BREVE HISTORIA DEL YERNO QUE GANÓ PERDIENDO

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Édgar Chumacero siempre estuvo en contra de que su suegra fuera la candidata del PRI al gobierno de Puebla en 2016.

Hay que esperar al 2018, decía.

Pero una vez que Blanca Alcalá se convirtió en la abanderada, el yerno se volvió todopoderoso.

Y más que eso: indispensable.

El principio y fin de todo en la campaña.

Opinaba, decidía, ordenaba…

Por encima incluso del dirigente del PRI, Jorge Estefan, y del coordinador de la campaña, Alejandro Armenta.

Su nivel de influencia fue impresionante.

Inaudito.

Bochornoso por momentos.

No hubo reunión –pública o privada- de la candidata en la que no estuviera presente.

Como una sombra.

Una extensión –incómoda extensión- de la senadora de la República.

Y fue ahí, desde la inexperiencia –no se le conoce carrera política alguna- y la improvisación, que aconsejó y dirigió a Blanca Alcalá.

Como si fuera un experto, le dijo el qué, el quién, el cómo y el cuándo.

En el camino, cerró la puerta a empresarios, políticos, periodistas…

La abrió según sus intereses, fobias, filias y muy particulares fines.

Édgar Chumacero se volvió el “Pepe Grillo” de la candidata.

Su consejero y asesor de cabecera.

Con poder de veto.

Sin límites.

Prácticamente no hubo un tema que se le escapara.

Todos los acaparó.

En todos se metió.

Especialmente diligente fue en el terreno económico.

Y es que por sus manos pasó el dinero del CEN del PRI y de la Segob, así como de los generosos donativos recibidos por contados –pero conocidos- prohombres de la sociedad poblana.

Millones y millones de pesos que no se reflejaron del todo en la desastrosa campaña, pero menos durante el día más importante: el 5 de junio.

Se cuentan muchas historias al respecto.

Operadores de la candidata aún no se explican por qué los recursos no fluyeron como se esperaba.

Hay testimonios –vía Whatsapp- de que el “Día D” los mandaron a la guerra sin fusiles.

En otras palabras: les cerraron la llave.

La llave que mueve voluntades.

Voluntades que convocan a multitudes.

Multitudes que reproducen votos como panes y peces.

Votos que nunca llegaron.

Lo único cierto, en todo caso, es que, como reza el clásico, lo que se ve, no se juzga.

Tras la estrepitosa –y cantada- derrota (por una diferencia de más de 11 puntos) de Blanca Alcalá frente a Tony Gali, el multicitado Édgar Chumacero pasó, naturalmente, por un periodo de duelo.

Depresión, rabia, amargura, deseo de venganza, fueron algunas de las emociones experimentadas.

Del letargo sólo los sensacionales Juegos Olímpicos de Brasil lograron sacarlo.

Hace unos días se le vio en Río.

Río de Janeiro, la Cidade Maravilhosa.

Feliz de la vida.

Pleno.

Dueño del tiempo y de su circunstancia.

Sin preocupaciones de ningún tipo.

Tomándose una selfie tras otra con sus amigos en las tribunas del mítico estadio Maracaná, durante la final de futbol entre el equipo de Neymar y el conjunto alemán.

O en Ipanema, una de las playas más famosas de la ciudad junto con la de Copacabana.

Y es que, a final de cuentas, no le fue tan mal.

El yerno ganó perdiendo.

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(¿Quieres que te lo cuente otra vez?).

gar_pro@hotmail.com

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