BLANCA ALCALÁ: ¿POR QUÉ SÍ AL 2018 Y POR QUÉ NO AL 2016?

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El futuro del PRI en Puebla enfrenta numerosas variables para construir un escenario competitivo en las próximas elecciones. Sería demasiado trivial querer asegurar que “X” o “Y” personajes son responsables de “X” o “Y” proceso electoral cuando las circunstancias exigen una estrategia de conjunto que involucra el corto, mediano y largo plazo; y más aún la intervención directa o indirecta de múltiples actores, así como circunstancias locales y nacionales.

La razón: Puebla es un estado que se encuentra entre los cinco más importantes del país; corredor de la izquierda, perla de la derecha, contención del priísmo, son algunos de los comentarios que se escuchan con frecuencia en relación con el papel del PRD, PAN o PRI, y lo es porque más allá de la rumorología, el tamaño de su padrón electoral es significativo para los procesos federales electorales.

Este factor juega a la hora de tomar decisiones o en el peor de los casos, repercutirá si existe ausencia de ellas.

Primero porque evidentemente 2015, 2016 o 2018 son elecciones en donde las variables y motivaciones son distintas tanto para los electores como para los actores políticos.

Vayamos por partes: en el 2015, el efecto que se persigue de las reformas en materia de competitividad, empleo, inversión, calidad educativa, incluso nuevas y mejores inversiones extranjeras y hasta las muy anunciadas reducciones al precio del gas y la electricidad, aún no será percibido por los mexicanos; por el contrario, los costos del poco crecimiento de la economía , los impactos de la reforma fiscal, la puesta en vigor de nuevos y mayores controles, serán factores que pesen para quienes resulten ser los candidatos del PRI y puedan ganar o perder la elección.

Recordemos, por ejemplo, lo ocurrido en 2009, donde el PAN gobernaba a nivel federal y la molestia de la población era tal que permitió en casi todo el país que el voto de rechazo y el voto nulo fueran fundamentales para que el PRI, aun siendo oposición, obtuviera buenos resultados con candidatos que enfrentaban muy poco conocimiento o arraigo en los lugares que fueron postulados y que Acción Nacional, aun con la maquinaria del gobierno, perdiera en muchos distritos. Un año después, en el 2010, y aun con los mismos actores del gobierno federal y estatal, los electores encontraron nuevas razones para orientar sus votos y en esa ocasión le dio en Puebla el triunfo al PAN y su coalición de partidos, que experimentaron la exitosa fórmula todos juntos contra el PRI.

Se equivocaron quienes confiados en el triunfo consecutivo de 2007 y 2009 pensaban que sería igual para ese año; los números dan cuenta de otra lógica y otros resultados.

En aquel año, 2009, el principal perjudicado fue el presidente Felipe Calderón, quien vio reducido, y a veces eliminado, el margen de negociación para la aprobación de leyes, que irónicamente hoy están siendo discutidas por algunos de sus colaboradores, aunque ahora con otra cachucha: la de oposición, como Cordero, Gil Zuarth, Lozano Alarcón y Vega, funcionarios calderonistas, hoy legisladores panistas.

En este sentido, si para alguien es crucial el resultado en el 2015 será para el gobierno federal, por encima de los gobiernos locales, a excepción claro de aquellas entidades que tienen elecciones simultáneas y que llevarán mano.

Ganar las elecciones intermedias en 2015 será muy importante para el partido en el gobierno, de este modo garantizaría respaldo en el Congreso y sobre todo estabilidad sobre el conflicto de cara a las elecciones presidenciales del 2018.

Frente a este panorama, el PRI deberá conjugar candidatos que aporten a la competencia conocimiento del territorio, capital político y hasta económico frente a nuevas reglas del juego y un escenario poco alentador para el ánimo del electorado. De tal suerte que frente a ello el resultado hoy es incierto.

Así pues llaman la atención quienes quieren hilvanar de manera lineal esta elección, 2015, con la siguiente, la del 2016; por supuesto que cuenta, que el diseño de estrategias es fundamental para el análisis del comportamiento de grupos y de ciudadanos, pero nunca será definitivo un resultado con el siguiente.

