Don Justo Sierra

Por  José Alarcón Hernández | Publicado el 23-09-2015

“Si un hombre era grande en vida,

se vuelve diez veces más grande

después de muerto”

Thomas Carlyle

En todos los pueblos hay registro de sus prohombres, en las civilizaciones antiguas, en las de la época romana y griega, en la edad media, en los siglos más recientes de la edad moderna y  de la posmodernidad.

Cada civilización ha tenido hombres y mujeres que se han significado en las ciencias exactas o en las de orden social y México no es excepción.

En la segunda mitad del siglo XIX y la primera  década del siglo XX, la historia registra a un hombre con gran significación, a un abogado, escritor, filósofo, educador, diplomático y fundador, entre otros, de la Universidad Nacional de México y de la hoy Secretaría de Educación Pública.

Su vida transcurrió en las décadas finales del porfiriato y en la primera del siglo XX.

La Secretaría de Educación Pública o mejor dicho la Biblioteca del Consejo Nacional Técnico de la Educación, publicó en 1962 un libro: “Homenaje a Don Justo Sierra”.

El secretario de Educación era Jaime Torres Bodet, otro distinguido intelectual.

Por cierto, el  presidente del Consejo Nacional era entonces el poblano Celerino Cano, que había sido aquí en la entidad secretario de gobierno.

Ese consejo instruyó a los directores de las escuelas federales para que rindieran homenaje al maestro Justo Sierra. Les envió una guía contenido para hacer el homenaje.

Justo Sierra nació en la ciudad de Campeche, el 26 de enero de 1848, fue uno de los hijos del historiador y novelista Justo Sierra O´Reilly.

La ciudad de Campeche pertenecía al departamento de Yucatán.

La publicación que he referido, en homenaje a Sierra, comprendió semblanzas y perfiles del homenajeado como los siguientes: “Justo Sierra”, por Alfonso Reyes; “Justo Sierra y la Profecía de  Altamirano”, por Arturo Arnaiz y Freg; “Justo Sierra”, por Emilio Abreu Gómez; “Evocación de Justo Sierra”, por Rafael Heliodoro Valle; “Justo Sierra, el Educador”, por José Romano Muñoz; “Justo Sierra, El Amante, El Escéptico, El Historiador”; “Justo Sierra, una Etapa de Emancipación Americana”, por Leopoldo Zea; “El Gran Periodista Don Justo Sierra”, por Rafael Heliodoro Valle; “Desde Tierras de Francia”, por Carlos Serrano; “El Centenario de Justo Sierra” por Paula Gómez Alonso.

Luis Lara Pardo escribe en esa obra un artículo que tituló “Cómo Conocí al Maestro”, otro artículo escrito por Andrés Henestrosa.

En los funerales de don Justo Sierra, la oración fúnebre, la pronunció el ilustre tribuno mexicano Jesús Urueta.

Otros artículos: “Justo Sierra el Maestro”, por Genaro Fernández Mac Gregor; “Justo Sierra y su fe en México”, un discurso pronunciado en la Escuela  Nacional de Maestros; “Justo Sierra y Nosotros. México: Los Hilos de su Historia”, por Manuel Moreno Sánchez, quien en su documento afirma: “fue Justo Sierra historiador y literato, maestro, pensador y guía: su imagen se proyecta hasta nosotros”.

Ahora le ofrezco una breve biografía del maestro Justo Sierra:

Nació en la ciudad de Campeche, Campeche, sus primeros estudios los realizó en el Colegio de San Miguel de Estrada, siendo su preceptor don Eulogio Perera Moreno.

En la ciudad de Mérida termina sus estudios primarios en el Colegio de San Ildefonso de Mérida.

Posteriormente fue internado en el Liceo Franco-Mexicano, donde permaneció cuatro años.

En junio de 1861 su familia aconsejo que se trasladara a la capital de la república para continuar sus estudios, se inscribió en el Colegio de San Ildefonso, de México, en donde sobresalió como estudiante aplicado y de libre pensamiento.

En julio de 1861 presenció la entrada de Maximiliano y Carlota a la ciudad de México, entonces él tenía trece años.

En 1871 presenta su examen profesional para obtener el título de abogado.

Tiempo después es nombrado secretario de la Tercera Sala de la Suprema Corte de la Nación, diciembre de 1873.

El 6 de agosto de 1874, contrajo matrimonio con la señorita Luz Mayora y Carpio.

En 1878 publica su Compendio de Historia General.

De 1880 hasta 1884 actúa como diputado al Congreso de la Unión.

Años antes, en 1881, fue aprobado el proyecto de don Justo Sierra para fundar la Universidad Nacional.

Entre 1889 y 1890 preside el Congreso de Instrucción Pública.

En 1891 publica su “Manual Escolar de Historia General”.

En 1895 realiza sus viajes a Estados Unidos y a Europa.

En junio de 1901 se encarga de la Subsecretaria de Instrucción Pública.

En 1904, establece los Jardines de Niños y auspicia la revista pedagógica especializada “Kindergarten”.

En 1905, al crearse la Secretaría de Educación Pública y Bellas Artes, es nombrado titular.

El 24 de mayo de 1910, el Congreso de la Unión aprueba un decreto que promueve el establecimiento de la Universidad Nacional de México, que es inaugurada en el anfiteatro de la preparatoria el 22 de septiembre de 1910.

El presidente Francisco I. Madero, en abril de 1912, nombra a Justo Sierra Ministro de México en España.

El 13 de septiembre de 1912, muere en Madrid, España, sus restos fueron trasladados a México en octubre de 1912, siendo inhumado en el Panteón Francés.

El 24 de enero de 1948 sus restos son trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres.

Vale la pena conocer la vida y la obra de hombres como Justo Sierra.

Vivió durante el porfiriato y murió en las vísperas de la revolución mexicana.

Tirios y troyanos lo reconocen como un gran maestro, un gran mexicano.

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