¿DÓNDE VA A PASAR LA NAVIDAD EL “GÓBER PRECIOSO”?

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En una poderosa oficina de Los Pinos se analiza la detención de Mario Marín.

Del tristemente célebre “góber precioso” y de Arturo Montiel.

Dos ex gobernadores que representan el rostro más oscuro del PRI, que los engendró.

Dos indiscutibles campeones de la impunidad nacional.

Dos verdaderos ejemplares de lo peor de la política en nuestro país.

Pero sobre todo, dos muy buenos motivos para que el presidente Enrique Peña Nieto empiece –de ser eso posible- a salir de la profunda crisis de credibilidad y legitimidad en que se encuentra sumido
desde hace ya varias, varias semanas.

Sí, en una poderosa oficina de Los Pinos se estudia con pinzas lo que sería sin dudarlo un fuertísimo golpe de timón.

Un parteaguas para el alicaído sexenio peñista.

Guardando las comparaciones:

Lo que representó para Carlos Salinas de Gortari la detención de “La Quina”.

Lo que implicó para Ernesto Zedillo la captura de Raúl Salinas, “el hermano incómodo”.

Lo que incluso fue para el propio Peña Nieto, en su momento –y su circunstancia-, el encarcelamiento de la profesora Elba Esther Gordillo.

Y es que al presidente nada, pero absolutamente nada le ha funcionado hasta hoy para salir del hoyo.

Para dejar atrás las sucesivas crisis que lo agobian:

La crisis de Tlataya.

La crisis de la residencia privada de la primera dama, la denominada Casa Blanca.

La crisis económica.

Y sobre todo la crisis de Ayotzinapa.

La madre de todas las crisis.

La crisis de crisis.

Lentos de reflejos, sin el oficio político que presumían los priístas, paralizados como gobierno, con la batalla de la opinión pública perdida, se imponen los juegos de artificio y las decisiones espectaculares.

Eso creen, por lo menos, en una poderosa oficina de Los Pinos.

Las famosas reformas estructurales no han sido –ni por mucho- el eje mediante el cual la nación caminaría –por enésima vez- hacia el “primer mundo”.

Detrás de la quimera, crecieron los enanos, se desataron los demonios y reaparecieron los jinetes del apocalipsis mexicano:

La corrupción institucionalizada.

La supervivencia de la economía informal.

La ausencia del Estado de Derecho.

La preeminencia política del crimen organizado.

La inseguridad pública.

Y la impunidad, siempre la impunidad.

Todo lo que resume –y explica- el caso Ayotzinapa.

Y lo peor es que el control de daños de la Presidencia ha sido todo menos un éxito.

Todas, absolutamente todas las medidas de contención ensayadas por el gobierno han fracasado estrepitosamente.

Aunque haya ilusos -como César Camacho, el inefable dirigente del PRI- que afirman que “el país ya está saliendo de la crisis ocasionada por el caso Iguala”, lo cierto es que no.

La crisis sigue ahí, intacta, perenne e indescifrable para el primer círculo del poder.

Se han visto rebasados y no saben cómo salir del trágico laberinto en que se metieron por omisión, por comisión o por las dos.

El decálogo presentado hace unos días por Peña Nieto, como respuesta a la crisis, sólo causó otra crisis.

La crisis de la risa.

La crisis de la indignación.

La crisis del repudio nacional.

Por vagas, electoreras e insuficientes, las propuestas para “salvar” a México del desastre recibieron la reprobación generalizada.

Y es que no es con unas cuantas aspirinas como se va a enfrentar el cáncer que corroe las entrañas del país.

Peña Nieto sabe que camina sobre terreno peligroso: está ya en ese momento de definiciones en que o toma el toro por los cuernos o su sexenio pasará a mejor vida.

Y se requieren medidas radicales.

El mensaje –directo, contundente- de que el presidente entiende que México no puede seguir igual tras Ayotzinapa.

Y qué mejor que empezar por casa, desmontando los cimientos que han dado vida a un régimen podrido por dentro.

Para ello, para comenzar, dos candidatos aparecen en el (para nada improbable) escenario:

Marín y Montiel.

O lo que es lo mismo:

Montiel y Marín.

Uno, protector de pederastas.

Otro, corrupto consuetudinario.

Prototipos, los dos, de la infamia mexicana.

Impunes y millonarios.

Cínicos y nauseabundos.

Ideales, eso sí, para salir de la crisis de legitimidad.

Y sobre todo para empezar a recuperar a recuperar la confianza ciudadana.

-Y para que el PRI, dicho sea de paso, pueda tener alguna oportunidad electoral en el 2015-.

Sí, la aprehensión de Mario Marín es una ruta que se analiza con suma seriedad en una poderosa oficina de Los Pinos.

Porque ante problemas extremos, soluciones extremas.

En un país que se desmorona y que vive tal vez la peor de sus encrucijadas de la época moderna.

¿Dónde va a pasar la Navidad el “góber precioso”?

¿Va a necesitar amparo?

Y más: ¿seguirá tan orondo, tan confiado y tan soberbio como siempre, ignorante de lo que verdaderamente representa para la política nacional?

Las dudas matan.

gar_pro@hotmail.com

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