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Pascua

Lunes, Abril 5th, 2010

Se acabaron los rezos y los golpes de pecho. De los apuntes de la Semana Santa, tres aspectos bien vale la pena enlistar:

1. El fervor con que los fieles quemaron a los “judas”. Figuras con el cuerpo y rostro de los políticos y funcionarios, ardieron el Sábado de Gloria. En la ciudad de México, unos cristianos decidieron quemar la efigie de más de tres metros de altura del secretario del Trabajo y Previsión Social, Javier Lozano Alarcón. Las razones para que en el Distrito Federal hayan condenado a este poblano son la falta de empleos y el auge del comercio informal.

Aquí en Puebla, en el Barrio del Artista, ardieron las figuras del gobernador Mario Marín Torres, la dirigente nacional del PRI Beatriz Paredes Rangel, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, la alcaldesa de Puebla Blanca Alcalá, el rector de la BUAP Enrique Agüera y hasta el fotógrafo poblano Raúl Gil.

2. La incidencia en pecados capitales también estuvo a la orden del día. Entre misa y rezo, los creyentes se dieron el gusto de ceder ante la lujuria que les provocó algún diminuto traje de baño, a la gula por aquello de que había pretexto para “atascarse” de mariscos, y a la pereza, a la que nadie le hizo el feo desde la tarde del jueves que la mayoría de negocios y oficinas bajaron la cortina.

A propósito de las faltas a la moral, resulta que mujeres y hombres, por igual, incurren en la infidelidad más que ninguna otra de las prácticas consideradas reprobables o pecaminosas por parte de la Iglesia católica. Lo anterior, de acuerdo a documento divulgado por L’Osservatore Romano.

Además, el jesuita Roberto Busa, de 95 años, hizo un largo estudio sobre los pecados capitales y concluyó que en el caso de ellos, además de la lujuria, incurren en la gula, la pereza, la ira, la soberbia, la envidia y la avaricia. En el caso de las mujeres, el orden es soberbia, envidia, ira, lujuria y pereza.

3. Si bien, hace dos mil años la comunicación se reducía a la transmisión del mensaje de boca en boca o a través de cartas que tardaban más de un minuto en llegar a su receptor. Si Jesús hubiera tenido una cuenta en Twitter, la historia sería más o menos así:

San Juan de Palafox y Mendoza

Viernes, Febrero 19th, 2010

Ayer fue miércoles de ceniza, esta fecha en el calendario católico marca el inicio de la Cuaresma, así que bien vale ponernos un poco solemnes y religiosos. Hace un par de días, un despacho de Notimex firmado por Andrés Beltramo Alvarez dio cuenta de una buena nueva que por ahora ha pasado desapercibida: la beatificación de Juan de Palafox y Mendoza.

Según la noticia, en breve, el Papa Benedicto XVI declarará beato al antigüo obispo de Puebla, cuya obra ha sido reconocida al poner su nombre a la vialidad que marca y divide la ciudad. El hecho cobra relevancia si tomamos en cuenta que este personaje se ha enfrentado por más de tres siglos a la oposición de los Jesuitas, quienes desde 1666 han rechazado su perfil como posible santo de la Iglesia Católica, poniendo todo tipo de trabas para evitar su beatificación.

Andrés Beltramo da cuenta de un milagro que aprobó el 8 de febrero una comisión de cardenales. El milagro estudiado y aprobado por el Vaticano se refiere a la curación de Lucas Fernández de Pinedo, un sacerdote de 66 años de edad, de la entonces Diócesis de Osma. En noviembre de 1766 el párroco había sido desahuciado por los médicos tras 40 días de lucha contra una probable forma de tuberculosis, incurable en aquella época. Según relata el postulador de la Causa, el padre Moriones, el cura “había hecho su testamento y recibido los últimos sacramentos y se había despedido de sus parroquianos cuando su sobrino, también sacerdote y vicario parroquial, le trajo una reliquia de Palafox”. El enfermo la recibió, se encomendó y se quedó dormido mientras los síntomas de la enfermedad que lo tenían insomne desde hacía semanas desaparecieron instantáneamente y, al cabo de cuatro horas, se encontraba perfectamente.

Cabe recordar que el año pasado, el Papa reconoció las ”virtudes heroicas” de quien también fue Primer Virrey y le concedió el título de ”venerable siervo de Dios”, el segundo escalón de cara a ser reconocido como santo.