/**/
Viernes, 08 Diciembre 2017 19:47

Argentina envía La Cordillera, premiado drama político

Por  Staff Puebla On Line

Ningún otro cine hablado en español puede presumir de una tradición más sólida que el argentino si se trata de cine político. Los entresijos del poder, desde el de altas cúpulas hasta el más cotidiano, parecen materia inagotable para los cineastas de generaciones recientes en el cono sur. Son ellos, quienes iniciaron filmografías después de las dictaduras, quienes se van tomando libertades cada vez más aventuradas para abordar lo político, lo económico y lo social en una diversidad insólita de registros: melodramas políticos (El secreto de sus ojos), comedias políticas (El ciudadano ilustre), sátiras sociopolíticas (Relatos salvajes), thrillers de acción (El clan) o elaboradas abstracciones de autor (Jauja).

Entre éstos, Santiago Mitre parece ser quien mejor y con más cuidado ha estudiado las lecciones de la vieja escuela de cine político para seccionar y abrir en canal, con finos bisturíes, la consciencia colectiva de la Argentina del siglo XXI. Y los síntomas que encuentra, por cierto, son de gravedad. Su corta filmografía –tres películas individuales y otras dos dirigidas en equipo– ha ido escalando en ambición y en resultados. El estudiante (2011) fue un interesante, tenso y cercano estudio a las luchas estudiantiles universitarias vistas desde dentro, con todas sus virtudes y sus vicios expuestos al sol; Paulina o La patota (2015), quizá su mejor película hasta ahora, fue un vibrante estudio femenino –e incluso feminista– acerca de la búsqueda de justicia y las mutaciones de la ética personal después de un ataque sexual.

 

La cordillera, con un elenco multiestelar y un recorrido amplio por festivales y premiaciones, llega a cartelera como uno de los estrenos hispanoamericanos más anticipados de esta temporada. Para Mitre es una apuesta de riesgo considerable: entre más alto se escala, más dura es la caída. La cinta, estrenada en la sección Una cierta mirada del pasado Festival de Cannes, no provoca ninguna reacción unánime: tiene tantos aciertos como debilidades, y exhibe a un realizador talentoso e inteligente que, por desgracia, no alcanza la altura de sus propias ambiciones y que, cuando intenta apretar el paso, tropieza.

La cordillera arranca con la imagen espectacular de un balcón que se alza por encima de los Andes sudamericanos. Son las montañas, como símbolo, las que le dan nombre a la cinta, sin que nadie llegue a entender, bien a bien, qué es lo que simbolizan. Una silla rompe un vidrio y cae al vacío: intuimos que algo grave está pasando, quizás un crimen. No llegaremos a enterarnos por completo. No es spoiler, aunque parezca.

De ahí en adelante, alternan dos relatos paralelos, relacionados mediante un juego de claves y alusiones psicoanalíticas: en uno, el presidente argentino (un Ricardo Darín turbio, eficaz) asiste a una cumbre diplomática panamericana, intentando recuperar algo del liderazgo regional que le ha sido arrebatado por escándalos personales; en el otro, su única hija (Dolores Fonzi) aparece de improviso en la misma sede, en medio de un quiebre matrimonial y acechada, según nos damos cuenta, por un secreto que podría perseguirla desde la infancia. Hay una lectura intrigante, develada en clave de thriller psicológico, que envuelve a la trama política y a la tragedia íntima en el mismo ambiente ambiguo, opresivo. Las claves aparecen y se esfuman, los diálogos afilados estallan, secuencias atmosféricas y bien ejecutadas van articulándose con buen pulso hasta llegar a un nudo… perfectamente vacío.

Fuente: CINEPREMIERE

Servicios

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. PUEBLA PUEBLA