LOS FARISEOS DEL PRI QUE BUSCAN CONVERTIRSE EN APÓSTOLES DE MORENA   

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Un día sí y el otro también despotrican, unos en público y otros a puerta cerrada, contra el “entreguista” Partido Revolucionario Institucional (PRI), contra las “inadmisibles” acciones del Gobierno de la República y el “indigno” Enrique Peña Nieto. Dictan “periodicazos” contra sus propios compañeros y hasta arman campañitas soterradas para denostar a los grupos que cobijan al tricolor en el estado.

Parecería que son opositores al otrora partido de Estado, pero no. Se trata de ilustres personajes que cobran, o lo han hecho toda la vida, con la mano extendida como priístas, pero se comportan con corazón color terracota, pues ya ha dado muchas señales de que coquetean con el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), de Andrés Manuel López Obrador.

Son sucios fariseos en el PRI, pero aspiran a ser impolutos apóstoles convidados a la mesa lopezobradorista en 2018. Son los chantajistas de siempre: los Doger, los Armenta, los Jiménez Merino, los López Zavala, los Galindo

El más visible de la lista, al menos últimamente, es Iván Galindo Castillejos.

“Un traidor”, según lo califican sus todavía compañeros de partido, quienes lamentan que sea el coordinador de los regidores priístas en todo el estado.

Está también Alejandro Armenta, quien ha ido informando que ya tomó su decisión de dejar el tricolor.

Sin embargo, mientras eso ocurre, se ha convertido en un fan que da muestras en público de su afecto por el yunquista Eduardo Rivera Pérez.

Al primero ya le hacen a la medida la camisa de fuerza.

Al segundo, el Congreso le tiene el traje a la talla por las cuentas sucias en su administración como alcalde en la capital.

Están también en ese grupo los Doger y los López Zavalas, quienes envían mensajitos de que, o los hacen candidatos o dirigentes, o se van.

Se erigen como “el abanderado que MORENA necesita“.

Presumen una estructura fuerte y en todo el estado, pero no es tal.

De ser así, no tendrían por qué andar pidiendo asilo en MORENA.

Está, asimismo, Alberto Jiménez Merino, el ex delegado de la Sagarpa, quien desde su diminuta visión anda diciendo que por su “lealtad” merece un cargo.

No llegará.

Ya es escarnio en casa y fuera de ella por sus eternas lamentaciones.

Sus quejas llevan ardor puro y puritito ardor.

Ninguno de ellos, salvo tal vez Galindo, tienen en realidad negociaciones directas con MORENA.

Pero quieren.

Pero les urgen.

Apenas el pasado sábado, algunos buscaron, sin éxito, los conductos para acercarse al tabasqueño.

Siguen intentando.

A Javier López Zavala ya hasta en su propia familia y su grupo cercano critican su “transformación”.

No pueden creer lo que ven, lo que oyen.

Les asquea su incongruencia.

Todos estos personajes encuentran la mayor resistencia para llegar al partido terracota en los personajes que sí son cercanos a López Obrador y a su consiglieri, Ricardo Monreal.

Piden desesperadamente audiencia con ellos, pero no les hacen caso.

Anhelan esa foto, para subirla al “feis”.

No los mueven los ideales ni un repentino cambio de ideología hacia la izquierda.

Sus resortes son la ambición y su necesidad de no quedarse fuera de la jugada de 2018, al costo que sea.

La simulación para ellos es un precio pequeño.

El caso de Galindo es sintomático de lo que pasa en el PRI.

En realidad, de todos los demás, él es pequeño en el tricolor, pero se ha convertido en una carga enorme para el dirigente estatal, Jorge Estefan Chidiac.

él le debe el cargo de coordinador de todos los regidores priístas de la entidad.

Cómo debe estar arrepentido el también diputado federal.

Se echó él mismo el alacrán al cuello.

Lo encumbró.

Ahora es su Judas.

Es la pieza fundamental de la conjura contra el PRI.

En el tema de cambiar bandera, ha superado, por ahora, a los Doger, a los López Zavala, a los Jiménez Merino y a los Armenta.

Para su “labor”, Iván Galindo recibe recursos del partido al que denuesta en público y en privado.

Desde su posición, tiene autoridad y pretextos para meterse en todos, en todos, los 217 municipios.

Muchos de los regidores del interior hasta “jefe” le dicen ya.

Aseguran que termina negociando prebendas personales con los poco más de 80 alcaldes de su partido y con quienes se dejan en otros.

Habla de una posible desbandada del tricolor, si este “no cambia“.

Es la táctica de ”¡al ladrón, al ladrón!”.

Igual hacen, desde su estilo, los Doger, con el cuento de que sin él pierden.

Los López Zavala, con el chantaje de su “gran estructura” y sus más de 800 mil votos en 2010.

Ya ni quién se acuerde.

Los Jiménez Merino, con su lastimero argumento de que es “priísta de corazón”.

Y los Armenta, con su falacia de que se debe a los ciudadanos y garantiza unidad de fuerzas distintas.

Se dice ahora “progresista y de izquierda”.

No sabe ni qué significa eso.

Galindo, por su parte, sigue con su juego avieso y ya no le preocupa que se le vea como uno de los principales instigadores del éxodo priísta a Morena.

Sus desplantes como crítico del PRI, de los priístas y hasta del Presidente de la República, tienen hasta el copete a sus todavía correligionarios.

Así como los lamentos de Jiménez Merino, los chantajes de López Zavala, las ínfulas de Doger y las manías de Armenta.

Son cada vez más aborrecidos.

Se les considera esquiroles.

Se sabe que acuerdan en lo oscuro con los adversarios.

Hay la versión de que Galindo, Doger, Armenta, Jiménez Merino y/o López Zavala desertarán pronto del PRI.

Luego, buscarán aparecer en 2018 en alguna candidatura por las siglas del partido color terracota.

No sólo eso.

Para hacer méritos ofrecen llevarse buena parte de la base tricolor al partido de Andrés Manuel López Obrador.

Y el PRI poblano, ya tan débil, ya tan desdibujado, no puede darse el lujo de tener al enemigo en casa.

“Nadie sabe para quién trabaja”, reza el dicho popular.

Los Doger, los Galindo, los Merinos, los Armenta y los López Zavala, sí saben para quién.

En cambio, los priístas no se han enterado ni por dónde

Sería trágico si no fuera cómico.

gar_pro@hotmail.com

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