SÍ HAY UNA “CAMPAÑA DE DESINFORMACIÓN”, PERO LA ENCABEZA EL PRESIDENTE

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Ha sido el único gobernante de todo el mundo que, en los días del acecho mortal del Coronavirus a México, cuando ya desde su propio gobierno habían alertado sobre la urgencia de quedarse en casa, pidió a los ciudadanos salir a las calles a pasear y a comer. Es el jefe de esa administración, pero durante semanas se dedicó a contradecir a sus expertos. Las cifras de sus “científicos” no coinciden, como en el caso de Puebla, con las que emite con seriedad el gobierno estatal. Se les pierden o esconden los muertos. Encima de su irresponsable conducta, este jueves Andrés Manuel López Obrador reprochó, con sobrada hiel, a los medios de comunicación por la “campaña de desinformación” en su contra. No, que no se equivoque y que alguien en Palacio Nacional se lo diga: quien tergiversa datos, tuerce verdades y malinforma, porque es incapaz de ver la realidad, es él. El señor presidente.

La mayoría de los periodistas que han decidido asumir con valor su vocación y responsabilidad, en estos momentos difíciles, salen todos los días a las calles, van a los hospitales o atraviesan sus ciudades, para conseguir la información.

Son parte también de la primera línea de combate al Coronavirus.

Deben estar en los centros de contagio, arriesgando sus vidas.

La información se plasma, en la mayoría de los casos, sin ninguna inyección de dolo.

La crítica, la recolección de datos, las preguntas sobre dudas legítimas y la investigación, desde el periodismo, no son elementos golpistas.

No son propaganda política.

Es periodismo y ya, a secas.

Pero a López Obrador no le gustan.

Él quiere aplausos.

Quiere una fe tan ciega, como su necedad.

Desea que se le vea como el mesías al que todo hay que creer y en quien siempre hay que confiar.

Pues hay una mala noticia, en esta contingencia, es él a quien menos creen los mexicanos.

Así lo establece una encuesta de la empresa Enkoll, que pone al subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, con 44 por ciento, como el verdadero líder de opinión en esta pandemia.

Los gobernadores en promedio andan en 16 por ciento de confianza, en el estudio publicado este jueves.

El presidente apenas tiene 9 por ciento.

Es a quien menos le creen los mexicanos.

Hay efectivamente un puñado de perversos que están a la caza solamente de los errores o de plano mienten, pero son contados y tienen nombre y apellidos.

En su mañanera de este jueves, bien pudo el tabasqueño señalarlos con esa “honestidad valiente”.

Prefirió generalizar.

Sacar a flote sus rencores.

Una vez más.

Sí, hay una campaña dolosa.

Que contamina.

Que divide.

Y él la encabeza.

Y desde el epicentro del poder, lo que además de aberrante, es sencillamente miserable.

gar_pro@hotmail.com

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