HUMO BLANCO EN EL PRI (AHÍ VIENE LA “JEFA”)

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Bien dicen que más vale tarde que nunca, y al parecer el Comité Ejecutivo Nacional del PRI ha llegado por fin a una decisión respecto al relevo de Pablo Fernández del Campo en la dirigencia en Puebla. Será en dos semanas, aproximadamente, cuando de la terna conformada única y exclusivamente por mujeres (Rocío García Olmedo, Silvia Tanús y Ana Isabel Allende) salga la elegida; vamos: la nueva “jefa” del tricolor en el estado, la encargada de iniciar en lo posible la reconstrucción de un partido literalmente devastado debido a las subsecuentes derrotas electorales, la división interna, la ausencia de liderazgos y los egoísmos y las traiciones de sus principales próceres. Sí, hay una terna pero si va a apostar, hágalo por la última de las mencionadas, es decir, la diputada federal Allende, una mujer atípica en más de un sentido pero con padrino poderoso y la menos mala de todos los prospectos según la valoración y auscultación hechas por encargo de César Camacho e Ivonne Ortega.

Y es que a final de cuentas ni Carlos Sánchez ni José Luis Márquez pasaron la prueba del ácido: sus innegables vínculos con el morenovallismo los marcaron, y de por vida, por más que hace unos días ambos diputados federales hayan intentado simular sumándose al posicionamiento crítico con motivo del caso Chalchihuapan. Ni uno ni otro son confiables para el CEN priísta, que sabe de todos y cada uno de sus negocios y acuerdos por debajo de la mesa con el régimen.

El caso de Guillermo Deloya, presidente del ICADEP del PRI, es muy diferente. Aunque él mismo ya se ha encargado de expresar que no va a la dirigencia estatal, lo cierto es que su alejamiento de la puja es una jugada estratégica perfectamente medida. Seguirá a cargo de un proyecto que es del interés personal del presidente de la República, Enrique Peña Nieto, como la Escuela Nacional de Cuadros del PRI, y sobre todo muy cerca de César Camacho e Ivonne Ortega, que lo cuidan como si de un hijo se tratara. Así, mantendrá intacto su peso específico entre el priísmo poblano al tiempo que seguirá posicionándose en el ánimo de los jerarcas del priísmo nacional, con todo lo que ello implica de cara al 2016 y 2018.

Y es que, ante la actual situación del tricolor en Puebla, es más valioso –y más rentable- convertirse en líder que en presidente del partido, algo que nunca entendió, por ejemplo, Fernández del Campo.

Pero la llegada de Ana Isabel Allende a la dirigencia estatal debe leerse como la confirmación de dos cosas: la primera, que se terminaron las consideraciones con el gobernador Rafael Moreno Valle desde la cúpula del PRI, y la segunda, no menos importante, que definitivamente no hay ni habrá acuerdo para los comicios federales del próximo año. Se impone, pues, la línea dura.

Otra cosa que tampoco puede perderse de vista es que detrás de la decisión está un personaje poderoso e influyente, un actor sin duda protagónico de la política nacional, que arrastra viejas heridas y que pretende cobrarlas todas: Manlio Fabio Beltrones, el coordinador de los diputados del PRI en San Lázaro, lastimado en sus intereses políticos y económicos desde que Moreno Valle arrebató por la vía legal el predio conocido como “Valle Fantástico” a uno de sus consentidos, el empresario Ricardo Henaine.

Es y ha sido Beltrones quien en las últimas semanas ha movido cielo, mar y tierra para causar el más daño posible al gobernador poblano desde la crisis del caso Chalchihuapan; no se detendrá hasta verlo fuera de la carrera presidencial del 2018 y Ana Isabel Allende es y será parte de los movimientos en el tablero de ajedrez para lograr el cometido. Se trata de una guerra declarada, guerra que rebasa a la aldea y que se inscribe en la disputa por el poder a nivel nacional, que es el juego real.

Ha sido, de hecho, el propio Beltrones el que se ha encargado de convencer a los más visibles liderazgos priístas poblanos de la necesidad de romper lanzas contra Moreno Valle -de ahí la beligerancia que de repente volvieron a mostrar diputados como Enrique Doger- y de apoyar y arropar a Allende para la dirigencia estatal, pese a su falta de experiencia, liderazgo y carácter, debilidades que palidecen ante lo que hoy más valoran en el CEN priísta: su total y absoluto distanciamiento de Casa Puebla, a diferencia de los citados Carlos Sánchez y José Luis Márquez.

“Lic. En Ciencias Políticas y Administración Pública, crítica, enamorada d mi país… Diputada federal dtto 8, Chalchicomula de Sesma, Puebla” (sic), así se presenta en las redes sociales quien, de no ocurrir una sorpresa, será –o pretenderá ser- la “jefa” del PRI, un partido que nunca antes ha sido dirigido por una mujer en el estado.

Es, además, secretaria de la Comisión de Seguridad Pública en la Cámara de Diputados y, por si fuera poco, pareja sentimental de Adolfo Karam Beltrán, diputado federal suplente, personaje cercano a Mario Marín y, últimamente, uno de los actores más dispuestos a sobredimensionar y capitalizar políticamente el caso Chalchihuapan, y sus diversas vetas, contra Moreno Valle, tope donde tope, abierta o encubiertamente, al modo que ya se le conoce desde los tiempos del “góber precioso”.

Tan avanzado va lo de Ana Isabel Allende que ya empezó a moverse en los medios de comunicación (es portada del número en circulación de “Los Rostros” de Síntesis) y esta misma semana se sentó a cenar con varios de los liderazgos del partido en Puebla, como el propio Guillermo Deloya y Rocío García Olmedo, para terminar de preparar su inminente arribo al Comité Directivo Estatal.

Sí, ya hay humo blanco en el PRI.

Por fin.

gar_pro@hotmail.com

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