Quisiera ser magistrado (guerra en el Tribunal)

Piquetes de ojo, codazos, patadas por debajo de la mesa… Todo eso y más, mucho más, ha habido en el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) desde que se desató una auténtica –y cruenta- guerra por ver quién va a suceder al magistrado Carlos Enrique Hernández Ramírez, cuya anunciada jubilación fue aprobada por el pleno el pasado 26 de mayo.

Hasta hoy, la pelea con uñas y dientes, y a tres caídas sin límite de tiempo, se ha centrado en tres aspirantes, ninguno por cierto con los méritos suficientes, pero sí con la ambición necesaria para convertir el de por sí descompuesto poder Judicial poblano en un ring de lucha libre.

Una de las más inquietas y activas para hacerse de la beca (¿o qué otra cosa es?) de magistrado, ha sido Belem Olivares Lobato, jueza cuarto de lo familiar y esposa del tristemente célebre juzgador Elmo Mayoral Bello, exiliado a Tecamachalco y protegido y yerno de Alfredo Mendoza García.

Aunque la familia Mayoral Olivares hizo patente su apoyo al PRI en el pasado proceso electoral, Belem ahora presume ser morenovallista de hueso colorado y, como una legión de oportunistas en Puebla, conexas y anexas, hasta haber vaticinado el triunfo del hoy gobernador.

En corto, y en largo, la desmemoriada jueza pregona contar con el apoyo de Casa Puebla para sustituir a Hernández Ramírez.

Eso, sin embargo, no es lo peor: a propios y extraños presume que ya tiene el voto que dice más importarle: el voto de la primera dama, Martha Érika Alonso de Moreno Valle, pues según Belem, la presidenta estatal del DIF le tiene “enorme” gratitud por haberla asesorado para elaborar la iniciativa legislativa para agilizar el proceso de adopciones en Puebla.

¿Será?

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Otro que anda presumiendo de sus grandes influencias para ver si se convierte en uno de los (impunes y desvergonzados) apóstoles del TSJ, es César Iván Bermúdez Minutti, a cargo del juzgado sexto de lo civil (aunque en los hechos pocas veces acude a su oficina).

Él, al igual que Belem Olivares Lobato, fue uno de los más convencidos activistas de la campaña fallida del fallido López Zavala.

Las malas lenguas cuentan que fue el encargado de asegurar el voto del poder Judicial para el PRI y que los rastros de esto pueden encontrarse fácilmente en el Colegio de Jueces, cuyos fondos precisamente maneja Bermúdez Minutti, y como le viene en gana.

El “rey de la componenda” (así le dicen) está seguro que el dedo de oro lo favorecerá, pues pese a sus antecedentes y laaarga cola, afirma contar con un todopoderoso padrino en Casa Aguayo, mismo que lo incluirá en la terna (¿o el casting de Slumdog Millionaire?) y –jura- moverá cielo, mar y tierra para cumplirle su sueño de ser magistrado (con todo y sus 85 mil pesos mensuales entre salario y “bonos”).

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Rosalba Pantoja Vázquez, jueza del octavo de lo civil, también está más que apuntada para ocupar la vacante silla de Carlos Enrique Hernández Ramírez.

¿Su problema?

Su extraña y desesperante tolerancia hacia los casos de corrupción que ocurren, según diversas denuncias ciudadanas, en sus narices en su oficina, por ejemplo el de un famoso diligenciario que exige entre 10 mil y 30 mil pesos (según el sapo es la pedrada) por cada trámite.

¿Su mérito?

Es ni más ni menos que la candidata del señor presidente del TSJ, el magistrado David López Muñoz, con quien Pantoja tiene un muy especial derecho de picaporte.

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Fuentes del interior del poder Judicial afirman, sin embargo, que nada es lo que parece, y que el verdadero “tapado” es el abogado Fernando Martínez Espinosa, juez noveno de lo penal.

Y es que cuentan que su compadrazgo con el verdadero factótum del TSJ de Puebla vale su peso en oro.

¿De quién se trata?

Del ex procurador, ex secretario de Gobernación y ex secretario de Educación Pública, Carlos Alberto Julián y Nacer.

Hombre de poder, muy pero muy cercano al morenovallismo y padre -para más señas- del joven director general del DIF estatal.

gar_pro@hotmail.com

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