La última marranada de Aldo Enrique Cruz

Arturo Luna Silva

 

Ayer por la mañana, alrededor de las 10:30 horas, el director general de los Centros de Readaptación Social (Ceresos) del estado, Aldo Enrique Cruz Pérez, se presentó todo nervioso y con prisas en el populoso penal de San Miguel.

¿El motivo?

Reunirse “con carácter de urgente” con los aproximadamente 120 reos de las famosas zonas VIP de la cárcel.

Ahí donde sólo pueden estar los privilegiados.

Es decir, los delincuentes –especialmente de cuello blanco- que sí tienen dinero para gozar de aquellas canonjías que en cualquier Cereso del mundo son un verdadero lujo: cuarto y cama propia, televisión, radio, refrigerador, horno de microondas, reproductor de DVD´s…

Los que están privados, sí, de su libertad, pero por completo apartados de los presos jodidos y muertos de hambre que se la rifan todos los días con vulgares homicidas, ladrones de poca monta y –sobre todo- violadores sin escrúpulos ni remordimientos.

Los que no tienen que dormir hacinados en el suelo, y menos, mucho menos tratar de conciliar el sueño en celdas apestosas y cochambrosas llenas de pulgas y cucarachas.

Los que teniendo que estar con los reos comunes y corrientes, viven su encierro en condiciones más o menos dignas.

Son, en fin, los que pagan entre 3 mil y 5 mil pesos mensuales de mordida a las altas autoridades penitenciarias a cambio de permanecer en la estancia de ingreso o el área de visita íntima, es decir, las citadas zonas VIP.

Con esos, esos precisamente, pidió reunirse ayer con urgencia el inefable funcionario que en el sexenio que concluye fue de lo sublime a lo ridículo –y de lo ridículo a lo patético-.

¿Qué apuraba tanto a Aldo Enrique Cruz Pérez?

Bueno, pues poner fin al jugoso negocio que lo enriqueció durante meses; a él y a sus compinches.

“A partir de hoy, sin excepción, todos serán mandados a patio”, avisó a los 120 reos VIP que, atónitos e incrédulos, lo escuchaban sabiendo de inmediato que en desde ese preciso momento las comodidades del cielo se terminaban para acceder al verdadero y puritito infierno.

Y es que el miedo no anda en burro.

Resulta que Cruz Pérez tomó tal decisión por el simple pero revelador hecho de que no quiere que lo agarren con las manos en la transa.

Esto es: como ya faltan pocos días para que el gobierno de Rafael Moreno Valle tome el control del sistema penitenciario estatal, no está entre sus planes que las nuevas autoridades del sector se den cuenta de sus marranadas.

De éstas y de todas las demás.

Pero lo que no sabe es que dejó sus huellas, y por doquier, y que por eso, hay suficientes elementos para demostrar que se llenó los bolsillos –y hasta las ligas se llevó- a cambio de permitir que ciertos presos estuvieran casi entre algodones en San Miguel.

Hete aquí otro candidatazo para poner a prueba la promesa de Moreno Valle de castigar a los corruptos del marinismo.

No es un pez gordo, claro; es más o menos una mojarra de agua puerca, pero puede servir para que el circo poblano, sediento de sangre, calme su ira.

Al menos por un tiempo.

gar_pro@hotmail.com

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