¿ES BUENA IDEA PONERSE LOS GUANTES CONTRA LÓPEZ OBRADOR?

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“Mesías tropical que sólo vende espejitos”, “a mí nadie me ha regalado nada”, “cuando me critica, critica a todas las mujeres”, “pobre de su mujer y de su familia”, “… vayamos con propuestas, no con descalificaciones, la gente está harta de los políticos… ¡Propuestas Sr. López, es lo que a la gente le interesa!”, fueron algunas de las respuestas que Martha Erika Alonso dio a Andrés Manuel López Obrador a los repetitivos ataques que el precandidato de Morena a Los Pinos le lanzó durante los cinco días que estuvo en Puebla para apuntalar a su “gallo” Luis Miguel Barbosa y reconfirmar a su base social y electoral en 15 mítines muy, pero muy concurridos.

Sin duda, se reconoce la valentía y el arrojo de la precandidata del PAN-PRD-MC-CPP-PSI al gobierno de Puebla, al contestar al puntero en las encuestas a nivel nacional, muy posiblemente el próximo presidente de México y con quien tendría que convivir seis largos años.

Martha Erika ha demostrado carácter y personalidad propia, y creo que eso a muchos poblanos les gustará y les dejará la impresión de que si es gobernadora, no titubeará a la hora de tomar decisiones o de enfrentar cualquier tipo de crisis.

No recuerdo que el ex gobernador Rafael Moreno Valle haya respondido así, directamente, a ninguna de las muchas provocaciones que AMLO le lanzó durante su sexenio. Si alguna vez llegó a contestarle, fue a través de terceras personas o voceros plenamente identificados como tales, como el senador Javier Lozano.

Desde que pisó Puebla –es decir, el pasado 2 de febrero-, López Obrador no hizo otra cosa que embestir a la ex secretaria general del PAN.

“Monarquía”, “nepotismo”, “imposición”, “degradación”, “decadencia”, “Martha Erika Carlota”, fueron algunas de las ideas u ocurrencias que tejió -en docenas de discursos y declaraciones de prensa- al asegurar que detrás de la precandidata está el proyecto de reelección del ex gobernador Moreno Valle.

Pero Martha Erika Alonso decidió no quedarse callada y responder uno a uno los ataques.

Tal vez haya sido la falta de un vocero de la precampaña (descartemos desde ahora a Javier Lozano, habilitado como tal pero del priísta José Antonio Meade y muy distanciado de Martha Erika por muy conocidas razones) o el resultado de una estrategia diseñada por sus asesores para terminar de empoderarla como la futura candidata, distanciándola además de los modos, las formas y los estilos de su esposo, el ex mandatario.

Sin embargo, lo sucedido abre algunas interrogantes, pero principalmente una: ¿es buena idea ponerse los guantes contra López Obrador?

He hablado con muchas personas al respecto tratando de encontrar una respuesta y todas tienen opiniones diferentes: algunas señalan que ante AMLO, el silencio no es una opción, porque el silencio demuestra –entre otras cosas- debilidad y miedo, y otras más indican que ir a una pelea de barrio, a navajazo limpio, con un político como él, tan popular, tan mediático y tan inmune a cualquier tipo de crítica como se ha demostrado en los últimos años, es una causa perdida; algo así como ponerse a pelear con “Sansón a las patadas”.

¿Por qué “como ponerse a pelar con Sansón a las patadas”?

Entre otras cosas, según entiendo, porque López Obrador es un animal político y una figura nacional, de ninguna forma un principiante, perfeccionado a fuerza de golpes con el paso de los años.

Indiscutible dueño de la agenda mediática, todos los días suele lanzar toda clase de provocaciones.

Es un precandidato que se mueve como pez en el agua en la polémica, en la diatriba, en la polarización; ese es su hábitat natural.

Casi propietario único del discurso antisistema, elige cuidadosamente a quién y cómo atacarlo: un día al presidente Enrique Peña Nieto; otro a Salvador Cienfuegos, el secretario de la Defensa; mañana al presidente de la Suprema Corte, al titular del INE, a Diego Fernández de Cevallos y Carlos Salinas de Gortari (“El Innombrable) o –si lo ve necesario o anda de humor- a Meade o Ricardo Anaya, a quienes no sólo ve desde arriba, sino tampoco deja de ningunear y hasta de ridiculizar.

