Bartlett y el “fraude”: irresponsables palabras mayores

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Por desgracia, empiezan a observarse señales muy, pero muy preocupantes sobre lo que podría pasar en México desde la noche del 1 de julio si Andrés Manuel López Obrador no logra la victoria que algunos de sus seguidores, lo más sectarios y fundamentalistas, ya dan como un hecho.

Ver y escuchar, por ejemplo, a un Manuel Bartlett decir desde ahora que “sería gravísimo que se atrevieran a realizar un fraude en la elección” (sic), es el anticipo del caminito que sin duda seguirá el (ya nada amoroso) candidato presidencial de la izquierda en caso de que acierten las encuestas que advierten el triunfo del priísta Enrique Peña Nieto.

A menos de un mes de los comicios, la incertidumbre encuentra eco ante la amarga y dolorosa experiencia de 2006, cuando AMLO, como todo mundo sabe, protagonizó –con razón o sin ella- auténticos días de escaramuzas, de odio, de interminables guerras de cifras, de venganza y división, y de irrecuperable confianza, al argumentar (aunque sin poder probarlo) que le robaron la Presidencia.

En Puebla las cosas se pondrían especialmente complicadas dados los conocidos lazos de López Obrador con las huestes del combativo Sindicato Mexicano de Electricistas y otras importantes organizaciones sociales y coordinadoras que desde hace tiempo, con paciencia de santos, esperan la coyuntura ideal para ganar la calle pensando que así ganan la democracia y la justicia que el sistema les ha negado.

¿Aguantará el país un conflicto poselectoral y un segundo presidente “legítimo”?  ¿Qué papel jugarían los miles de jóvenes del movimiento #YoSoy132 ante un escenario de esa naturaleza? ¿Y los radicales? ¿Bastará un triunfo holgado de cualquiera de los candidatos para evitar que el encono vuelva a partir en dos a México?

Ayer mismo, desde esa su tribuna donde sólo cabe su verdad absoluta, el aspirante a senador Manuel Bartlett argumentaba con una asombrosa naturalidad sobre los “peligros” de que se atrevan –no dijo quiénes- “a querer hacer un fraude como el de hace seis años”.

Él, priísta (lo sigue siendo) que operó el –ese sí- fraude histórico de 1988 –que entonces tanto agravió a la izquierda y que hoy ya se les olvidó por la obsesión del poder-, pronunció palabras mayores y estableció que “si hicieran un fraude a (Andrés Manuel) López Obrador y a la gente, al que pusieran no podría gobernar este país”.

Es indudablemente cierto que AMLO ha crecido en las encuestas y que la ventaja de Peña Nieto se ha reducido en las últimas semanas, pero empezar a hablar de fraude, de robo, de conspiraciones y de un desastre para la nación si no gana o no “dejan ganar” al primero, es ridículo y patético, además de totalmente irresponsable.

¿Tiene don Manuel algún elemento, prueba o dato duro que permita anticipar el apocalíptico escenario que pinta para la mañana del 2 de julio? ¿De dónde lo concluye? Que hable ahora o mejor calle para siempre.

En medio de una severa crisis económica, política y social que a veces se pierde de vista porque el discurso de los medios está enfocado sólo en lo urgente, nunca en lo verdaderamente importante, México no puede darse el lujo de ir a un conflicto poselectoral.

Lo bueno de la democracia es la incertidumbre de no saber quién va a ganar y eso, por más que priístas, panistas o perredistas canten sus victorias de plaza pública en plaza pública, es lo que hoy estamos viviendo de cara a la cita con las urnas del primer domingo de julio.

Pero eso sí: no es con anticipados escenarios de catástrofe, que más bien suenan a pretextos o cortinas de humo, como se abona al proceso electoral al que asistimos los mexicanos.

Lo mejor será que los perdedores, quienes quieran que sean, acepten su derrota y los ganadores, los que sean, tengan la capacidad para saber administrar y gestionar el triunfo, por el bien del país.

Cualquier candidato o partido que esté pensando desde ahora en desconocer los resultados de los comicios, o poner en duda la legitimidad y legalidad del nuevo presidente o de la nueva presidenta, sencillamente estará jugando con fuego.

Ojalá que personajes como Manuel Bartlett empiecen a entenderlo para evitar quemarse en la hoguera de las vanidades y de los intereses que ahora defienden en su nueva etapa de políticos de “izquierda”.

¿O acaso el plan –con maña- es volver a mandar al diablo a las instituciones?

***

Cuentan que durante su programada visita a Puebla, tras el segundo debate presidencial, Enrique Peña Nieto se reunirá en privado con mil empresarios –ni uno más, ni uno menos- convocados por José Chedraui Budib, el hombre de todas sus confianzas en el estado para la recaudación de dinero.

Habrá que ver, por eso, si además del apapacho en la recta final de la campaña, el candidato del PRI-PVEM a la Presidencia también recibe otra clase de cariños -en efectivo o en cheque- por parte de los hombres de negocios poblanos.

Y es que si la panista Josefina Vázquez Mota pasó la charola en su reciente gira por Puebla, pidiendo aportaciones de hasta 50 mil pesos por persona durante una comida con líderes empresariales, ¿por qué no habría de hacerlo Peña Nieto?

gar_pro@hotmail.com

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