PUEBLA, EN LA TRAMA DE OPERACIONES Y DEL ENCARCELAMIENTO VITALICIO DE “EL CHAPO”

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El estado y especialmente la capital de Puebla fueron por más de década y media santuario y centro de operaciones de lavado de dinero de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, El Chapo, quien este martes fue condenado a cadena perpetua en Estados Unidos, por 10 de cargos de tráfico de estupefacientes, blanqueo y posesión de armas. Tanto él como su organización, el Cártel de Sinaloa, así como otras seis agrupaciones criminales más, hallaron en los fraccionamientos de lujo el perfecto sitio para vivir, a la par de un casi súbito crecimiento de inversiones y flujos económicos en el municipio. La Puebla de los primeros 16 años del nuevo siglo, a partir de 2000, tuvo también una relativa y extraña calma. En medio de los días sangrientos de la guerra contra el narcotráfico, Puebla no fue plaza en disputa. Eso explica la hipótesis popular: “aquí hay dinero del narco”.

La conexión privilegiada de Puebla con los estados de Morelos, Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Estado de México, Hidalgo y la Ciudad de México proporcionaron una ubicación estratégica para los capos.

El cuadro del lugar ideal para vivir con sus familias, lo completaron los servicios y los centros educativos de todos los niveles y de alta calidad.

En paralelo, varias veces Puebla proporcionó a El Chapo, como otras ciudades del país y del extranjero, el escondite perfecto (vivió en Las Ánimas y El Mirador) y de paso el andamiaje para el flujo financiero de lavado en que participaron, de acuerdo con los testimonios de su juicio en Estados Unidos, al menos 280 empresas.

La fragilidad de las leyes mexicanas de combate al lavado fueron también paraíso inmaterial para Guzmán Loera, durante sus 41 años de carrera criminal.

(En 2016, se informó que el Grupo de Acción Financiera Internacional del G-7 revisó la ley mexicana anterior y detectó 45 “problemas serios”).

Puebla no fue excepción.

Más bien debe contarse como una parte de esa estructura que salió a la luz parcialmente en el juicio que se llevó a cabo contra el narcotraficante de 61 años en la Corte Federal de Brooklyn, Nueva York.

Puebla tiene un lugar medular en la trama.

Los desarrollos inmobiliarios, los lujos a la vista de todos, los autos de suntuosidad desorbitada, siempre tuvieron en el imaginario colectivo una explicación sencilla: hay dinero del narco.

La referencia periodística nos lleva al comparativo: “Puebla se pareció entonces tanto, muchísimo, a la Bogotá de hace 30 años”.

La presencia de El Chapo, incluso en sus años de encarcelamiento, merodearon y fortalecieron esas suposiciones.

Las detenciones de casi 20 cabecillas del narco en Puebla, desde Benjamín Arellano Félix en 2002, pasando por Arturo Beltrán Leyva en 2009, Sergio Barragán Villarreal, El Grande, en 2010, hasta Ricardo Arturo Pacheco Tello y Juan Terán Regalado, en 2017, dan testimonio del santuario.

Además del de Sinaloa de El Chapo, se asentaron, de acuerdo con datos de inteligencia, los cárteles de Los Beltrán Leyva, de Tijuana, Jalisco Nueva Generación, Los Rojos y Los Zetas.

El asentamiento fue con aparente condición de no disputarse la plaza.

Puebla no sería trinchera, sino oasis en la guerra.

Los datos que hoy son conocidos sobre el tema, encajan cual piezas de un milimétrico rompecabezas, en la hipótesis que se repitió tanto en Puebla en esos días: “aquí lava dinero de El Chapo”.

Y se detectó a Casa de Cambio Puebla en medio de la trama; incluso fue intervenida por las autoridades de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada dentro de la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIORP/FAM/119/2007.

Entonces fue un escándalo.

Se rumoró que el crecimiento de Puebla se debía en parte a eso.

En un texto clave para entender esta historia, el periodista Fernando Montiel Tiscareño se plantea en un material publicado en el portal Sin Embargo el 22 de septiembre de 2015, si “¿es Puebla como Bogotá hace 30 años?”

Y propone la respuesta a partir de una fuente colombiana: “como Puebla hoy (en ese 2015), Bogotá se llenó de inversiones e inversionistas, de fraccionamientos y automóviles de lujo. Después se dieron cuenta… era el narcotráfico”.

Explica que, dado que los capos necesitaban “un lugar dónde vivir, no es tan difícil de entender”, luego entonces “no, Puebla no era una plaza en disputa”, sino un santuario.“

¿El gobierno? No sabe, no quiere, o no puede ver lo que pasa… Y he aquí la triada madre de todos sus vicios: ignorancia,complicidad y/o incompetencia”, resuelve Montiel Tiscareño.

Así lo cita en el texto que publicó en México con el título “Puebla se volvió santuario del narco y su gobierno voltea a otro lado: Análisis”.

Este artículo vio luz primero en “Rebelión” y luego retomado en “Open Democracy”.

Describe desde la mirada de 2015, que “desde hace años, la extraña calma del estado dejaba entrever de vez en cuando indicios de que algo no andaba bien. En junio de 2008 la todavía Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO, ahora SEIDO) solicitó el cateo de una residencia en Lomas de Angelópolis como parte de una investigación relacionada con el cártel del Golfo (Averiguación previa PGR/SIEDO/UEDO/17404/2008).

“El cateo de aquella vivienda pareció desmentir las palabras del entonces secretario de Gobernación del gobierno del estado -Mario Montero- en el sentido de que Puebla estaba libre de delincuencia organizada. Sin embargo, la sospecha de que la ciudad –y el estado en su conjunto- se estaba convirtiendo en una especie de santuario de los diferentes grupos en disputa no era nueva ni infundada. Basta recordar que en marzo de 2002 fue en Puebla precisamente -en el fraccionamiento “La Escondida” de Camino Real a Cholula- donde integrantes del Grupo Aerotransportado de Fuerzas Especiales (GAFES) del ejército detuvieron a Benjamín Arellano Félix.

“Aquella Puebla de la detención en 2002 y del cateo en 2008, es la misma en la que en 2014 José Luis Abarca Velázquez -ex alcalde de Iguala, Guerrero, a quien se le atribuye la autoría intelectual de la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa- tenía propiedades. Nuevamente, en el mismo fraccionamiento Lomas de Angelópolis donde vivía Arellano Félix”.

Hasta aquí la cita esencial.

Joaquín Archivaldo Guzmán Loera está ya rumbo a la cárcel vitalicia a sus 61 años.

Morirá en prisión muy posiblemente a mediano plazo.

Su salud, también se ha conocido, no es óptima.

El temido capo de apenas un metro y 64 centímetros de estatura llevará consigo muchas memorias.

Tendrá tiempo de sobra para rumiarlas en la mente.

Algunos datos se conocen ya con fecha y nombres.

Otros más seguramente irán saliendo a la luz.

Muchos tendrán como paisaje a Puebla.

gar_pro@hotmail.com

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