No se cansa. El subsecretario de la SEDATU, Juan Carlos Lastiri, busca a toda costa el mejor camino para hacerse de la candidatura a gobernador por el alicaído PRI poblano, alejado del manto protector de un dirigente nacional que está muy lejos de ser líder del tricolor.
El funcionario federal ha planteado una y otra vez que la elección del abanderado tricolor sea por consulta a las bases priístas, porque la intención del voto no le ha favorecido en las encuestas pese al derroche económico que ha realizado. De hecho, los únicos ganadores de esta estrategia son quienes le venden portadas de revistas y anuncios espectaculares.
El priísta originario de Zacatlán quiere emular lo realizado por Melquiades Morales Flores en 1998 cuando el futuro embajador de México en Costa Rica ganó la candidatura a gobernador a través precisamente de la consulta a la base; sin embargo, las circunstancias políticas eran muy diferentes a las de estos tiempos.
Entonces, el mandatario estatal era Manuel Bartlett Díaz, hoy seguidor de Andrés Manuel López Obrador; tenía como su “delfín” al tecnócrata José Luis Flores Hernández. Sabedor de que ser ajeno a la nomenclatura bartlista lo ponía en una situación de desventaja, Melquiades Morales propuso esta vía de elección interna, apoyado por la fuerza popular que había acumulado por varios años de trabajo en tierra y la acumulación de cientos, tal vez miles de compadres en el camino.
Bartlett Díaz cedió a la presión por una razón única: era precandidato del PRI a presidente de la República. Y tenía que demostrar apertura y madurez política, porque demócrata nunca ha sido –como bien sabe López Obrador, sólo que “El Peje” finge demencia por así convenir a sus intereses y ambiciones de poder-.
Hoy, Juan Carlos Lastiri no tiene de lado esta coyuntura. Todavía peor: carece de popularidad e incluso de conocimiento entre la población en general para ser competitivo.
¿Cómo pretende el subsecretario federal que se organice una consulta a la base si el PRI adolece de un padrón confiable de militantes, en el cual aparecen conocidos empresarios y hasta periodistas sin ninguna filiación política conocida?
Dueño de una considerable fortuna hecha al amparo de los puestos públicos que ha ocupado, punto que en su momento será un verdadero dolor de cabeza para sus aspiraciones, Juan Carlos Lastiri le apuesta a la estructura que ha creado en todo el estado y que básicamente se concentra en las delegaciones de la Sedesol y la SEDATU –que controla mediante Juan Manuel Vega Rayet y Juan Manuel López Arroyo-, así como en una veintena de presidentes municipales que lo obedecen ciegamente debido a los generosos recursos federales que el zacatleco logra bajarles para que puedan hacer jugosos negocios personales con la obra pública.
Mañoso, el subsecretario de la SEDATU cree que sus rivales internos (Blanca Alcalá, Enrique Doger y Javier López Zavala, principalmente) van a morder la zanahoria que no se cansa de mostrarles, y que aceptarán a ciegas una consulta a la base para elegir al candidato a la gubernatura para 2018.
Lo cierto es que la propuesta de Lastiri no tiene ninguna viabilidad, ni técnica ni política ni jurídica.
Es más: una elección interna con certidumbre sólo será posible cuando el PRI poblano cuente con una lista seria de militantes con credencial.
De otra forma, hoy sólo le abriría el paso al gobierno del estado, al PAN y otras fuerzas políticas para impulsar al candidato más débil, lo que de seguro fragmentaría al tricolor más de lo que está desde por lo menos 2010.
¿O será que en realidad Juan Carlos Lastiri busca ser impuesto y legitimado desde Casa Puebla mediante una dizque consulta a la base priísta, para fungir de patiño del morenogalicismo, a cambio de impunidad y de que le permitan seguir enriqueciéndose a manos llenas como hasta ahora?
Sí, la duda mata.