Y es que en el 2016 habrá varios estados que tendrán nuevamente proceso electoral, elegirán gobernador, diputados y alcaldes y hasta ahora sólo el caso de Puebla tendrá de manera aislada la elección del candidato a gobernador. El caso poblano ocurrirá en un escenario por demás adverso para el priísmo, donde trazar cualquier estrategia deberá partir de evaluar la fortaleza de los contrarios y a partir de ello decidir con quién, para qué y cómo competir en esta elección, la del minigobernador.

De entrada, más de un centenar de municipios son gobernados por alcaldes que no le son afines al PRI, muchos por cierto eran sus candidatos naturales que por diversas razones compitieron contra el mismo partido del que eran militantes, simpatizantes o formaban parte de gobiernos locales priistas; en muchos de ellos persistirá el coraje de que los rechazaron, en otros prevalecerá la soberbia y hasta la arrogancia de mostrar que ellos sí lo lograron, que eran los buenos y que el partido, en este caso el PRI, no contaba. Evaluación limitada, pero sin duda frecuente, de quienes ostentan un cargo de poder y querrán en la primera mitad de su mandato cobrar revancha.

En ese momento aún serán y/o se sentirán muy importantes. Otros, los pocos que ganaron por el PRI, a excepción de una decena de ellos, representan a municipios con poca población y recursos escasos que se sentirán doblemente afligidos y sin rumbo claro de qué hacer frente a inversiones pendientes por lograr, promesas que cumplir, intereses que atender y sobre todo cuentas públicas por aprobar en un congreso donde sólo siete diputados le son afines y eso, además, con sus asegunes.

Lo anterior hará que estén, por un lado, vigilados, y por otro, temerosos, pues buscarán no pelearse con Casa Puebla, pues aún les falta la mitad por avanzar.

De ahí que para el PRI, el escenario del 2016 será complejo pero si lo juega bien, también interesante, pues al final tiene como partido nada que perder y todo que ganar si logra dibujar con quién la juega, para qué y cómo.

¿Tiene sentido en el 2016 sacrificar a quien hoy es su mejor activo, es decir, Blanca Alcalá? , o por el contrario, competir con quien puede dar la batalla y aun perdiendo, comprar boleto para otros escenarios, como la alcaldía o el Senado.

Curiosamente, a la única que no podrían ofrecerle ello es a Blanca Alcalá, pues senadora ya es, alcaldesa ya fue, lo mismo que diputada local y secretaria del gabinete. ¿Vale entonces la pena desgastarla en un proceso que de entradas se ve incierto?

Qué sentido tendría para ella y para el PRI quemar todas sus naves en la elección del 2016 cuando puede consolidarse para el 2018 y plantear una estrategia competitiva, en la que todas las piezas juegan y lograr un buen acuerdo de cómo avanzar hacia adelante, en función del papel, las aspiraciones y expectativas que pueden tener todos los actores.

Generalmente las guerras son de varias batallas, pero el objetivo no es ganar una contienda y quedarse sin municiones; en este caso sin actores claves para la siguiente que será la madre de todas las batallas, donde además de la Presidencia de la República, a nivel local se disputará la Gubernatura, el Senado, los diputados federales, los locales y las presidencias municipales, y los cuadros que se requerirán son muchos y todos querrán ganar, y para lograrlo habrán de aportar desde su espacio lo mejor para conseguirlo, pues de lo contrario el que regateé esfuerzo corre el riesgo de también salir damnificado.

Prepararse para una estrategia de ganar-ganar, pensar quién encaja mejor en qué papel y a partir de ahí construir un proyecto sólido, en donde el PRI pueda decirle al ciudadano para qué quiere regresar a gobernar; ese es el reto que tiene el partido en los meses por venir.

Ahí es donde el 2016 y el 2018 deben mirarse en conjunto, sin que ello implique postergar más el trabajo y hacerlo con una mirada global.

Seguramente esas son algunos de los múltiples análisis que pasan por la cabeza de Blanca Alcalá cuando afirma que hay mucho que trabajar y por ello su camino es el 2018 y ser gobernadora para el periodo de 6 años, no la minigubernatura a la que algunos actores la quieren mandar a fuerza para, además, quitarse de encima a quien ya ven como la rival más peligrosa, hacia adentro y hacia afuera del PRI.

¿Voy bien o me equivoco?

gar_pro@hotmail.com

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