APUNTES SOBRE EL PRIMER AÑO DEL GOBIERNO DE MIGUEL BARBOSA

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Luego de la etapa política más convulsa de Puebla y en medio de un periodo de grave dificultad por la pandemia de COVID-19, el gobierno de Miguel Barbosa cumplió el pasado sábado un año con resultados medibles en seguridad pública y un rostro nuevo de cercanía con los ciudadanos, aunque todavía en el combate a los resabios del anterior régimen y con avances precisos hacia su desmantelamiento. Ha sido el año de la reconstrucción.

Ha sido también un gobierno que no mide sus decisiones en la popularidad inmediata.

Que no toma decisiones con base en el aplausómetro.

Que va a contracorriente de las críticas.

La seguridad pública y el fin de la impunidad son las señales más claras del trabajo de esta administración.

La captura de capos de alto impacto, quienes fueron dueños de las calles y cabezas de las organizaciones criminales, son sello del barbosismo.

Han quedado menguadas 88 bandas que operaban con total impunidad en el estado.

También 13 de los 16 delitos con mayor incidencia bajaron, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Los martes ciudadanos -suspendidos ahora por la pandemia- que fueron implementados desde las primeras semanas, mostraron un rostro inédito.

El nuevo diálogo cara a cara del barbosismo con los poblanos marcó un cambio radical.

Un rompimiento con el pasado de desdén a los ciudadanos.

El manejo de la pandemia, con firmeza, aciertos y dificultades, ha sido reconocido desde el Gobierno de México.

El apoyo con paquetes alimentarios y de higiene recibió beneplácito de varias organizaciones no gubernamentales.

Ha venido dándose un permanente diálogo con los empresarios, hacia la reapertura económica, a pesar de las voces que disienten por filias partidistas.

El 1 de agosto de 2019, Barbosa rindió protesta y ofreció no fallar.

El gobernador ha sostenido que su administración es equilibrada, austera y está alejada de la frivolidad.

A pesar de las circunstancias.

De los 12 meses transcurridos, cinco completos han sido de una pandemia que el mundo y el país no enfrentaban desde hace 100 años.

Al gobierno de Melquiades Morales le tocaron inundaciones y otros desastres naturales.

A Tony Gali los sismos de 2017.

A Barbosa pandemia.

El reto más grave.

A diferencia de los anteriores gobiernos inmediatos, los recursos económicos han sido escasos.

Existe una enorme deuda heredada, que compromete el presupuesto estatal más allá de su mandato.

Por décadas.

Los detractores de Barbosa tienden a señalarlo por su estilo personal.

No entienden que no es políticamente correcto, ni que busca caer bien a nadie, y centran en el anecdotario sus críticas.

Pero poco pueden escudriñar en la esencia y las decisiones de fondo.

Los cambios en el gabinete son vistos como supuesta debilidad.

Pero desde otra perspectiva, muestran que no se consienten fallas ni se cumplen cuotas políticas.

Desde su propia concepción, se han quedado los que deben estar.

Es un estilo que pocos entienden.

Es injusto en la evaluación de este año, pasar por alto que Barbosa recibió una Puebla en la que aún resonaban y resuenan ecos de su momento histórico más convulso.

Sin dinero para obras.

También, en estos 365 días se ha avanzado en el desmantelamiento de un régimen que se diseñó para perpetuarse.

Ha habido por ello y otras circunstancias disensos naturales.

El gobernador en este tiempo también ha dejado ver su vocación legislativa, con reformas al sistema político.

Con la desaparición del fuero.

Con el arranque de lo que luego vendrá como una definitiva modificación a las reglas electorales.

Ha sido un tiempo difícil, que pareciera un campo minado, pero hay avance.

Y muchos retos por cumplir.

gar_pro@hotmail.com

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