HABEMUS GOBERNADORA

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La primera mujer en ocupar la gubernatura. La candidata –o candidato- que ha recibido el mayor número de votos para ese cargo en el estado. Y por si todo lo anterior fuera poco, la primera gobernadora panista en la historia de ese partido a nivel nacional. Aunque apenas inicia una larga batalla jurídica, política y mediática, propiciada por la incapacidad de los perdedores para reconocer su derrota, Martha Erika Alonso Hidalgo ha logrado lo que parecía muy difícil: sobrevivir al maremoto electoral que, con Andrés Manuel López Obrador como bandera, arrasó con todo en el país y con casi todo en Puebla. Una auténtica proeza viendo la nueva reconfiguración del poder –y de las elites- con que México amaneció el pasado 2 de julio.

Martha Erika Alonso alcanzó un millón 151 mil 125 votos, 124 mil más (más de 4 puntos) que su más cercano rival, Luis Miguel Barbosa Huerta, el candidato de una coalición que, al elegir la violencia, la amenaza y la diatriba como armas de guerra, en muy pocas horas desperdició su impulso –ese momentum que suele dar sentido a todo movimiento político o social que se respete- y destruyó la poca o mucha legitimidad que podrían llegar a alcanzar sus reclamos o inconformidades ante la seguramente elección más cerrada y competida de la historia reciente de Puebla debido al “Efecto AMLO”, que hizo ganar hasta a delincuentes y a no pocos candidatos al Batán –el psiquiátrico de por acá-.

Al ganar en 16 de los 26 distritos del estado, la ex secretaria general del PAN logró 390 mil 186 más votos que Melquiades Morales Flores (electo como gobernador en 1998), 264 mil 590 más que Mario Marín Torres (2004), 39 mil 807 más que Rafael Moreno Valle Rosas –su esposo- (2010) y 345 mil 226 más que Tony Gali Fayad (2016).

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Martha Erika Alonso es la más votada en la historia de las contiendas por la gubernatura del estado y, sobre todo, el vivo ejemplo del voto diferenciado que, pese a la narrativa que inútilmente tratan de vender los oportunistas socios de esa auténtica jungla que siempre fue la alianza Juntos Haremos Historia en Puebla, también se dio en otras entidades del país.

En Yucatán, por ejemplo, López Obrador obtuvo el 39.7% de la votación, mientras que su candidato quedó en tercer lugar con 20.5%.

Y en Jalisco, AMLO logró 41.2% de los sufragios, pero el candidato de Morena se ubicó en segundo lugar con el 24.38%.

Pero bien dicen que el odio es mal consejero y tal vez a Luis Miguel Barbosa ninguno de sus aliados le dijo que, a partir de la tarde-noche 1 de julio, Morena dejó de ser oposición y se convirtió en el mismísimo epicentro del sistema político nacional, por lo que los vergonzosos hechos del pasado martes en el hotel MM, donde una turba de irracionales encabezada por Alejandro Armenta, José Juan Espinosa, Fernando Manzanilla, Gabriel Biestro y otros golpeó a panistas so pretexto la existencia de haber hallado una “mapachera” donde se operó el “fraude”, lo dejaron más solo que una ostra en medio de lo que es, sin duda, un cambio de época a nivel nacional.

En su peor trágico error de todo el proceso electoral poblano, el ex perredista Barbosa ordenó –o por lo menos avaló y hasta festejó- la violencia como método de lucha “democrática” y esa decisión no sólo irritó al presidente electo de México, cuya contundente victoria fue opacada por un grupito de facinerosos el mismo día que se reunía con Enrique Peña Nieto en Palacio Nacional, sino también a ese país que no votó por Morena –o que simplemente no votó- y que con lo sucedido en el MM confirmó sus peores temores sobre el estilo y las formas de muchos de los militantes y simpatizantes del Movimiento Regeneración Nacional: primero golpeo, luego averiguo.

De hecho, la ratificación del triunfo de Martha Erika Alonso –la noche del pasado viernes- vino acompañada de un duro golpe para los rijosos barbosistas: la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (FEPADE), dependiente de la Procuraduría General de la República (PGR), ofreció un avance de sus investigaciones y concluyó que el material y la papelería del PAN asegurados en el hotel MM es información legal.

La FEPADE verificó el contenido de 30 cajas como parte de la evidencia encontrada en ese lugar y resolvió que “se trata de documentos que se utilizaron en la elección concurrente del domingo 1 de julio, que de acuerdo con la ley en la materia, los partidos políticos pueden tener en su poder, dado que se trata de copias de las actas de inicio, cierre, cómputo e incidencias de los diferentes tipos de elecciones que se llevaron a cabo en esa fecha” (sic).

