EN PUEBLA, ¿GOBERNADOR PONE GOBERNADOR?

ALARMAS VECINALES

Ahora que iniciaron a tambor batiente las campañas –mucho mejor Tony Gali que Blanca Alcalá-, no es ocioso recordar que según la historia de las últimas sucesiones gubernamentales en el estado de Puebla, todos los gobernadores, al menos desde Alfredo Toxqui Fernández de Lara, intentaron poner gobernador, pero ninguno lo logró, por múltiples y muy variadas razones, así como distintas variables tanto nacionales como locales.

La tentación de heredar el cargo más importante del estado a su favorito –a veces llamado “delfín”, en el contexto de la monarquía francesa, para referirse al sucesor designado oficial u oficiosamente para un puesto de poder-, no ha sido exclusiva de uno o dos gobernadores. Como hoy Rafael Moreno Valle, en las últimas cuatro décadas todos sus antecesores han hecho todo lo que ha estado en sus manos para lograrlo, como una forma de extender su influencia por alguno o varios años más.

En 1980, Alfredo Toxqui lo intentó a través del que fue su tesorero y senador suplente, Marco Antonio Rojas Flores. Sin embargo, no contaba con que el entonces dirigente nacional del PRI, Gustavo Carvajal Moreno, tenía otros planes y que terminaría convenciendo al “Gran Elector”, el presidente José López Portillo, de que la mejor opción del PRI –cómodamente instalado en el paraíso del (casi) partido único- para Puebla era el influyente diputado federal Guillermo Jiménez Morales.

Casi al término de su sexenio, el propio Guillermo Jiménez cayó en la misma tentación: quiso heredar la gubernatura a quien había sido su secretario de Finanzas y en ese momento fungía como presidente municipal de Puebla, el malogrado profesor Jorge Murad Macluf. A la postre, Jiménez Morales nada pudo hacer para impedir que el entonces presidente de la República, el grisáceo Miguel de la Madrid Hurtado, cumpliera su capricho de mandar a Puebla a un muy amigo suyo desde la universidad y compañero de parrandas juveniles, el abogado Mariano Piña Olaya.

La historia se repitió con Piña Olaya, quien aunque tuvo en Marco Antonio Rojas Flores a su “delfín” y por todos los medios le cerró el paso al competitivo Ángel Aceves Saucedo, el por entonces todopoderoso presidente Carlos Salinas de Gortari ni siquiera le permitió que Rojas Flores tomara vuelo, pues más tardó el de Champusco en abrir su juego, que Salinas en dejarle muy claro que su rival interno priísta en la sucesión presidencial de 1988 y posterior secretario de Educación Pública, Manuel Bartlett Díaz, sería el bueno para Puebla, sin importar siquiera que este hubiera nacido en Tabasco.

Por supuesto que Manuel Bartlett, en su tiempo y en su momento, buscó heredar el poder a su favorito: José Luis Flores Hernández, un buen técnico pero pésimo político, quien había sido su secretario de Finanzas, y a quien a la postre no dudó en sacrificar para satisfacer su obsesión –finalmente incumplida- de convertirse en candidato del PRI a Los Pinos. Bartlett manipuló y utilizó groseramente a Flores Hernández y, para disfrazarse de “demócrata” –traje con el que hoy sigue lucrando frente a la desmemoria de la nación-, lo mandó a una consulta directa a la base priísta, en la que literalmente fue arrollado por el muy popular y querido senador Melquiades Morales Flores. Al final, con la mano en la cintura, Bartlett le dijo a José Luis Flores: “Ni modo, perdimos”.

Melquiades Morales fue otro gobernador en funciones que quiso poner gobernador y para ello tuvo tres “gallos”: primero, el empresario radiofónico y alcalde de Puebla Rafael Cañedo Benítez, pero falleció durante una operación quirúrgica; segundo, el procurador Carlos Alberto Julián y Nacer, pero al perder este la elección de 2001 por la presidencia municipal de Puebla, se quedó fuera de toda posibilidad, y tercero y último, su secretario de Desarrollo Rural, el senador Germán Sierra Sánchez, quien ingenuamente se quedó esperando la “pinche señal” (de Casa Puebla) mientras el edil capitalino Mario Marínle comía el mandado” haciendo sus amarres a nivel nacional –especialmente con el entonces líder del partido, Roberto Madrazo- y posicionándose en las encuestas como la mejor opción del tricolor, amagando además con irse del PRI para contender por el PRD. Al final, Melquiades no tuvo otra que aceptar la nominación del oriundo de Nativitas Cuautempan, aunque en la “íntima intimidad” –como decía- tuvo que tragar sapos, sin hacer gestos.

Por supuesto que Mario Marín también intentó lo que Toxqui, Jiménez Morales, Piña Olaya, Bartlett y Melquiades Morales, y lo hizo –como todo mundo sabe- a través de su hijo político, el chiapaneco Javier López Zavala, el más dócil y manipulable de su grupo y a quien en el sexenio encumbró como secretario de Gobernación y luego como secretario de Desarrollo Social. La historia es conocida: pese a que le dijeron una y otra vez que había mejores opciones para que el PRI mantuviera el poder, como la alcaldesa Blanca Alcalá, el desprestigiado e impresentable “góber precioso” se entercó y terminó perdiendo, entregando la gubernatura a la oposición por primera vez en la historia en la persona de Rafael Moreno Valle, quien previamente se había ido del PRI para sumarse al PAN y desde ahí armar una amplia coalición electoral que ya nadie pudo parar.

Hoy, el propio Moreno Valle busca dejar a su favorito en el poder, haciendo uso de todos los recursos a su alcance para lograr que su ex secretario de Infraestructura y ex presidente municipal de Puebla, Tony Gali Fayad, quede en su sitio durante el lapso de un año y ocho meses que comprende la llamada minigubernatura, materializando la continuidad transexenal de su proyecto político.

Animal político las 24 horas del día, Moreno Valle no es Toxqui como tampoco es Bartlett, Melquiades y Marín, pero ni duda cabe que está ante el reto más importante de toda su carrera política, incluso más importante que su propia elección de 2010, pues se trata de la sobrevivencia de él como actor político y como jefe de grupo.

Si lo consigue será toda una proeza política, digna de resaltarse por mucho, mucho tiempo, y hará que cambie por completo la dinámica de las últimas sucesiones gubernamentales, en las que, sea como sea, pero se ha dado la circulación de las elites en la cúpula del poder.

Si fracasa, ello habrá sido resultado de muchos factores, pero sobre todo de la lógica histórica de dichas sucesiones, donde todos lo han intentado pero todos, al menos hasta hoy, no lo han logrado, por –como he dicho- múltiples y muy variadas razones, así como distintas variables tanto nacionales como locales.

Por eso la pregunta: en Puebla, ¿gobernador sí pone gobernador?

Lo veremos el próximo 5 de junio.

gar_pro@hotmail.com

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