¿Y TÚ LE CREES A LASTIRI?

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Sabedor de que el fracasado sexenio gubernamental de Enrique Peña Nieto ha entrado en cuenta regresiva, el subsecretario de la SEDATU, Juan Carlos Lastiri Quirós, sigue obsesionado con su desarticulada y cínica campaña en busca de la gubernatura de Puebla, usando –y abusando de- las estructuras, los recursos y el personal del gobierno federal.

Alejado en tiempo de los mítines institucionales a los que deben asistir obligatoriamente las beneficiarias de Prospera y de la malograda Cruzada Nacional Contra el Hambre, Lastiri vuelve una y otra vez a lo suyo, a lo que tan bien le sale.

Es decir, la promesa eterna, el engaño y la burla.

Lo hace con el dirigente estatal del PRI, Jorge Estefan Chidiac, a quien no termina de reprocharle que haya afirmado que la senadora Blanca Alcalá sigue siendo “el mejor perfil” para pelear Casa Puebla en 2018.

Lo hace con Enrique Doger Guerrero, a quien le jura y perjura que lo apoyará en caso de que él, el delegado del IMSS, resulte el candidato a la gubernatura.

Lo hace con Blanca Alcalá, a quien en 2016 engañó como a una niña de preescolar: la impulsó para que fuera la candidata y luego la abandonó a su suerte, e incluso le operó en contra para contribuir a su estrepitosa derrota.

Lo hace con los presidentes municipales y con las frustradas e ilusas bases priístas de Puebla, a quienes asegura que él representa la única salvación del partido y promete que ahora sí les cumplirá la perpetua palabra empeñada.

Todo, en realidad, es una farsa.

Porque lo cierto es que Lastiri sabe a la perfección que los números no le favorecen.

Por más dinero público que invierte, por más que compra e infla padrones, por más que lucra con los programas de las dependencias en las que tiene influencia: la SEDATU y la Sedesol; por más que llena de acarreados sus desabridos mítines, no crece en las encuestas.

Ni con levadura.

Y lo peor: mientras más lo conocen los poblanos, sus negativos aumentan más y más, y cae su intención de voto.

Juan Carlos Lastiri, empero, conoce, y muy bien, su juego.

Por eso, continúa pintando bardas, subiendo anuncios espectaculares, pagando portadas de revistas de sociales y promoviéndose para la “grande”.

Está consciente de la ingenuidad priísta y que gracias a ésta todo, todo es posible.

Su objetivo es pelear hasta el final la candidatura al gobierno del estado con la verdadera intención de obtener otra posición, en concreto una senaduría o una diputación federal, y así seguir montado en la cómoda (y muy generosa) estructura gubernamental con el fin de seguir satisfaciendo sus intereses y los de algunos de sus más cercanos compadres y amigos.

Sabedor también del desprestigio que arrastra la marca PRI y de su poca agraciada imagen física, Lastiri ha dejado de presumir su cercanía con los hombres más allegados a Peña Nieto, como lo hacía en los albores sexenales y como en su momento -y de manera obvia- se desmarcó del grupo marinista, gracias al cual gozó de las delicias del poder.

Sin una propuesta interesante ni definida, hablando sin decir nada, casi no pasa un día sin que Lastiri salga a declarar a los medios informativos su interés de ser gobernador, usando el trillado discurso de la siempre anhelada y jamás lograda unidad priísta.

Que Lastiri se burla de las bases del PRI, es una verdad irrefutable; de ello, muchos militantes alojados en el orfanatorio priista ya se dieron cuenta, otros pronto lo descubrirán y los menos, los beneficiarios de su rapacidad, seguirán conformando la parasitaria burbuja danzante alrededor de las migajas que caen de su voraz e insaciable apetito de riqueza.

Es claro que Lastiri no tiene amigos, a lo más tendrá compadrazgos sustentados en negocios, negocios que lo hacen el priísta más vulnerable; los demás, los demás son para él ánimas ilusas hambrientas de poder.

Y como dijo el extinto Hugo Chávez: “…y los muy pendejos que le creen”.

gar_pro@hotmail.com

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