El adiós al arquitecto de la pirámide del Louvre

Por  Staff Puebla On Line | Publicado el 19-05-2019

Ieoh Ming Pei , arquitecto norteamericano nacido en China, autor de rascacielos, museos y grandes complejos comerciales, pasará ante todo a la historia como el autor de un edificio sutil y esencial: la pirámide de acero y vidrio que da acceso al Museo del Louvre en París, inaugurada en 1989. No puede decirse que este fuera el edificio más polémico de París: la construcción del Centro Beaubourg, obra de Renzo Piano y Richard Rogers inaugurada en1977, propició un auténtico alud de críticas y, también, seis procesos judiciales: hoy es la gran atracción parisina. Pero la pirámide de Pei –de veinte metros de altura, formada por 673 paneles de vidrio laminado, unos romboidales, otros triangulares, y ubicada entre los venerables pabellones Richelieu, Denon y Sully- fue vapuleada por la opinión más conservadora como un ultraje al clásico patio Napoleón del Louvre.

El tiempo revelaría que sus enemigos no llevaban la razón: el edificio se convirtió en el nuevo símbolo del museo y, más importante, facilitó enormemente el acceso de sus diez millones de visitantes anuales. Es preciso subrayar que el arquitecto sinoamericano contó con el inquebrantable apoyo del presidente François Mitterrand, cuyos “grands travaux” arquitectónicos le valieron el mote de “faraón”. Pei no hizo sino confirmarlo al proyectarle su pirámide. O, mejor dicho, sus pirámides: la más fotografiada está rodeada por otras tres de menor tamaño, y contiene en su interior otra invertida que ordena el vestíbulo subterráneo.

Pei falleció en la madrugada de ayer en su domicilio neoyorquino, a los 102 años. Había nacido en Canton en 1917, hijo de un banquero. A los 18 años marchó a EE.UU., para estudiar en Philadelphia, y luego en el MIT y en Harvard, teniendo entre sus profesores a Walter Gropius. En 1948 fue fichado por la poderosa firma Webb & Knapp, lo que le permitió entrar en la arquitectura por la puerta grande: proyectos de gran escala en los que acumuló rápidamente experiencia, y que fueron su trampolín para, en 1955, independizarse y fundar su propia firma I.M. Pei and Associates, luego rebautizada Pei Cobb Freed & Partners, y actualmente, con la rúbrica Pei Partnership Architecs, dirigida por su hijo Li Chung. (Henry N. Cobb, antiguo socio de Pei, firmó el World Trade Centre de Barcelona).

Pirámides aparte, la arquitectura de Pei, concretada en medio centenar de construcciones en EE.UU., Europa y Asia, se ha caracterizado por su precisión geométrica, su tratamiento de la luz y, a menudo, la contundencia de sus volúmenes. Este es el caso de una de sus obras más apreciadas, el Ala Este de la National Gallery of Art de Washington (1978), de mármol y vidrio, probablemente la mejor propuesta arquitectónica moderna en el Mall de la capital estadounidense. Fueron también frutos relevantes de su talento la John Hancock Tower de Boston (1976), un elegante y minimalista monolito de vidrio. O la Biblioteca y Museo Presidencial John Kennedy en Boston (1979), edificio formado por un sólido bloque triangular y un atrio vidriado no menor, encargo personal de Jacqueline Kennedy, que Pei valoró siempre como una de sus obras más importantes. O la futurista y al tiempo perdurable sede del Bank of China en Hong Kong (1989), con los característicos triángulos blancos de su estructura exterior… Uno de los últimos trabajos de su estudio –Pei se retiró formalmente a los 80 años- fue el Museo de Arte Islámico en Doha (Qatar) en 2008, donde, sin abandonar su lenguaje, reflejaba influencias locales (como también las había reflejado en el Miho Musuem (1997) en Kyoto. A lo largo de su carrera, dominada por los encargos de gran escala, Pei también hizo vivienda social, aunque en proporción menor.

El arquitecto fallecido recibió el premio Pritzker, la más alta distinción arquitectónica global, en su quinta edición, la de 1983. Hasta entonces sólo lo habían obtenido otros dos arquitectos norteamericanos: Philip Johnson, que en su calidad de leyenda viva del gremio estadounidense inauguró el palmarés en 1979, y Kevin Roche (1982), uno de los poquísimos colegas que podía disputar a Pei el cetro de la gran arquitectura corporativa. “La arquitectura de Pei –dijeron entonces los portavoces del premio- se caracteriza por su fe en la modernidad, humanizada por la sutileza, el lirismo y la belleza”.

Fuente: La Vanguardia

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