este jueves dio a conocer la Procuraduría General de Justicia- no sigue ninguna cuenta local, en cambio sí a periodistas y editorialistas nacionales, figuras del espectáculo y políticos, entre ellos a Ricardo Anaya Cortés, dirigente nacional del PAN, que a su vez sigue al “antihéroe”.

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Las imágenes, los videos –el más crudo, y el más duro, el dado a conocer por el periódico 24 Horas de Puebla- y las miles y miles de notas informativas sobre el linchamiento ocurrido en el municipio se multiplican; en tanto, el nombre del municipio a lo largo de la semana no baja del trendig topic en Twitter, empujado por cuentas de medios nacionales e internacionales.

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Mientras, YouTube continúa recibiendo los videos de la noche trágica, la noche que nos avergüenza a todos.

A 48 horas del suceso, YouTube ya reportaba más de 70 videos sobre el caso, contando notas periodísticas locales y nacionales, así como la recopilación de blogueros.

Pero poco más de la mitad se trataba de las imágenes con los hechos violentos: la patrulla incendiada, el apedreo a la presidencia municipal y, por supuesto, la hoguera improvisada ardiendo con los cuerpos de los dos encuestadores confundidos con secuestradores. En suma, la reproducción de estos videos ya alcanzaba 148 mil visualizaciones. Y contando…

Con respecto a Twitter, a tres días de que los pobladores incendiaran a los jóvenes encuestadores, “Ajalpan” aún se mantenía como Tendencia dentro de los 10 primeros sitios; a 48 horas la palabra “linchamiento” también figuraba, aunque en la posición 18.

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Los números, estos números, sin duda, explican el control de daños gubernamental y conducen a una serie de cuestionamientos:

¿Son las redes sociales la mejor forma para informarse al momento y sin censura? ¿O su función ahora se reduce a una apología del morbo? ¿Son verdaderas generadoras de opinión?

¿De qué tipo? ¿Con qué efectos?

¿Y a qué le tiene más miedo hoy la clase gobernante de nuestro país: a linchamientos como el de Ajalpan, donde las omisiones expusieron debilidades estructurales, o al linchamiento de otra clase de turba, la turba tuitera y facebloguera; esa masa crítica que ya constituye una especie de quinto poder, pues evidentemente tiene la gran virtud de salir del control o dominio de los sistemas por sus características intrínsecas asociadas a la independencia y a la libre expresión de las ideas.

En este punto en particular vale la pena mostrar algunas de las respuestas que los internautas vertieron luego de producirse la matanza, pues si bien manifestaron su indignación por algo que calificaron de atroz, su juicio osciló entre el descrédito a la población, la respuesta de los gobiernos municipal y estatal, y el (impostergable) castigo a los culpables de una manera similar: abrasados hasta la muerte.

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Sí, sin duda: Ajalpan: barbarie en tiempos de redes sociales.

gar_pro@hotmail.com

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