CASA PUEBLA 2018: SIN ALIANZAS NO HAY PARAÍSO

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A nivel nacional y en Puebla ya ningún partido tiene la capacidad de obtener victorias en solitario. Pero tampoco en coalición –única estrategia para aspirar a la victoria– consiguen votaciones copiosas que otorguen una legitimidad y un bono democrático incuestionables. Los comicios se ganan hoy con la suma de pedazos, de retazos, de representatividad y de fuerzas políticas. Hay que añadir además la participación de los ciudadanos en las urnas, que a duras penas llega al 50 por ciento o menos. Así, la democracia en el país y nuestra entidad se ve disminuida: la legalidad de los triunfos es válida, luego de jaloneos en las mesas de los tribunales, pero la legitimidad queda deslavada.

Lo apretado de los comicios y la atomización del voto, ya no solamente dividido en tercios, sino entre otras fuerzas incluso menores –que ha quedado al descubierto en los procesos federales de 2015 y 2017 y el local de 2016–, presagia que las elecciones estatales de 2018 se ganarán solamente en una estrategia de alianzas entre partidos.

La disgregación de las preferencias, la suma de esos fragmentos, el aliento subterráneo de candidaturas independientes y hasta la inhibición del voto apartidista, favorecen a los partidos con estructura.

Pero también hay que considerar que si persiste el abstencionismo de casi la mitad o más, los triunfos serán pálidos.

En las últimas experiencias ha sido mínima la relación entre los potenciales votantes y los que llevan al triunfo a una fórmula, como ocurrió en 2016.

Se gana, pero con cifras menguadas si se comparan con el universo total de electores.

La Lista Nominal del estado de Puebla es superior a los 4.3 millones. Sin embargo, en 2016 solamente acudieron a las urnas un millón 925 mil 001 ciudadanos.

El abstencionismo fue el más alto de los últimos 20 años, de 55 por ciento.

La candidatura ganadora que encabezó Tony Gali, con el respaldo de cinco partidos liderados por el PAN, consiguió 45.3 por ciento de los votos emitidos, que ronda un equivalente a 20 por ciento del universo de los potenciales votantes.

Es ahí en donde muchos ven, en Puebla, en el Estado de México, en Coahuila y en Nayarit y en donde usted guste y mande, un problema de legitimidad.

Que solamente un porcentaje menor defina el triunfo, se traduce en que una amplia mayoría rechazó, por omisión o directamente, esa opción.

Un ejemplo actual de esta democracia disminuida está en el Estado de México, en donde si se confirma el triunfo de la coalición que abanderó Alfredo del Mazo, lo habría hecho con algo así como 33 por ciento de los sufragios emitidos, pero que apenas representarían 12 por ciento de la Lista Nominal que supera los 11 millones.

Eso, visto desde otro ángulo, significa que 88 por ciento de los mexiquenses lo rechazaron.

Su legitimidad es mínima y su bono democrático nulo.

De ahí que las elecciones, en buena medida, en el México y en la Puebla actuales, perfilen resultados desde antes de que arranquen las campañas, en la negociación de alianzas suficientes y estratégicamente bien aceitadas.

Por un lado, a los partidos con estructura, en nuestro caso PAN, PRI y MORENA, les convendrá la fragmentación del voto si -y solamente sí- consiguen coaliciones eficientes, aunque sea con fuerzas muy pequeñas.

Todo suma y todo vale en los escenarios cerrados.

Ya ningún porcentaje que aporte un partido, por menor que sea, puede desdeñarse.

Las oportunidades de triunfo en la gubernatura, las posiciones legislativas y las alcaldías, dependen de la suma que los partidos grandes puedan hacer con los satelitales.

Es un ajedrez que demanda precisión y mucha destreza; una guerra de tejido fino aun antes de salir al campo de batalla.

En este escenario, los resultados de los comicios poblanos de 2018 tendrán luces previas, dependiendo de las alianzas nacionales que, es previsible, se reediten en la entidad.

Si el PRI suma a Nueva Alianza, al Partido Verde y algún otro, tendrá más posibilidades ante un PAN que difícilmente, si no hay acuerdos nacionales, podrá repetir sus alianzas de 2016 y menos la que en 2010 posibilitó la primera alternancia en el estado.

Si MORENA consigue sumar al PRD y PT, tendrá medio pie en Casa Puebla.

El voto fragmentado y la escasa votación, son elementos que se analizan minuciosamente.

Antes y más allá de las urnas, los triunfos se construyen hoy en los cuartos de guerra partidistas.

Y es que no existe ya otro camino para lograr el poder en 2018 en Puebla: sin alianzas no hay ni habrá paraíso.

gar_pro@hotmail.com

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