QUEMAR SUS NAVES: LA PRUEBA DE AMOR QUE MORENA EXIGE A LOS TRÁNSFUGAS

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Si bien es cierto que el Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) y sus líderes estatales y nacionales han abierto las puertas de par en par a todos los que quieran sumarse, incluso si vienen con estigmas, manchas en su honorabilidad y hasta tufos pestilentes, como el del marinismo, también lo es que se está pidiendo a estos aprendices de tránsfugas varias “pruebas de amor” que entrañan alta dificultad moral, mediática y política.

La primera no les importa a estos personajes que van a tocar las puertas del lopezobradorismo, pero las otras no son tan sencillas. MORENA quiere que, por ejemplo los priístas que se le han venido sumando o amagando con ello, dejen al tricolor azotando la puerta, peleándose con todos, literalmente mentando madres, desgarrándose las vestiduras, escupiendo a sus ex líderes y señalando como delincuentes a los dirigentes de las filas que dejan. De otro modo, si sus desplantes no son suficientes, no habrá la membresía y menos candidatura seguras.

Muchos se han acercado ya sea a Gabriel Biestro, presidente estatal, o a Yeidckol Polevnsky, secretaria general nacional.

Sin embargo, pocos le han entrado por ahora, pues se les piden condiciones que para algunos son complejísimas, ya que hasta les generarían problemas familiares graves.

El requisito innegociable es quemar las naves y no mirar nunca atrás, para no convertirse -como en la bíblica alegoría- en estatuas de sal.

Priístas, perredistas y panistas han sido tentados por la mano izquierda de los morenistas, aunque estos lo nieguen en público y hasta el hartazgo digan que “no hay candidaturas”, sino trabajo para quien quiera unirse a Andrés Manuel López Obrador.

La estrategia es cachar resentidos para menguar al tricolor y, si se puede, también al PAN y PRD, con la suma a MORENA de los supuestos “cuados valiosos”.

Aunque hasta ahora viendo a quienes han sumado a su alineación, eso de “valiosos” queda muy en duda.

La mayor de las pruebas de amor que pide MORENA a los priístas, en este caso, están a la vista en la estruendosa, que no necesariamente efectiva, salida del PRI del diputado federal Alejandro Armenta Mier.

Sus paulatinas acusaciones de exclusión, de la mezquindad de sus compañeros, de la “entrega” del tricolor en Puebla al morenovallismo y de los acuerdos soterrados del gobierno federal con el ex mandatario poblano, fueron pasos construidos en una larga estrategia, a través de al menos cinco meses.

Así, el ex presidente municipal de Acatzingo se ganó el pase para saludar de mano y sacarse la fotografía al lado del mismísimo mesías tropical, en la firma del Pacto por la Unidad de México del 10 de abril.

Ahí, y todavía como priísta, lo que agravió a su bancada y su partido, como le había demandado MORENA, se rozó con la primera plana del lopezobradorismo.

Sintió que era ya uno de ellos.

Pero aún le faltaba dar más.

Fue entonces que Armenta, como chivo en cristalería, comenzó a despotricar contra su líder en San Lázaro, César Camacho Quiroz, a quien de por sí ya tenía hasta el copete.

Hasta dijo que lo demandaría ante la Procuraduría General de la República (PGR), por cinco mil pesos que le “robaron” de su oficina.

¡Vaya precios que le pone a su lealtad Armenta!

Ni en las rebajas de enero se consigue tan barato un “prestigio“.

Sus adjetivos contra Camacho y otros de sus compañeros, y para denostar a su partido, fueron muy mal recibidos por los priístas en general.

Quienes se veían como sus amigos se sienten agraviados de verdad.

Todavía no se explican ese proceder tan agresivo.

Por supuesto, Armenta ya ni siquiera existe en la página de diputados priístas de esta LXIII Legislatura y todas sus prebendas, incluidas plazas y apoyos económicos, le fueron retiradas.

Finalmente, ya demostró ese “amor” por el tabasqueño y su partido y ya quemó sus naves, pero ni así ha recibido todavía su credencial como morenista y hasta le cancelaron su destape masivo de hace dos semanas.

Por eso es que otros priístas, como el minúsculo políticamente Alberto Jiménez Merino, que no tiene estructura, ni popularidad, ni apoyos, ni recursos, reculó a la “invitación” que dice que le hicieron los morenistas.

El sembrador de plátanos, papayas e higos terminó acobardándose como siempre ha hecho en su vida.

Ahora, ya no busca una buena posición en el PRI; lo que caiga le viene bien.

Lleva dos meses rogándole al presidente estatal del tricolor, Jorge Estefan Chidiac, que le dé alguna posición en la administración pública.

Se conforma con ser un burócrata de medio pelo más.

Estefan ya no lo soporta, lo ha tenido que recibir “N” veces con la misma súplica.

Seguramente, por la intervención de su jefe Mario Marín, le acabarán dando un puestecito para que vaya pagando el súper y sus gastos.

Claro, el ex delegado de Sagarpa lo que quiere en dónde meter las uñas.

Por eso ayer pidió perdón de facto a través de sus redes sociales y tuiteó: “Refrendo mi compromiso de seguir trabajando por mi estado y mi país. Reafirmo mi militancia en el @PRI_Nacional Respeto a
todos los partidos” (sic).

Sí, MORENA pide mucho.

No todos pueden con los requisitos.

La prueba de amor es onerosa.

Renunciar de por vida a un posible regreso.

La garantía de que los tránsfugas no podrán desandar el camino.

Andrés Manuel López Obrador quiere de ellos una ofrenda de alma y cuerpo.

Casi, casi un sacrificio azteca.

Una entrega total.

Y total… es total.

gar_pro@hotmail.com

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