El ridículo de los Barbosa, Armenta, Espinosa, Manzanilla, Biestro y un largo etcétera que aún no sale de su asombro, ha sido infinito.

Y es que no sólo desde la dirigencia nacional de Morena –es decir: López Obrador- se les ordenó suspender la marcha a que habían convocado para este domingo para seguir insistiendo en que les “robaron” la elección, sino que terminaron dándose un tiro en el pie, descubiertos como mentirosos y totalmente incapaces de probar lo que ellos y sus corifeos no se han cansado de difundir desde que el conteo rápido del INE, la noche del 1 de julio, consignó: solo hay una ganadora y esa no es otra que Martha Erika Alonso, quien este domingo recibió la constancia de mayoría que la acredita como gobernadora electa.

Ahora, desesperados y no conformes con ello ni conscientes de lo grotesco de su actitud, han descalificado a la mismísima FEPADE y enviado a uno de los más cercanos asesores de Luis Miguel Barbosa, Santiago Nieto, a acusar a la Fiscalía Electoral de “violar el sigilo” de la investigación; él, que como titular de la misma FEPADE, nunca de los nuncas respetó el sigilo de la investigación que llevó a cabo sobre el quizá peor caso de corrupción del gobierno de Peña Nieto, el Caso Odebrecht, cuyas sonoras filtraciones –al diario Reforma principalmente-, cortesía del citado Santiago Nieto, fueron la delicia de los mexicanos antisistema.

De camisa de fuerza, en serio.

Ahora, sin duda, Luis Miguel Barbosa y lo que queda de su grupo (Armenta y Claudia Rivera al parecer ya entendieron el significado de la pena ajena) irán por la impugnación del proceso ante las autoridades correspondientes, lo que lamentablemente extenderá su agonía hasta que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) resuelva el Caso Puebla, al límite tal vez del relevo en el Poder Ejecutivo local y con un costo político y social enorme para la coalición Juntos Haremos Historia, pues mientras el país entero estará en proceso de cambio y reacomodo ante un inicio de época, bajo una nueva correlación de fuerzas políticas, aquí seguiremos bajo la absurda lógica de quienes, enfermos de poder, asumen que hay democracia cuando ganan y “fraude” cuando pierden.

En Puebla, Morena ganó casi todo, pero no aceptan que la gubernatura, la joya de la corona, que acariciaron e incluso sintieron suya por algunas horas, se les haya escapado como agua entre las manos.

Minimizaron, como siempre, al jefe del grupo en el poder, un Rafael Moreno Valle que, no sin dificultades y jugando con fuego, ha logrado lo que nadie en el país en las últimas décadas: ganar en 2010 su elección como gobernador sacando al PRI de Casa Puebla, contribuir en forma decisiva a la victoria de Tony Gali en 2016 y crear en este espino y caótico 2018 todas las condiciones –absolutamente todas- para que su esposa sea la primera gobernadora en la historia del estado, la más votada y la primera de Acción Nacional a nivel nacional, un caso único en un México donde las hegemonías de poder caducan a los seis o tres años, sin posibilidad de más –o si no, véase Veracruz, donde el gobernador Miguel Ángel Yunes no logró el cometido de que su hijo lo sucediera-.

Moreno Valle, quien será senador de la República y cuyo triunfo en Puebla le permite participar con fuerza en la pugna, abierta y frontal, por el control del PAN a nivel nacional, tras la debacle propiciada por Ricardo Anaya, estará totalmente ajeno al gobierno de Martha Erika Alonso, una mujer que no es precisamente sumisa ante el esposo, por más poderoso o influyente que éste sea; la ahora gobernadora electa entiende que el sexenio que le tocará encabezar no será fácil –entre otras cosas porque no tendrá mayoría en el Congreso del estado y tendrá alcaldes, senadores y diputados federales contrarios a su corriente política, algunos de ellos incluso consumidos de rencor y odio como su concuño Fernando Manzanilla- y que debe hacer no sólo un buen gobierno, sino lograr (y rápido) la reconciliación de todos los poblanos y desarrollar un nuevo discurso y una nueva narrativa y sobre todo una nueva relación –más cercana, menos frívola, y mejor- con los ciudadanos de a pie, hartos de la corrupción, la inseguridad y la crisis económica, y escépticos precisamente por su vínculo conyugal y por la continuidad del mismo grupo por seis años más.

Habemus, pues, gobernadora.

Legal y legítima, como lo afirmó desde el pasado sábado la coalición Por Puebla al Frente.

Lo demás es verborrea.

gar_pro@hotmail.com

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