¿Se acabó El Pacto entre Moreno Valle y Marín?

Arturo Luna Silva

Partiendo de la base de que “no hay pacto que dure 100 años” ni político que lo aguante, cada día son más evidentes las señales de que empieza a fracturarse el obvio, clarísimo acuerdo de impunidad entre el gobernador Rafael Moreno Valle y su antecesor, el hiperactivo Mario Marín Torres.

Son varios los hechos que permiten afirmar que dicho pacto –avalado en su momento, como todo mundo sabe, por la profesora Elba Esther Gordillo- se tambalea peor que una gelatina, principalmente por la falta de palabra de algunos actores centrales del marinismo, empezando por el jefe del clan que gobernó Puebla durante los últimos seis años.

La cantidad y gravedad de anomalías y corruptelas halladas en los primeros 20 días del nuevo gobierno (“Donde ponemos el dedo, sale pus”, dicen).

La soberbia y el cinismo con que algunos ex funcionarios han afrontado la serie de dudas legítimas planteadas por los nuevos secretarios.

Los inocultables y grotescos negocios de la ex Familia Real que han comenzado a salir a la superficie.

Los evidentes esfuerzos de “emisarios del pasado” para detonar conflictos al interior de las dependencias para exhibir incapacidad o intolerancia de los integrantes del Nuevo Régimen (por ejemplo, la mano negra que ha movido y asesorado a los cientos de burócratas despedidos).

Y, sobre todo, la burda forma en que Marín ha dejado patente que no sólo sigue activo en la política aldeana, sino como auténtico amo y señor del PRI en el estado (nada más hay que ver cómo sigue influyendo en los diputados de su partido, incluido su inesperado nuevo aliado Enrique Doger; en el pelele que puso como “dirigente”, Juan Carlos Lastiri, y en no pocos integrantes de los medios), son algunos de los factores que han debilitado la buena relación existente hasta hace unas semanas entre Moreno Valle y Marín, llevándola tal vez al punto sin retorno del rompimiento.

Una fuente enterada asegura que en las negociaciones sostenidas en los últimos días de la transición entre el gobernador que salía y el que llegaba, aquéllas que permitieron un cambio de mando sin sobresaltos, ciertamente nunca se habló de que Marín tuviese que exiliarse, pero sí hubo suficiente claridad sobre la Sana Distancia que debía guardar sobre los asuntos públicos y de Estado en la Nueva Era.

Marín aceptó tales términos al decir por lo menos dos veces que se tomaría “unas largas vacaciones”, dando a entender –en en lenguaje cifrado de la política- que estaría completamente ajeno a los temas locales al menos durante un año, el obligado (y lógico) año sabático que se han tomado todos, absolutamente todos los ex gobernadores, de Guillermo Jiménez a Melquiades Morales, quienes, a diferencia de Marín, sí pusieron tierra de por medio y en su momento guardaron su distancia respecto al nuevo mandatario, al que al menos respetaron con su silencio y discreción.

Otra fuente afirma, incluso, que en Casa Puebla se tomó como una total y rotunda “imprudencia” la asistencia de Marín al último informe de la presidenta Blanca Alcalá; es más, aseguran que la marcada ausencia de Moreno Valle en ese republicano acto obedeció precisamente a la presencia en el Centro de Convenciones de su antecesor, el mismo que, bajo la óptica morenovallista, no ha sabido honrar su palabra y peor: claramente ha metido la mano en varios temas sensibles para el nuevo gobierno, tanto que, por ejemplo, ya se analiza con lupa si los últimos sucesos de violencia y crimen en el estado tienen que ver más con un hecho político (¿acaso los antiguos responsables de la seguridad soltaron deliberadamente ciertos hilos para hacer ver como incapaces a sus relevos?) que con un brote “normal” de la delincuencia organizada.

En círculos cercanos a Moreno Valle se insiste en los últimos días, con una reiteración notable, en que ningún pacto dura para siempre, que nada está escrito y que la política es el reino de lo incierto: lo que hoy es mañana ya no.

También recuerdan que si alguien sabe de incumplimientos de última hora es el propio Mario Marín, que en su tiempo faltó a su palabra de hacer candidato al Senado al propio Moreno Valle, hecho que a la postre provocaría la Gran Ruptura en el PRI poblano, el verdadero momento fundacional del Nuevo Sistema que nacería el 4 de julio de 2010.

¿Ya se rompió el pacto?

¿Terminaron las cortesías?

¿Se han desenterrado el arco y las flechas?

¿Acaso nos dirigimos a una guerra política de consecuencias insospechadas?

En las próximas semanas los poblanos podrán saberlo.

Quizá una primera señal podría ser el inicio de procesos legales (que no pasarán por el tamiz de los medios, sino sólo y únicamente por el de los tribunales) contra uno o dos importantes funcionarios del pasado sexenio, o incluso contra algún familiar del propio ex gobernador, quienes siguen confiados en que “nada les pasará” porque El Pacto (con Mayúsculas) está vigente, algo que tal vez, a la luz de los últimos acontecimientos, ya no sea del todo exacto.

***

El pasado viernes, en su acostumbrado artículo en el diario español “El País”, el ex canciller Jorge Castañeda escribió una brillante reflexión sobre elecciones y violencia en México.

En síntesis, señaló que la guerra de Calderón contra el crimen organizado es sangrienta y fútil, lo cual no le asegura al PRI el regreso al poder en el año 2012.

Pero también anotó las siguientes, luminosas líneas, todas para tomarse muy en cuenta:

“Los mexicanos obviamente no se tragan la historia del Gobierno calderonista de que todo es culpa de los narcos, pero tampoco responsabilizan a las autoridades.

“Esta aparente contradicción le abre una ventana a Calderón: ligar al PRI con el narco, la corrupción y el crimen organizado, y preguntarle al electorado si quiere que vuelvan a Los Pinos los que crearon, según el presidente, el desastre actual.

“Con dos o tres encarcelamientos –fundados o no, en México da más o menos lo mismo- de gobernadores priístas en funciones o en retiro, y con la amenaza a los votantes que solo un sucesor designado por Calderón puede ganar la guerra, no es inconcebible la victoria electoral panista”.

Hasta ahí la cita.

¿Acaso Mario Marín Torres será uno de esos dos o tres ex gobernadores en que está pensando Jorge Castañeda?

Inquietante, ¿no?

gar_pro@hotmail.com

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