JORGE AGUILAR CHEDRAUI, EN LA MIRA DE LA 4T

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Uno de los ex funcionarios del gobierno morenovallista que debería empezar a buscar un buen abogado –o encomendarse a algún santo tan eficaz como milagroso- es Jorge Aguilar Chedraui.

Quien fungiera como primer secretario de Salud del mandatario Rafael Moreno Valle, parece ser uno de los objetivos prioritarios del gobierno que a partir del 1 de agosto encabezará Miguel Barbosa Huerta.

No fue casual que, durante su campaña, el hoy gobernador electo se haya referido varias veces a la cloaca existente en esa dependencia.

En por lo menos dos mítines, y en varias entrevistas en el interior del estado, Barbosa dijo que en el sector salud es donde ha existido la corrupción “más profunda” del poder Ejecutivo y prometió una revisión a fondo en caso de ganar la elección del pasado 2 de junio.

Este martes empezó a haber algunas señales en ese sentido.

Y llegaron a través de Gabriel Biestro, uno de los políticos más cercanos a Miguel Barbosa y presidente de la Junta de Gobierno y Coordinación Política del Congreso del estado.

Ocurrió luego que en Twitter Aguilar Chedraui pretendió hacerse el muy crítico con Morena ante una evaluación de desempeño del poder Legislativo, que él presidió durante 2016 y 2017.

La respuesta de Biestro fue contundente:

“También habrá que ver tus evaluaciones respecto a los escándalos de corrupción en los que estás implicado”.

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Seguramente Biestro se refería a la red de corrupción que, como todo Puebla sabe, Jorge Aguilar montó en la Secretaría de Salud en complicidad con Gabriel González Cossío y Eduardo Letayf Acar.

Como mediáticamente ha sido documentado, crearon un modus operandi consistente en rehabilitar, dar mantenimiento y ampliar unidades médicas en el estado, mismas unidades médicas que luego derribaron y sustituyeron por los Centros de Salud con Servicios Ampliados, los denominado CESSAS, con lo que habrían causado un daño patrimonial por más de 165 millones de pesos.

Existen otros expedientes relacionados con compras y adquisiciones que también son observados con lupa.

El gobernador electo ha dicho que no habrá “cacería de brujas” pero tampoco impunidad: la reconciliación -que ha propuesto a la sociedad- no significa exoneración.

“Ni perdón ni olvido para corruptos”, ha anunciado repetidamente Miguel Barbosa como parte de lo que viene con la llegada de la Cuarta Transformación (4T) a Puebla: una revisión (sin simulaciones) de los abusos y excesos que pudieron haber cometido quienes pertenecieron al morenovallismo.

Y es que además el tiempo político lo obliga.

Así como Moreno Valle en su momento lo necesitó –y hubo acciones contundentes contra Javier García Ramírez (Obra Pública) y Alfredo Arango (Salud)-, el nuevo régimen barbosista necesitará una cabeza (sangrante, de preferencia) para mostrarla al pueblo como trofeo de la lucha contra la corrupción y la revisión al pasado inmediato.

Miguel Barbosa no puede sentarse en la silla aduciendo que no vio, no escuchó, no se enteró de asuntos tan obvios como los registrados en la Secretaría de Salud, donde quienes llegaron siendo ricos salieron multimillonarios.

Y todo parece indicar que Jorge Aguilar Chedraui, quien además se asume –y se presume- único “heredero” del morenovallismo que murió el 24 de diciembre de 2018, es un “candidatazo”.

gar_pro@hotmail.com

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