Grandes Pifias Legislativas (notitas para una crónica pánica)

Arturo Luna Silva

 

El antecedente: la tarde-noche del pasado jueves el todavía gobernador de Puebla, Mario Marín, y su ex “delfín”, Javier López Zavala, se hicieron los aparecidos en el hotel Presidente Intercontinental, el epicentro del nuevo poder en el estado durante toooda la transición.

Ahí también se encontraba el gobernador electo, Rafael Moreno Valle.

Se presume que los tres sostuvieron una reunión.

¿El motivo?

El inicio de la nueva Legislatura y la (sacro santa) gobernabilidad de la Cámara.

Nuevos pactos, nuevos acuerdos.

Testigos cuentan que Moreno Valle se retiró primero. Salió presuroso del hotel.

Marín y López Zavala se quedaron todavía un buen rato.

Casi una hora después se marcharon.

Cada uno por su lado.

Cada quien con su futuro bajo el brazo.

***

Era su primera sesión y la mayoría de los nuevos diputados llegó puntual.

Pero eso sí: mostrando sus lujosas camionetas como signo de poder.

El calendario marcaba el sábado 15 de enero de 2011 como el día de la primera sesión solemne de la LVIII Legislatura.

Todo empezó bien y transcurría mejor.

Nada hacía pensar que algo se fuera a salir de control… hasta que el presidente de la Mesa Directiva, el panista Rafael von Raesfeld, empezó a mostrar el cobre de la novatez y permitió que los representantes de la coalición “Compromiso por Puebla” se vieran mal, muy mal en su estreno.

Leyeron el orden del día, luego los oficios que mandó el Ejecutivo del estado al Congreso.

Fue en el punto sobre el posicionamiento del Sexto Informe de Mario Marín donde todo se descompuso.

Y todo es todo.

Gracias a la reunión del jueves entre Moreno Valle, Marín y Zavala, había un acuerdo, que no todos conocieron, de no agresión y de que sería Zeferino Martínez del PT –el más tibio- quien hablara a nombre de todos para plantear la postura de los legisladores sobre el famoso último informe.

Era sesión solemne. El presidente de la Mesa Directiva no podía dar la palabra. Pero entonces el diputado priísta Víctor Hugo Islas se levantó de su curul, pidió una moción y, torpe, Von Raesfeld se la concedió.

Dueño de un protagonismo sin igual, Islas dijo que no estaba de acuerdo en que Zeferino fuera quien fijara la posición a nombre de tooodos los legisladores porque no era de su partido, el PRI, y él, Víctor Hugo, no sabía del acuerdo.

Los encargados de Apoyo Legislativo dejaron morir solo al presidente de la Mesa Directiva: en ningún momento lo tarjetearon.

Fue ahí que otro gran adicto al protagonismo, Héctor Alonso Granados, del PANAL, se paró.

Antes pareció intercambiar señales y discutir quedito con el líder, Guillermo Aréchiga.

Y mole doña María: Granados se fue directo a las yugulares de Mario Marín y del secretario de Gobernación, Valentín Meneses.

El pacto de no agresión, pues, se fue a la basura.

Y en un santiamén.

Luego, el pandemónium: el “Niño Naranja”, José Juan Espinosa, pidió hablar; pública y reiteradamente se burló del joven Riestra (Mario Riestra, “coordinador” de los diputados del PAN), dijo claramente que él y su partido, Convergencia, no estaban de acuerdo con los acuerdos cupulares (es decir: con los pactos a oscuras del hotel Presidente) y aseguró desconocer el famoso acuerdo de no agresión y que Zeferino hablaría por tooodos.

(Por cierto: la ruptura entre los diputados de la coalición “Compromiso por Puebla” fue tan clara y tan verdadera, que antes de finalizar la sesión solemne, José Juan Espinosa se retiró enojadísimo del recinto legislativo).

El marinista Lauro Sánchez tuvo que despedirse de la modorra y pararse a defender a su amigo, el gobernador Marín.

Balbuceó lo que pudo (y poco pudo).

Desde su curul, Enrique Doger no podía ocultar lo bien que se la estaba pasando con los osos y las grandes pifias legislativas de sus compañeros en un inicio que no fue de época sino de pena ajena.

Y es que la verdad es que todo mundo se vio mal.

Aprendices de política, aspirantes a brujos, oportunistas de antaño, chuchas cuereras, grandes promesas…

Todos, todos quedaron muy, muy mal parados.

Me imagino las muecas de disgusto en Rafael Moreno Valle y Mario Marín.

***

Resulta que (luego se supo) los panistas no están de acuerdo con Mario Riestra, su “coordinador”.

O al menos no todos.

Por ejemplo: la alfil de Paco Fraile, la diputada Denisse Ortiz, en corto no paró de echar pestes de Riestra, de quien lo menos que dijo es que es muy prepotente.

Fue, sí, la primera sesión, pero Guillermo Aréchiga –del que se espera todo y mucho como presidente de la Gran Comisión y máximo operador morenovallista- no mostró capacidad política ni control de la Cámara.

Más bien torpeza.

Y dicen que lo mal empieza, mal acaba.

Ojalá me equivoque.

***

¿Y los perredistas?

Disciplinados y calladitos.

¿Y los del PT?

Obedientes hasta la ignominia y, por tanto, sumados a los acuerdos.

¿Y los del PRI?

Simulando unidad, fingiendo que José Luis Márquez, su “coordinador”, les merece respeto y cada quien con su propio juego.

Esperando la hora, el momento que Mario Marín se vaya para que empiece la Noche de los Cuchillos Largos.

***

Otra clara pifia de interpretación legislativa:

Que los diputados no tenían en sus manos el famoso último informe.

Que Valentín Meneses debió entregarlo a la nueva Legislatura, no a la anterior.

Que Zeferino Martínez hizo el posicionamiento sin conocer el sexto informe de Marín.

Que como pudieron terminaron la sesión.

¡Que vaya ridículo!

***

Apuntes finales:

Sí hubo el acuerdo de no agredir ni atacar a Marín, pero a algunos no les fue comunicado por extrañas y misteriosas razones.

El hecho de que sólo hablara Zeferino garantizaba un día de campo para el gobernador saliente.

Por eso, para eso, la discretísima reunión del jueves en el hotel Presidente.

Voces autorizadas señalaron que a Rafael Moreno Valle no le gustó nadita lo sucedido en la primera sesión solemne.

Y que empieza a creer que el protagonismo de José Juan Espinosa le traerá muchos dolores de cabeza (dicen que sí tuvo razón en exigir su derecho a hablar, pero que se equivocó en el método y momento).

Lo mismo le puede suceder con Héctor Alonso Granados, desde ahora líder del Bronx Legislativo.

Los panistas tal vez esperen y luego pidan el relevo de Riestra Jr. No lo tragan, no lo sienten suyo.

El nuevo gobierno dice que quiere gobernabilidad y acuerdos en el Congreso.

Pero las nuevas tendencias autoritarias ya están a la vista.

Moreno Valle no quiere que nada, absolutamente nada se le salga de las manos en la Cámara.

Pero por el momento eso es imposible.

Y es que hay división entre los legisladores de su coalición, la coalición ganadora: se toleran pero de ninguna manera se aceptan.

La unidad y la cohesión están a kilómetros de distancia.

Por si faltara algo, les falta mucho colmillo legislativo y muchas, muchas tablas parlamentarias.

Ya lo demostraron.

¡Y de qué manera!

gar_pro@hotmail.com

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