¿Continuidad o “Cambio”?

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Ya prácticamente en la recta final de las campañas, ha quedado claro que -más allá de debates que no son debates sino un ejercicio cansino y estéril en el que ni siquiera hubo un claro contraste de ideas- lo que en realidad está en juego el próximo 7 de julio son dos modelos de poder que, en resumidas cuentas, representan o la continuidad –que no continuismo- del morenovallismo, que en 2010 terminó con la hegemonía electoral histórica priísta, o el cambio –o lo que signifique esa idea tan prostituida y desgastada- supuestamente abanderado por el agüerismo, un grupo emergente al interior del PRI que busca instaurar una nueva clase política para los próximos 15 o 20 años.

Se trata, en efecto, de un pleito de familia al interior del priísmo local, pues aunque hoy algunos de los actores vistan de un color diferente y hayan intentado mutar con nuevo discurso y nuevo rostro, la guerra de este 2013 es sólo la prolongación de aquella ruptura al interior del tricolor en 2010, causada por la imprudencia del marinismo que, con su torpeza y ceguera endemoniadas, puso todas las condiciones para que un nuevo grupo del PRI, el encabezado por Rafael Moreno Valle, lo sacara a patadas de Casa Puebla mediante la construcción de una mega alianza opositora pintada de azul-amarillo.

Hoy, ese grupo capaz de derrotar al PRI desde el mismísimo PRI se enfrenta al reto mayúsculo de mantener el poder en lo que puede considerarse, aunque la figura no es precisamente la correcta, un referéndum, en el que el gobernador definirá su futuro político y el de sus colaboradores, y la viabilidad de su proyecto presidencial, que aunque en un impasse ante las actuales circunstancias nacionales, sigue estando ahí, vivo, presente y en la mente.

La verdadera batalla de Puebla, el próximo 7 de julio, es entonces por la continuidad o el “cambio”, un cambio entrecomillado que no ha quedado precisamente claro y que corre el riesgo de volver a sembrar de decepcionados un terreno de por sí lleno de peligros, entre ellos el de reconfirmar la desconfianza y el hartazgo social.

Ahí están en el ring, por un lado, la continuidad del proyecto de Puebla, empujado contra viento y marea, con resentidos, abandonados o marginados dentro de las elites, por Moreno Valle como general en jefe y que Tony Gali abandera o personifica perfectamente mediante la muy atractiva oferta de seguir con las grandes obras y las grandes realizaciones (18 mil créditos a la palabra, 3 mil nuevos policías, 20 mil luminarias, 8 Unidades Deportivas Integrales, mil cámaras de video vigilancia, 7 mil plazas laborales para jóvenes, etcétera) iniciadas en 2010, para no volver a ese oscuro pasado, la Puebla “preciosa”, que tanto desprestigio, atraso y vergüenza causó a los poblanos.

Y el “cambio”, que intenta vender, aunque sin conseguirlo del todo (como se vio anoche en el debate que no fue debate), Enrique Agüera –con los resabios del marinismo detrás de él- con un modelo de ciudad que restablezca valores básicos de la política como el diálogo y la tolerancia de dientes para afuera, que ponga el énfasis en la persona, mediante “un gobierno cercano a la gente, que sepa escuchar y que se mantenga en contacto y vinculado permanente a los problemas que vive la ciudad”.

En otras palabras: seguir abriendo los ojos, entendiendo que este proceso inició en 2010 con la salida del PRI de Casa Puebla y que necesita continuidad, o empezar a construir la “nueva” Puebla, sin confundirse porque lo visto hasta hoy no ha cumplido las expectativas o ha sido insuficiente y “sinceramente”, por lo tanto, “tú mereces más”.

¿Cuál prevalecerá? Seguramente el que opere y aceite mejor su estructura el 7 de julio, pues el debate que no fue debate de ninguna manera ayudará a cambiar, y menos de forma definitiva, el actual estado de las cosas.

gar_pro@hotmail.com

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