ARMENTA, EL ENTERRADOR DE BLANCA ALCALÁ

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El fracaso de Blanca Alcalá tiene en Alejandro Armenta Mier a uno de sus principales responsables. Sin contar a Jorge Estefan Chidiac y el yerno Édgar Chumacero –dignos de un análisis aparte-, es el gran enterrador de la candidata del PRI a la minigubernatura y el culpable de que esta no haya sido tomada nunca en serio por los votantes reflexivos e informados, la mayoría indecisos.

El coordinador formal de la campaña no supo ni pudo entender cómo se debía encarar esta elección, que demandaba cabeza fría, estrategia de precisión y mucha, mucha inteligencia.

Armenta no sólo no logró tomar el timón y su injerencia fue siempre deficitaria; fue incapaz de medir al adversario para generar el antídoto. En lugar de eso, sólo atinó al enfrentamiento. El enfrentamiento burdo, producto más de la impotencia que de la entereza.

Sumado a su falta de talento, se perdió en sus excesos, y defectos de carácter, y se extravió en medio de una torpeza difícil de tapar con sus conocidos exabruptos.

Su solo nombramiento oficial, aunque en lo real fue relegado prematuramente, causó fracturas y pleitos internos. Todos en el equipo blanquista tienen algo malo que decir de él o un amargo sabor de boca en algún momento.

Contrario a lo que muchos pensábamos o con lo que muchos nos engañábamos, el ex presidente municipal de Acatzingo (aunque nació en Izúcar de Matamoros), quien alcanzó niveles de aparente estatura política y madurez durante el marinismo, es en realidad un político de niveles rastreros, sin capacidad de análisis, que no se prepara ni está capacitado, que se auto-caricaturiza y que reacciona como bravucón de cantina.

Más allá del mito de que es el “consentido” del secretario de Gobernación para 2018 en Puebla, ha decepcionado a todos, incluido Miguel Ángel Osorio Chong. Ya no se le ve en esa competencia.

Armenta se comporta todavía como ese muchacho provinciano –ahora con muchos años más–, el bigotón veinteañero, que llegó a presidente de su pueblo y que caía bien por pedestre y ramplón, pero que hoy es una pena andante.

Este martes fue el acabose cuando presentó un documento apócrifo sobre un supuesto plan “perverso” para “desestabilizar” la elección y embistió a gritos y sin ningún sentido al presidente nacional del PRD, Agustín Basave, en el patio del Senado y frente a los medios de comunicación.

No conforme con eso, hace unas horas, en el peor momento: la víspera del 5 de junio, tuvo la ocurrencia de presumir su mojigatería y anunciar que votará en contra de la iniciativa presidencial sobre matrimonios igualitarios, en una abierta rebelión frente a Enrique Peña, lo que en el lenguaje priísta es un verdadero desafío que no creo le abone a su candidata Blanca Alcalá.

Este no es el primer papelón que arma Armenta, quien es cinta negra en Karate Do, pero que de autodisciplina y autocontrol sabe muy poco, pues incluso en el pasado ha amenazado con golpear a sus propios compañeros de partido. Basta con preguntar a Víctor Giorgana.

También ha tenido muy graves roces con el yerno de la candidata, Édgar Chumacero -otro caso-; el subsecretario de la Sedatu, Juan Carlos Lastiri; el delegado del IMSS, Enrique Doger, y hasta con “Lord Relojes”, el delegado Rogelio Cerda.

Armenta le ha restado y dividido a Alcalá mucho más de lo que le sumó y le pudo haber multiplicado.

Tuvo mucho hígado y poco cerebro.

Aquel hombre que fue el dirigente estatal del PRI cuando este partido fue echado a patadas de Casa Puebla, y que ha ocupado diversos cargos como la dirección del Registro Nacional de Población, y que fue incluso el Plan B de Mario Marín Torres para la gubernatura en 2010, es hoy una caricatura.

¿O será que siempre lo fue, pero al cobijo del marinismo no lo notamos?

Con las agresiones a los suyos, la filtración del discurso de arranque formal de campaña de Blanca Alcalá, por ahí de finales de marzo; los shows en la oficina de su colega, el diputado federal panista Eukid Castañón; los más recientes espectáculos en el Senado; las marchas y los discursos de pleito, de arranque visceral cantinero, y muchas otras anécdotas y papelones que ha protagonizado, Alejandro Armenta Mier ha sepultado ya su propia carrera política.

Ese muchacho avejentado, quien presume su filosofía oriental, que comenzó su campaña a la diputación federal el año pasado haciendo referencia a que las contiendas electorales son un kumite (combate o pelea), y que agradeció ese día a su maestro Koichi Choda Watanabe sus “enseñanzas”, ha dejado en claro que no está para las grandes, ni siquiera para las medianas ligas, pero que bien podría buscar de nuevo la alcaldía de Acatzingo.

¿O me equivoco?

gar_pro@hotmail.com

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