La mentira como oficio

Fernando Maldonado

La diatriba, falta de inteligencia y la mentira caracteriza a un sector radical que ha encontrado en el largo periodo de transición la oportunidad para el desquite, más por la mala que por la buena.

Ejemplos cunden en distintos ámbitos, como el del pretendidamente “trabajo periodísticos” que un grupo de profesionales de la mentira dispuesto a sacar ventaja ofreciendo verdades a medias o mentiras completas desde un púlpito mediático que poco aporta.

Prácticamente ninguno de los actores de la clase dominante que va de salida ha escapado a las mentiras de sus plumas, alimentadas desde alguna instancia de poder manejada a capricho del oscuro personaje incapaz de salir a la luz pública.

Empresarios, servidores públicos y periodistas son blanco sistemático del ataque sin sustento de este grupo que busca encontrar acomodo en la preferencia de los consumidores de noticias.

Recurren al expediente fácil de la mentira. Construyen artificios de información. La ausencia documental campea y la manipulación informativa ofende. Cuentan mentiras con tal de sostener una línea editorial que avergüenza, pero convence al mecenas que está detrás.

Sorprende sin embargo la facilidad con la que actores de la vida pública compran como buena la noticia de este producto chafa del periodismo nacional. Entre sus lectores hay miembros de la clase política y líderes empresariales. No buscan información, sino alimentar el morbo.

Cuando hace unos días este sub producto apareció con “información exclusiva” de la presunta huída del secretario de Desarrollo Urbano y Obra Pública, Javier García Ramírez, así como de su familia por una supuesta persecución, el funcionario realizaba tareas inherentes a su encargo.

No es la acusación a un funcionario de la administración marinista la que ofende, sino la ostensiblemente deficiencia de un grupo oportunista que encontró en este mal ejemplo de periodismo de dar cauce a una aspiración de los detractores del régimen que se extingue.

Las páginas del mal producto desde donde se le da cauce a la propaganda del tenebroso actor que lo financia deberían ser objeto de análisis de las escuelas de periodismo.

Ilustra como pocas veces las imperfecciones de un oficio que todavía debemos debatir con amplitud los periodistas. La propuesta habrá que debatirla antes de que la clase gobernante, la que se va o la que viene, se deje conducir por el garlito de la mordaza disfrazada de legislación en materia de medios.

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