¿Interinato en el PRI?

Arturo Luna Silva

Que ante la evidente balcanización en el PRI poblano –que de continuar derivará en fracturas graves y lo peor: irreparables-, cada día adquiere mayores adeptos la idea de un interinato que satisfaga, al menos temporalmente, a todos los grupos en juego.

Zavala polariza y divide, Doger está vetado por el marinismo desde Casa Puebla, a Armenta se le acabó el oxígeno y luce tan debilitado como desacreditado para seguir al frente del tricolor, Blanca Alcalá requiere tiempo para lograr ajustar su calendario político y no se ve a la vista a ese personaje –hombre o mujer- que aglutine a todos los intereses en disputa.

Nadie quiere ceder y nadie, igualmente, quiere que solo un grupo -el dominante, el de siempre- se siga comiendo todo el pastel, sobre todo tras su sonoro –y sonado- fracaso electoral de julio pasado.

La posibilidad de un presidente interino será presentada formalmente esta misma semana a la dirigente nacional del PRI, Beatriz Paredes, quien no está de acuerdo en que Zavala o un miembro del marinismo tome la estafeta, como tampoco le hace mucha gracia el que los priístas poblanos vayan a una consulta a la base –como lo han pedido en distintos tonos Doger y Jesús Morales Flores- para elegir al relevo de Armenta, por los altos costos políticos y hasta económicos que ello significaría, y el precedente negativo que un ejercicio de esa naturaleza dejaría en otros comités estatales.

Uno de los nombres que, ante la falta de acuerdos, se manejan con mayor insistencia para el probable interinato es el de Jaime Alcántara Silva, pero no es el único por supuesto.

El secretario adjunto a la Presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRI no sólo es el poblano más cercano a Beatriz Paredes, sino conocedor de las reglas y tiempos del partido, con experiencia y sobre todo estupenda relación con los dos priístas con mayor carga de conflicto: Zavala y Doger.

En las reuniones que han sostenido Zavala y Doger para hablar del tema, ninguno ha puesto peros reales a Alcántara, quien la pasada semana de plano salió al ruedo y señaló, abiertamente, que a la fecha “no hay una figura que una a la militancia (priísta) en el estado”.

Y mientras no aparezca esa figura, él podría tomar las riendas de un PRI en guerra de guerrillas, desorientado, polarizado, noqueado y huérfano de “línea” porque el que estaba acostumbrado a darla, Mario Marín, carece ya de la fuerza suficiente para hacer su capricho como siempre e imponerse sobre los intereses nacionales, que aquí ahora sí están contando –y de qué manera-.

De confirmarse, el interinato sería no mayor a un semestre, tiempo suficiente para que las aguas tomen su nivel, la tensión afloje y se fijen reglas, métodos y tiempos específicos para llevar a buen puerto la elección de un nuevo líder estatal “por consenso”, concepto clave e indispensable, y que hoy de plano no existe en el corto plazo del priísmo poblano.

Por cierto, ante la falta de interlocutores válidos y con autoridad para fungir de árbitros, ha tenido que ser Valentín Meneses Rojas, secretario de Gobernación y ex dirigente estatal del Revolucionario Institucional, el encargado de operar para evitar que el PRI explote.

Meneses no sólo es una de las pocas voces cuerdas que le quedan al marinismo en el otoño del grupo en el poder, sino un sujeto que desde el exitoso 2007 goza de la confianza y el reconocimiento de Beatriz Paredes.

Es, además, uno de los muchos, muchos priístas de Puebla que piensan que la imposición de Zavala en el tricolor, de darse, no sólo sería una mala idea, sino un pésimo chiste de humor negro.

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Que no han sido una sino dos las reuniones privadas que han sostenido en los últimos días Enrique Doger y Fernando Manzanilla, el hombre designado por Rafael Moreno Valle para sacar adelante los trabajos de la transición y, por obvias razones, el operador de mayor confianza del gobernador electo.

Manzanilla y Doger se han visto en corto en el hotel Presidente Intercontinental, donde han sostenido largas y fructíferas conversaciones, en las cuales el futuro del PRI, del dogerismo y de Mario Marín han sido temas obligados.

Profesionales de la política, ambos se han encontrado y volverán a hacerlo. Raro sería que no lo hicieran.

Las célebres acusaciones del “hoyo financiero”, que Doger hiciera en campaña a nombre del PRI, son cosa del pasado. Todo obedeció a una lógica y dinámicas propias de la disputa por el poder.

La relación e interlocución seguirá y nadie debe llamarse a sorpresa.

Después de todo, Enrique Doger será diputado y una voz importante en una fracción famélica de ideas y presencia, y Fernando Manzanilla el hombre que mecerá la cuna del poder en la nueva era, así sea desde las sombras.

Y los políticos están para eso: para hacer política.

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Que nadie debe descartar a Pedro Ángel Palou como el secretario de Cultura de Moreno Valle, que es su amigo y con quien desde el 4 de julio ha sostenido sólida comunicación.

Aunque Pedro se encuentra en Estados Unidos junto con su familia porque en septiembre próximo empezará a impartir cátedra en la Universidad de Darmouth College en Hanover, en New Hampshire, a dos horas de Boston, es prioridad en los planes culturales del gobernador electo.

Palou ya fue secretario del ramo con Melquiades Morales y Mario Marín. Su trabajo como escritor y promotor cultural lo ha colocado en la cúspide de la élite intelectual de México y posicionado internacionalmente en círculos prestigiadísimos. Y lo más importante: no le desagradaría precisamente una invitación formal de Moreno Valle, quien sencillamente quiere a los mejores dentro de su gabinete (el gabinete-gabinete, no el “de cocina”, que ése, ése es otra historia).

gar_pro@hotmail.com

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