Puebla Unida: dirigentes de papel

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El famoso adéndum firmado en Puebla en medio de la controversia es, sí, un agregado que utilizó el Consejo Rector del no menos célebre Pacto por México después de la crisis política que lo puso en peligro, por los hechos de cooptación e inducción al voto que promovieron algunos funcionarios del gobierno de Veracruz, junto con los responsables de varios programas que maneja la Sedesol en aquel estado.

Después del vídeo de los “jarochos” priistas para operar electoralmente, más el “no te preocupes Rosario” del propio presidente Enrique Peña Nieto, dicho en la presentación de la Cruzada Nacional contra el Hambre en Chiapas, tanto el dirigente nacional del PAN, Gustavo Madero, como Jesús Zambrano, líder del PRD, exigieron la “cabeza” de Robles Berlanga, lo que nunca se les hizo.

Entonces la viabilidad del pacto entró en un impasse; el delegado de la Sedesol en Veracruz fue destituido, la presentación de la Reforma Fiscal tuvo que esperar y el mismo secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, tuvo que intervenir de emergencia con los dirigentes nacionales del PRI, PAN y PRD para pactar el conocido agregado (o adéndum) al texto fundamental del acuerdo.

Y lo de siempre: evitar el uso faccioso de los programas sociales en los 14 estados en donde habrá procesos electorales, que los gobernadores no intervengan en los comicios, candados a esto y aquello, castigo a quien use políticamente los programas, etcétera, etcétera, etcétera.

De nueva cuenta, Enrique Peña Nieto salió ganando ante la opinión pública. Y es que el pacto volvió a funcionar, todos volvieron a sentarse a la mesa del dialogo, el PAN se terminó de fracturar, las reformas demostraron que son la verdadera prioridad para el gobierno priista y se acordó instalar una comisión nacional para vigilar los acuerdos y la equidad en las elecciones de julio, con un adéndum para cada una de las entidades en donde hay competencia electoral.

Solo que, hablando con honestidad, en Puebla el gobierno local no lo supo procesar correctamente y dejó ver algunas de sus debilidades políticas; a saber: la incapacidad (¿o fue ingenuidad?) del secretario General de Gobierno, Luis Maldonado Venegas, para anticipar lo que iba a suceder (el golpe seco, macizo del PRI-PVEM a Rafael Moreno Valle); la prisa para firmar un acuerdo electoral con el fin de salir a presumirlo a nivel nacional; el exceso de confianza; la soberbia institucional; el minimizar la perversidad del adversario, y la “inocentada” sobre cómo operar este tipo de protocolos para un evento político importante.

Pero también demostró algo más dramático: que los dirigentes de los partidos que conforman la coalición Puebla Unida sencillamente no sirven para nada. Y que sin la guía, la vigilancia o el regaño de su verdadero jefe político, el gobernador, Rafael Micalco Méndez, del PAN; Eric Cotoñeto, del PRD; Gerardo Islas, de Nueva Alianza, y Germán Jiménez, de Compromiso por Puebla, son totalmente incapaces de afirmarse y comportarse como los líderes de una megacoalición en el poder, que eso son aunque no se hayan dado cuenta.

Ante el ataque coordinado de Pablo Fernández del Campo y Juan Carlos Natale, el edecán del PVEM, bajo la atenta mirada del delegado priísta Fernando Moreno Peña, no sólo enmudecieron, sino que se asustaron, auténticos convidados de piedra que no supieron o no quisieron ya no se diga intentar una tímida defensa de su tatiasca, sino articular un solo argumento –y había varios al alcance de la mano- para rebatir los oportunistas e hipócritas señalamientos de “elección de Estado”, de “intromisión desde el poder público” y de “sacar las manos de los comicios” que se hicieron durante la instalación de la pintoresca Comisión Plural Estatal de Preservación del Entorno Político de Equidad de la Competencia.

Dirigentes de papel que están muy buenos para sacarse la foto, cuidar sus intereses y montarse en el carro de las victorias, pero que en los hechos tienen nula capacidad para estar a la altura de lo que está en juego en este 2013. El caso del PAN es aterrador: nunca antes había habido un dirigente tan débil y tan ausente y tan sin voz en una elección local, como Rafael Micalco, absolutamente borrado del debate, de los medios, de la estrategia, de la lucha cuerpo a cuerpo, de la conducción de las campañas…

El adéndum poblano quiso presentarse ante la opinión pública como una acción concertada entre todos los partidos políticos para mostrar una supuesta civilidad política en Puebla, para antes, durante y después de las elecciones; sin embargo, empezó con el pie izquierdo, dejando ver que más que una confrontación política y de ideas entre adversarios, lo que hay es un choque de resentimientos, egos y odios acumulados, una especie de reedición de la guerra del 2010 entre el marinismo (perfectamente abanderado por Pablo Fernández del Campo) y el morenovallismo (perfectamente encarnado por el gobernador y pésimamente representado por los líderes de hojalata de lo que se conoce como Puebla Unida).

gar_pro@hotmail.com

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