UN FLORERO EN EL VIEJO EDIFICIO DE LA DIAGONAL DEL PRI

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El ímpetu con que Néstor Camarillo Medina comenzó, en julio de 2020, su presidencia provisional en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) de Puebla, le duró apenas un suspiro. Ahora que está en busca de la permanencia, como dirigente estatutario, ha dejado a la vista que arrastra una estela de vicios, acusaciones de corrupción y señales de evidente debilidad.

Muy probablemente, el ex alcalde de Quecholac se quedará despachando en el viejo edificio de la Diagonal Defensores de la República, pero será ahora apenas un adorno, un objeto… un florero.

Su permanencia depende solamente de la cercanía que tiene con el presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), Alejandro Moreno Cárdenas, Alito.

Pero si el mismo gobernador con licencia de Campeche se niega a renunciar a la dirigencia nacional, pues qué se puede esperar con sus subordinados en las entidades.

A Néstor le ayuda muchísimo que no hay en Puebla gallos que le salgan al paso.

Que las vacas sagradas de la nomenclatura priísta poblana han sido salpicadas con cargos (ellos o sus hijos) y posiblemente mucho más.

Los perdedores, como siempre, serán los fieles -pero eternamente traicionados- militantes del PRI.

Néstor busca su afianzamiento, ahora como dirigente estatutario, el próximo 12 de septiembre, en una Asamblea de Consejeros Estatales levantadedos.

Una vil simulación.

Pero por muchas razones, que él mismo conoce, no representará ya una dirigencia real.

Primero, porque ha perdido capacidad de interlocución con la militancia.

Un dirigente no puede lanzarse a ofender a los hombres y mujeres de la base, como lo está haciendo en sus redes sociales y con sus comunicados.

De ellos depende el PRI.

Segundo, porque ya no tiene autoridad moral, sobre todo tras los fracasos electorales que tuvo el tricolor poblano.

Por las acusaciones y sospechas de que se vendieron candidaturas y que él y su séquito se quedaron con el dinero.

Tercero, porque carece de liderazgo real, ya que está supeditado políticamente a Jorge Estefan Chidiac, a quien realmente están consultando los cuadros.

El también próximo coordinador de los diputados locales del PRI en la LXI Legislatura local es el único que realmente tiene diálogo con Casa Aguayo.

Nadie más en el tricolor.

Cuarto, porque la escasa fuerza que tenía el tricolor como instituto, terminó por enterrarla Néstor en la alianza con el PAN y PRD.

Los ojos de muchos militantes le reprochan que haya cedido plazas municipales que, en solitario, hubieran podido ganar los priístas.

Quinto, porque se ha hecho penosamente evidente que está más preocupado por quedar bien con el panista Eduardo Rivera, que con los priístas.

Por ello sus otrora padrinos, como el ahora diputado federal electo Javier Casique Zárate, se han distanciado de él.

Muchacho imberbe, Néstor, en un año y tras la elección intermedia concurrente, dinamitó todo.

No creció.

Se quedó pequeño.

Arrumbado ahora a su diputación local plurinominal, que también le reprochan los militantes.

Será uno más.

Porque no tuvo la capacidad de trascender y subido a un pequeño ladrillo, se mareó… hasta la pena ajena.

gar_pro@hotmail.com

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