De eso el tabasqueño ha hecho carrera, y eso justamente lo tiene encumbrado en prácticamente todas las encuestas.

Donde quiera que se para, dice lo que el “pueblo bueno” quisiera poder expresar a los miembros del “gobierno malo” (o de “la mafia del poder”) y al hacerlo se erige no sólo en la única voz autorizada de ese pueblo, sino también en una especie de “justiciero vengador” que se atreve a decir las cosas como son y que da la cara por los millones y millones de mexicanos hartos de los políticos, del PRI, del PAN y del PRD, pero sobre todo de la corrupción, la inseguridad, la pobreza, el desempleo, los “gasolinazos” y el largo etcétera que describe el eterno pesimismo nacional.

Entrar entonces a su terreno, un terreno que domina como pocos, es entrar a un intrincado laberinto, el laberinto sin salida que plantea una pelea que no se sabe cómo empezará pero sí cómo terminará: con un López Obrador sonriente y dueño de la situación, totalmente vencedor y satisfecho por más que, en el intercambio de golpes, se haya llevado algunos arañazos. Arañazos que, además, no le hacen mella, y mucho menos en redes sociales (Facebook y Twitter, principalmente), donde es literalmente inmune y donde siempre, siempre ganará gracias a que es feliz portador de una especie de “efecto teflón”, que ayuda a que todo se le resbale.

Como buen guerrero, AMLO hace que los adversarios vengan a él y cansa a los enemigos manteniéndolos ocupados y no dejándolos respirar.

Así pues, a mí me parece que Martha Erika Alonso debe tomar nota y evitar caer en las provocaciones, las de AMLO pero también las que eventualmente le lancen Luis Miguel Barbosa y Enrique Doger, pues las provocaciones la van a distraer de lo que debe ser su principal tarea, que no es otra que aceitar las estructuras de los partidos y grupos que la apoyan, y asegurarse de que el 1 de julio salgan a votar por ella de tal forma que su eventual triunfo sea amplio y sin lugar a dudas.

La precandidata no podrá transitar por su campaña respondiendo a todos y cada uno de los ataques que recibirá, algunos personales; será un desgaste terrible y sus rivales no dejarán de embestirla sabiendo que ella, ya sea por valentía, por carácter o por estrategia, caerá en la trampa y no dejará de contestarles; Martha Erika Alonso debe concentrarse en sus propuestas, en su idea de Puebla, en cómo va a solucionar problemas tan graves como la inseguridad, pobreza, feminicidios, y en qué hará para garantizar que la salud, educación y bienestar social llegarán al mayor número de poblanos, pero no desviarse de esa línea, pues de lo contrario va a pagar las consecuencias.

En todo caso que sean otros, en especial un vocero que hoy no se vislumbra por ningún lado o los dirigentes de las fuerzas unidas en la coalición “Por Puebla al Frente”, quienes practiquen aquello de “ojo por ojo, diente por diente”, subiéndose al ring y dando puntual respuesta al arsenal que obviamente sus rivales le tienen preparado para la campaña oficial y para el o los debates que se van a realizar de aquí al día de la elección.

Martha Erika Alonso no puede permitirse que la saquen de sus casillas, como aparentemente hizo López Obrador en estos días de sistemático y obsesivo ataque, y debe en cambio enfocarse en lo importante, que no siempre es lo urgente.

Y es que a veces la guerra mejor ganada es la guerra no peleada.

O como dice el célebre general chino Sun-Tzu en “El arte de la guerra”:

Debemos escoger muy bien nuestras batallas, porque no podemos librar todas.

Hay batallas que valen la pena.

Hay batallas que son inútiles.

Y hay batallas que sabemos es mejor no meternos.

Es muy importante escoger nuestras batallas.

Pero una vez escogidas, hay que lucharlas hasta el final y dándolo todo.

De nada sirve pretender lucharlas todas porque te estrellarás.

No es lo mismo coraje que temeridad.

Y no es lo mismo miedo que prudencia.

gar_pro@hotmail.com

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